Capítulo 37: Amigas.

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—¿Qué? —espetó Arturo de pronto, con evidente incredulidad.

La calma de Arturo se esfumó en una décima de milisegundo y se puso en alarma, al igual que el resto de los presentes.

—¿Usted ya conocía la existencia de estos documentos? —bramó el fiscal mirando a María con evidente enojo—. ¿Y no nos dijo nada?

Victoria fulminó con la mirada al fiscal.

—Déjela tranquila —le recriminó—. ¿No ve que la señora San Román no se siente bien?

El fiscal apretó los labios y trató de contener su mal humor puesto que era cierto que la señora San Román no tenía pinta de sentirse bien, sino todo lo contrario: pareciera que estaba a punto de desplomarse en cualquier momento.

Victoria tomó a María del brazo y la guio hacia un sofá para que tomara asiento. Luciano de inmediato fue a servir un vaso de agua para María.

María tomó asiento en el sofá, mientras su mente era un torbellino de pensamientos y nuevos recuerdos. Luciano se acercó a ella y le ofreció el vaso de agua. Ella lo aceptó y bebió de él enseguida pues sentía la garganta seca como si hubiera comido arena del desierto. Una vez que terminó de beber el agua, María levantó la mirada brillosa y miró con evidente culpabilidad al fiscal que parecía seguir furioso.

—Sí conocía la existencia de estos documentos —reveló ella con voz temblorosa, respondiendo a la pregunta que el fiscal le había hecho poco antes—. Y si no dije nada antes es simplemente porque no lo recordaba.

El fiscal soltó una risotada llena de rabia e incredulidad.

—¿No lo recordaba? —se burló.

Victoria nuevamente fulminó al fiscal con la mirada, pero Luciano habló antes de que lo hiciera su hermana.

—María sufre de amnesia —reveló y miró al fiscal casi desafiante—. Estuvo dos años en coma —le recordó al fiscal.

—Pero sus recuerdos están volviendo de a poco —señaló Victoria con acidez—. Y al parecer justo ahora acaba de recuperar algunos de ellos —añadió y miró con preocupación a María.

—¿Quieres hablarnos de lo que acabas de recordar? —inquirió Arturo con cierto apremio.

La mirada furiosa de Victoria ahora se dirigió hacia su novio.

—Arturo, no creo que...

—Está bien, Victoria —la interrumpió María con voz trémula y Victoria la miró con incredulidad.

Todos, menos Victoria, miraron con evidente expectación a María; sin embargo, ella no habló enseguida. El rostro de María reflejaba una gran aflicción, pero también una gran culpa.

—Aquella noche... —comenzó a hablar ella de pronto—. Aquella noche tuve una discusión con mi marido —reveló y fijó la vista a la nada mientras se sumergía en aquellos nuevos recuerdos que acababa de recuperar...

*-*-*-*-*

4 años atrás, Aruba.

María salió de su habitación del hotel dando un portazo. Estaba furiosa con Esteban. Furiosa y sumamente dolida. Hacía una semana que habían salido de México para realizar un viaje de tres semanas con la intención de visitar varios países y sitios de interés. Un viaje que habría sido maravilloso, de no ser porque no iban solos... Iban acompañados de las tías de su marido, de sus socios de la empresa y sus respectivas esposas. Que, por cierto, una de ellas era la ex novia de su marido. María era una mujer de paz, calmada y siempre cálida que no tenía problema alguno con nadie. Solía llevarse bien con todo mundo y los amigos de su marido no eran la excepción, pero con sus tías... la historia era otra.

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