Capítulo 16: Celos.

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Aquella tarde Carmela había ido a visitar a su hermana como solía hacer todas las tardes.

—¿Por qué no te disculpas con Estebancito y ya? —preguntó con aflicción—. Te extrañamos mucho en la casa, Alba.

Alba negó con la cabeza.

—No me pienso disculpar —espetó—. Es cuestión de tiempo para que Esteban vea su error y será él quien me pida volver a la mansión.

Carmela frunció el ceño y estuvo a punto de preguntar "¿Cuál error?", pero su hermana se lo impidió.

—Mejor cuéntame, cómo van las cosas en la casa —pidió Alba.

Carmela suspiró.

—Igual —respondió, pero inmediatamente se corrigió—. Bueno, sí pasó algo con los niños.

Alba pareció intrigada.

—¿Qué pasó?

—Después de que te fuiste de la casa, ellos empezaron a tratar mal a esta ¿Cómo se llama? —frunció el ceño—. A Victoria.

Alba se sorprendió.

—¿De verdad? —inquirió con incredulidad, pues ella misma había visto como los niños parecían admirar a la doctorcita.

Carmela asintió.

—Incluso Esteban tuvo que llamarles la atención —narró—. Pero ellos continuaron tratando igual a Vicky ¿Tú crees?

Alba sonrió con malicia.

—Seguro piensan que por culpa de esa mujer me fui de la casa —rio con seguridad.

Carmela apretó los labios y curvó las comisuras de sus labios.

—Seguramente... —mintió, pues ni ella misma había conocido la razón de lo sucedido con los niños.

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Héctor y Estrella jugaban alegremente a una especie de monopoly con Victoria en la sala de la Mansión. Reían y bromeaban ante cada jugada con evidente alegría. Solo estaban ellos tres pues Renata hacía un rato se había marchado para hacer dormir la siesta a Ángel.

—¡Sí! —gritó Héctor en tono triunfador y cogió un puñado de billetes falsos.

Victoria fingió horror.

—¡Eso era mío! —le reclamó con un puchero.

Héctor rio.

—Era —le enfatizó él con emoción.

Victoria rio.

—¿Puedo ir por mi corona de princesas a mi habitación? —preguntó Estrellita.

Victoria le sonrió.

—Claro, mi vida.

Estrella salió corriendo rumbo a su habitación y buscó su adorada corona. En cuanto la tuvo entre sus manos, salió de su habitación y entonces escuchó algo que le llamó la atención. El sonido provenía de la habitación de Ángel y Estrella se acercó con cautela hacia la puerta entreabierta. Miró al interior de la habitación y observó a Renata de pie con Ángel en brazos, lo miraba fijamente mientras lo acunaba en brazos al mismo ritmo de la hermosa canción que le cantaba...

—Duerme, angelito mío... duerme que yo permaneceré a tu lado... duerme que yo velaré tu sueño... duerme amorcito mío... duerme.... —cantaba Renata con suma suavidad.

El canto de Renata era el sonido que había llamado la atención de Estrella y escucharla de cerca hizo que se le agitara el corazón. Ángel permanecía despierto entre los brazos de Renata y la miraba fijamente, con absoluta fascinación y admiración.

Más Allá De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora