Capítulo 6: Llamas.

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Esteban se puso de pie y se acercó a Victoria mientras la miraba con evidente agradecimiento de que estuviera ahí. La abrazó con firmeza y ella respondió al abrazo con entusiasmo, luego lo besó sonoramente en la mejilla.

—Ay, Victoria... —susurró él por lo bajo mientras la abrazaba, de tal forma que ella sólo pudo escucharlo.

Victoria soltó una risita baja.

—No pasa nada —le aseguró ella igual en tono bajo—. Verás que todo va a estar bien.

Él asintió casi imperceptiblemente, luego rompió el abrazo y la rodeó por la cintura con un brazo mientras se giraban hacia Alba, quien sin pudor alguno inspeccionaba de arriba a abajo a aquella desconocida.

Alba aprovechó aquel abrazo para observar detenidamente a la tal Victoria. Observó su corta melena castaña, que le llegaba un poco por debajo de los hombros, y que llevaba suelta; observó su piel del mismo color de la nieve y que contrastaba con aquellos labios pintados de color rojo intenso; y observó aquellos brillantes ojos, los cuales no lograba determinar si eran verdes o dorados. Alba se percató de la estilizada figura de Victoria y decidió que, efectivamente, era una mujer bonita... pero no era nada fuera del otro mundo. Aunque Alba sí tuvo que admitir que, al menos, esa mujer tenía buen gusto para vestir. Pero eso no quitaba que Esteban había salido con mujeres aún más despampanantes antes... Antes de que conociera a María, claro. ¿Qué lo habría llevado ahora a fijarse en Victoria? Se preguntó con intriga.

—Tía —carraspeó él—, te presento a Victoria —espetó—. Victoria, ella es mi tía Alba.

Victoria extendió educadamente una mano hacia Alba.

—Es un placer conocerla —aseguró con voz melódica—. Esteban me ha hablado mucho de usted.

Alba forzó lo que pretendía ser una sonrisa y aceptó la mano de aquella desconocida.

—Lo mismo digo —respondió y enarcó una ceja—. Perdone que pregunte, pero ¿A qué se debe su... visita? —inquirió sin vergüenza alguna.

Esteban miró a Alba con advertencia.

—Tía Alba... —la amonestó él.

Victoria hizo un ademán con la mano como si no le molestara el comentario.

—Esteban me contó lo que sucedió con Héctor y decidí venir de inmediato para ver si puedo ayudar en algo.

Alba esbozó una sonrisa llena de mordacidad.

—Pues muchas gracias, pero a menos que sea usted doctora, no veo cómo puede ayudar —espetó con falsa amabilidad.

Victoria también sonrió, como si conociera un secreto que Alba desconocía.

—Pues entonces es una suerte que sea Doctora —respondió con suavidad.

Esteban asintió.

—Victoria es la doctora de Ángel —informó.

Victoria se giró a ver a Esteban.

—¿Me llevas con el médico, por favor? —le pidió—. Quiero hablar con él para cerciorarme de que todo está bien con tu hijo.

Esteban asintió y le hizo una seña para cederle el paso. Victoria miró una última vez a Alba y le sonrió con dulzura.

—Con permiso, Señora —espetó con voz dulce y emprendió la marcha seguida de Esteban.

Alba apretó los dientes mientras los observaba marchar y, sobre todo, al ver cómo se tomaban de las manos al andar. Esa mujer era muy atrevida y eso no le gustaba. Arturo se llevó un puño a la boca y fingió un bostezo mientras trataba de disimular una sonrisa pues no había sido indiferente a nada y se había percatado perfectamente de lo que había sucedido ahí.

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