Capítulo 38: Sorpresas.

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A la mañana siguiente María despertó sintiéndose sumamente agotada y con un poco de tos, así que por ese motivo decidió quedarse en cama un poco más de lo normal. Los niños no habían dormido con ella la noche anterior a petición de Victoria, pues quería que María descansara lo mejor posible.

No pasó mucho tiempo cuando María escuchó que llamaban a la puerta de su habitación.

—Adelante —respondió María con voz ronca.

La puerta se abrió y por ella ingresó una sonriente Victoria.

—Buenos días —saludó alegremente.

—Buenos días —respondió María igual de sonriente.

Victoria cerró la puerta detrás de sí y enarcó una ceja al verla aun dentro de la cama.

—¿Aun en la cama? —preguntó con cierta sorpresa y de inmediato se acercó a ella—. ¿Te sientes bien? —inquirió mientras tomaba asiento en el borde de la cama y posaba su mano sobre la frente de María para tomarle la temperatura.

—No muy bien —reconoció María con voz ronca—. Me pica la garganta un poco y tengo tos.

Victoria asintió.

—Y también tienes un poco de temperatura —espetó y quitó la mano de la frente de María—. ¿Son los únicos síntomas?

María se encogió de hombros.

—Me siento cansada también, pero nada más.

Victoria sonrió.

—Entonces es sólo una pequeña tos aguda —la tranquilizó—. Seguro tus defensas bajaron tanto que atrapaste un resfriado y eso es todo. Te voy a recetar un poco de medicamento y estarás mejor —aseguró y la miró con atención—. ¿Han vuelto más recuerdos?

María negó.

—No.

Victoria frunció el ceño.

—¿Jaquecas?

María suspiró cansadamente.

—Tampoco.

Victoria asintió y decidió no presionarla más.

—Le diré a Tránsito que te suba el desayuno ¿De acuerdo?

María negó con la cabeza.

—No es necesario —espetó—. Puedo bajar y...

Victoria la detuvo de inmediato al ver que pretendía salir de la cama.

—Claro que no —exclamó en tomo firme—. Debes cuidarte y descansar, María —la riñó con cariño—. Estas últimas semanas no has parado y debes darle un respiro a tu cuerpo, relajarte.

María sonrió.

—Lo haré hasta que Esteban esté de regreso —respondió y nuevamente trató de salir de la cama—. Mientras tanto...

—¡Alto ahí! —la detuvo Victoria de inmediato y la miró a los ojos—. ¿De verdad crees que a Esteban le va a dar gusto encontrarte enferma a su vuelta? —inquirió con preocupación.

María se sintió un poco culpable, además tenía que admitir ante sí misma que sí se sentía demasiado exhausta y con mucho sueño, sin mencionar el ligero ardor que sentía en la garganta.

—Pero los niños....

—Yo me encargo de ellos —prometió Victoria—. Tú descansa ¿Sí?

María suspiró.

—Muy bien —accedió.

Victoria le sonrió suavemente.

—En ese caso iré a buscar tu desayuno —espetó y se puso de pie.

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