Capítulo 19: Accidente.

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Arturo y Esteban llegaron lo más rápido que pudieron a la cabaña, pero aun así no se les permitió ver a María de forma inmediata y tuvieron que esperar afuera de la habitación hasta que Victoria terminara de evaluarla.

Esteban caminaba de un lado a otro con evidente nerviosismo y ansiedad.

—Me estás mareando —sonrió Arturo, mientras se encontraba recargado contra la pared.

—Quiero verla ya —respondió Esteban y miró su reloj por enésima ocasión.

Pasaron un par de minutos más antes de que la puerta de la habitación se abriera y por ella saliera Victoria.

—¿Cómo está? —quiso saber Esteban de inmediato.

—Físicamente está muy bien —respondió Victoria con una sonrisa—. La hemos evaluado minuciosamente y todo parece estar en orden, claro que debido al largo periodo de postración se han causado estragos en sus músculos por la falta de actividad —informó—. Pero nada de gravedad pues durante su letargo le realizábamos masajes musculares y tampoco se trata de algo que no se pueda solucionar con un poco de terapia —afirmó.

Esteban sonrió con alegría.

—Gracias, al cielo —jadeó.

La sonrisa de Victoria se desvaneció un poco.

—Pero anímicamente María se siente un poco confundida, así que le dimos unos calmantes para tenerla tranquila —expresó—. No sabe qué sucedió, ni qué hace aquí y es lógico debido a las circunstancias.

—¿A qué te refieres con que María no sabe qué ocurrió? —inquirió Arturo con cierta prudencia.

—María tiene amnesia —reveló Victoria—, pero no es total —aclaró—. Cuando despertó, lo primero que hizo fue preguntar por Esteban y por sus hijos, lo cual nos indica que sí tiene recuerdos y noción de ciertas cosas de su pasado —espetó—. Pero al preguntarle qué era lo último que recordaba, dijo que recordaba estar a punto de abordar un avión con Esteban, pero ni siquiera recuerda a dónde se dirigían. Al parecer tiene algunas lagunas de amnesia en sus recuerdos, lo cual no es nada extraño tratándose de pacientes que acaban de salir del coma y en la mayoría de los casos suele ser algo temporal —afirmó—. Los recuerdos terminan regresando con el tiempo y con paciencia. Por eso María debe estar tranquila y no se le debe presionar demasiado ¿De acuerdo?

Ambos asintieron.

—¿Puedo verla, Victoria? —imploró Esteban.

Victoria sonrió.

—Adelante, campeón —asintió—. Tu esposa te espera ansiosa.

Él la miró con agradecimiento, no perdió ni un solo segundo más y se dispuso a entrar a la habitación donde se encontraba María.

Esteban San Román jamás olvidaría la maravillosa sensación que lo embargó al ingresar a la habitación y ver a su mujer despierta. Jamás olvidaría el momento en que había vuelto a ver los hermosos ojos verdes de María mirando todo a su alrededor con evidente confusión y cierto temor, y de pronto ver cómo toda esa confusión se transformaba en amor y alegría en cuanto lo vio entrar a la habitación. Esteban jamás olvidaría la sensación de gratitud que sintió con la vida por haber recuperado a su esposa una vez más.

—¡María, mi amor! —exclamó él con emoción y corrió a la camilla para rodearla en un fuerte abrazo, como si necesitara cerciorarse personalmente de que era verdad que ella estaba despierta.

—¡Esteban! —jadeó ella con felicidad y con la voz un poco ronca debido a la falta de uso.

María respondió al abrazo de su marido con cierta debilidad y se deleitó al sentirse a salvo entre sus brazos. Igual que siempre. Los ojos de Esteban se llenaron de lágrimas y bañó el rostro de su esposa con infinitos besos.

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