Capítulo 4: Fraude.

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—¿Estás seguro de lo que quieres hacer?

Esteban asintió con convicción y se reclinó en su silla giratoria mientras se mesaba el cabello con una mano, alborotándolo en el acto.

—Absolutamente, Arturo —respondió—. Tú sabes que esto es algo que debí haber hecho desde hace mucho tiempo y también sabes por qué no lo hice, pero las cosas han cambiado. Esta ha sido la gota que ha rebasado el vaso.

Arturo asintió con comprensión.

—Creo que tienes razón —espetó.

Esteban suspiró.

—Por favor, encárgate de lo que te pedí —espetó—. Esta misma tarde quiero a todos reunidos en la sala de juntas sin que falte nadie.

Arturo pareció sorprendido.

—¿Esta misma tarde?

Esteban asintió y una suave sonrisa afloró en su rostro.

—Mañana vuelvo a salir de viaje.

—¿Tan pronto?

Esteban se sonrojó y estaba a punto de responder cuando su teléfono personal sonó.

—Salvado por la campana —se mofó Arturo riendo.

Su amigo solo sonrió y respondió el teléfono.

—¿Diga?... ¡Victoria!... Claro, claro, por supuesto...

Al escuchar aquel nombre, Arturo recogió sus cosas, se puso de pie y le hizo una señal a Esteban para hacerle saber que se iba. Esteban tapó el auricular.

—Iré a prepararlo todo para la junta de la tarde —añadió Arturo.

Esteban asintió.

—Muchas gracias, Arturo.

Su amigo sólo asintió con la cabeza y se marchó de la oficina. Esteban destapó el auricular.

—¿Esteban? —se escuchó una dulce voz femenina al otro lado de la línea.

—No sabes qué maravilloso es poder escuchar tu voz... —respondió él con un suspiro lleno de emoción—. ¿Cómo va todo por allá?

Una suave y dulce voz femenina resonó al otro lado de la línea.

—Todo sigue igual que ayer antes de que tú y Ángel se marcharan, mi amor —respondió en medio de una sonrisa—. Aunque tampoco es como si fueras a estar fuera mucho tiempo...

Esteban rio.

—Aun así me muero de ganas de volver para estar a tu lado —admitió él.

—Yo también —confesó ella con suma sinceridad, luego de una pausa habló con un tono insinuante—, pero esto se podría arreglar fácilmente si yo...

—No —respondió tajantemente Esteban—. Ya hemos hablado de esto y no estoy de acuerdo.

Ella suspiró pesadamente.

—Está bien —aceptó—. No voy a insistir... Por ahora.

Él sonrió, sabiendo que ella no se daría por vencida tan fácilmente.

—Lo sé.

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En el salón de la Mansión San Román, una enfadada Alba no dejaba de mirar con odio el retrato de Monserrat. Pero su odio no iba dirigido hacia ella sino hacia otra desconocida.

—Una mujer... —susurró con los dientes apretados—. ¿Quién demonios será? —se preguntó, pese a que sabía que no obtendría respuesta alguna en ese momento—. ¿Qué es lo que pretendes con Esteban?

Más Allá De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora