Detuve el auto en seco, haciendo que esté suene, tome las llaves y salí del auto, en la puerta estaba Alejandro, parado mirándome, suspiré y camine hacia el.
—¿Ya te desahogaste? ¿Ya estás mejor?—.
Asenti entrando a la casa, me senté en el sofá, ya era tarde, por lo que mis papás ya estaban durmiendo, suspiré mientras echaba mí cabeza para atrás.
—Ya deje todo en su lugar creo, espero que desde mañana mí vida cambie, y para mejor eh—.
Alejandro tomo una botella de whisky, tomando dos vasos, camino hacia el sofá y se sento a mí lado, tendiendome uno de ellos.
—Beberè ya que no lo hago desde que hazan nació—.
—Tu y yo ahogando nuestras penas, a las 2 de la mañana, mientras escuchamos música—.
Encendio la radio, dejándole a un volumen tolerable, me sirvió un poco de whisky en mí vaso, y el hizo lo mismo con el suyo.
—Nunca pensé estar así con mí hermana menor, siempre jure que te cuidaría y que no dejaría que te embriagaras, y ahora estamos los dos—.
—Sabes algo Alejandro—el me miró—Nunca tuve la necesidad de beber por alguien, siempre pense que eso sería algo estúpido que la gente hacia, pero ahora no lo veo de esa manera, ahora los comprendo—.
Reí mientras, bebia de un sorbo aquel liquido amarillento, sintiendo mí garganta arder, lo que provoco un poco de tos.
—Dios que fuerte es esto, ¿Cómo es que lo beben?—.
—(TN) tu tomas vodka, esto no es nada comparado con eso—.
—Eso no tiene nada que ver, mí bebida de siempre fue esa, bueno no hablemos de eso—.
—¿De quieres hablar?—.
Me recosté en el sillón, mientras alzaba mis piernas para más comodidad.
—De la vida, como está se esfuma en tan solo un minuto, como la gente que quieres te puede traicionar, de como un día piensas que aún eres una niña que no puede cuidarse sola, a ser una madre, que ahora da la vida por su hija, la vida se esfuma alexcito—.
Le quite la botella de sus manos, bebiendo un largo sorbo de ella, sintiendo como está quemaba mí garganta, aquel ardor que me estaba acostumbrando en el tiempo que hablaba con mí hermano de la vida, una conversación que nunca pensé tener.
En esa noche fuimos dos adolescentes, bebiendo sin importar el resultado del día de mañana, unos niños que ahogaban sus penas y tristezas con alcohol, aquellos niños que antes lloraban por juguetes, ahora lloraban por que el amor de su vida los ah traicionado.
Los dos caímos al suelo, exhaustos de tanto bailar, o de hacer el intento de eso, reí un poco mientras sentía la mirada de Alejandro sobre mí, el también rio, haciendo que ambos rieramos nuevamente, como cuando éramos tan solo unos niños, mire al techo, mientras me llevaba mis manos a mí rostro, apartando mí cabello de este.
—Alejandro—.
Lo llame, a lo que el me miró, esperando una respuesta.
—Quiero que me prometas algo—.
De reojo vi como volteo su rostro mirándome.
—Si algo me llega a suceder, quiero que cuides a hazan por mí—.
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La última de los Fernández [Luis Miguel]
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