Capítulo 15: Estrella.

384 61 43
                                    

Victoria y Renata observaron hacia donde señalaba Héctor.

—Llévense a los niños —rugió Esteban con los dientes apretados, intentando controlarse. Soltó a sus hijos—. Suban con Renata y con Victoria —ordenó.

Renata aseguró a Ángel con una sola mano y la otra se la tendió a Estrella.

—Vamos niños —espetó ella.

Estrella tomó la mano de Renata sin dudar y se dirigieron hacia las escaleras.

—Vamos, Héctor —lo llamó Victoria.

Héctor frunció el ceño.

—Pero...

—Héctor, ve con Victoria —repitió su padre con dureza.

El niño suspiró resignado y tomó la mano de Victoria, enseguida fueron detrás de Renata y Estrella.

Esteban se acercó hacia el retrato de Monserrat y sintió un fiero odio hacia ella y hacia la persona que había hecho eso.

—¡Rebeca! —comenzó a llamar a todo pulmón con furia casi desmedida—. ¡Tránsito!

Las empleadas acudieron apresuradas al llamado de su patrón. En sus rostros se podía leer el sobresalto de verlo tan enfadado, pues nunca antes lo habían visto así.

—Díganos, Señor... —espetó Rebeca en tono servicial.

La mirada de Esteban llameó.

—¿Quieren explicarme quién demonios colocó este cuadro? —indagó mientras señalaba el cuadro de Monserrat.

Las empleadas se quedaron mudas.

—Fui yo.

Alba salió tranquilamente del despacho y miró altivamente a su sobrino.

—Se pueden retirar —les dijo Alba a las empleadas.

Rebeca y Tránsito asintieron y se marcharon de prisa.

Esteban fulminó con la mirada a su tía.

—¡¿Con qué derecho te atreviste a colocar este cuadro?! —increpó.

—Con el derecho que tienen mis sobrinos de crecer viendo a su madre —respondió ella con seguridad y sin una pizca de remordimiento.

Esteban soltó una carcajada llena de ironía mezclada con rabia.

—¿Derecho a crecer viendo a su madre? —rebatió con incredulidad—. En ese caso ¿Por qué no mandaste colocar un retrato de María? —cuestionó con acidez—. Te recuerdo que María es la verdadera madre de mis hijos ¡Y no ésta desconocida!

Alba sonrió como si su sobrino no hubiera hecho más que contarle un chiste. Y uno muy bueno.

—Para tus hijos no existe más madre que Monserrat —aseguró con un tono triunfal—. ¿O es que ni siquiera te has dado cuenta? —fingió sorpresa—. Esa mujer que contrataste por niñera es casi idéntica a María y tus hijos ni siquiera la reconocieron —sonrió con satisfacción—. ¿Y sabes por qué? ¡Porque no recuerdan a su madre! —se burló—. Para ellos María no existe ¡Para ellos su madre es Monserrat y nadie más!

Esteban sintió como si le hubiesen dado un puño en el estómago pues sabía que su tía tenía razón. Trastabilló hacia atrás, sintió cómo se quedaba sin aliento y por primera vez vio a su tía Alba como lo que era: una mujer malvada y sin corazón. Él siempre había sabido que a Alba no le había agradado María, pero en ese momento supo que no era "desagrado" lo que Alba había sentido (y seguía sintiendo) por María, sino que en realidad la odiaba. Siempre la había odiado.

Más Allá De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora