—Solo te pido que cuando termines de leer me escuches, confíes en mi y me permitas ayudarte en todo. -
—Gracias Ratz. –
Terry tomó el sobre y comenzó a leer, lo que estaba adentro iba más allá de sus peores pesadillas, Daniel lo observó empalidecer y apretar los puños con rabia, no dijo nada hasta 40 minutos después cuando terminó de leer el informe y de ver las fotos, tomó el expediente y lo arrojó al piso, Daniel no dijo nada, solo le sirvió más whiskey.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—No podía Terry, tú la amabas, y yo no estaba dispuesto a perderte a ti hermano, eres mi único amigo, no puedo darme el lujo de perder a nadie más.
—¿Ella sabe que tú estás enterado?
—Recientemente se lo dejé claro, y debo decir que al parecer mi advertencia valió de algo, ha estado muy prudente, digamos.
—¡Quiero echarla a la calle, desaparecerla de mi vida, dejarla sin nada! Daniel... —Terry estaba tan molesto que no podía ordenar sus pensamientos.
—Tengo la forma de que hagamos todo lo que dices, sin embargo, si me lo permites, la venganza es un plato que se come frío, y lo que ella ha hecho, merece mucho más que dejarla en la calle.
—No quiero verla, me da asco. –
—Te entiendo... Terry, pero, hay un detalle que por más que queramos su cabeza debemos tomar en cuenta, es una Ardlay, y no podemos destrozar su reputación, porque eso repercutirá en él. Lo que hagamos tendrá que ser perfecto.
—Terry no respondió, solo arrojó el vaso de cristal cortado hacia la chimenea. Una pregunta se formó en su mente.
—¿Por qué la investigaste?
—Daniel suspiró, no podía explicarle, pero podía enseñarle las cartas que Eleanor le había enviado junto con las pocas pertenencias de Candy.
—Eleanor me envió estas, cuando regresó a New York, después del funeral... lamentablemente, no tuve el valor de abrirlas en cuanto llegaron, yo me encontraba destrozado, y cuando por fin las leí, era demasiado tarde para ti, ya eras el duque, creí que tal vez habían sido celos, inmadurez, de ella, te veías feliz, y yo no iba arruinar tu felicidad... perdóname. – le dijo mientras le extendía las cartas que Elisa le había escrito a Candy, sabía bien que sus ganas de deshacerse de ella no iban a desaparecer.
Terry las leyó en silencio, mientras sus lágrimas rodaban por sus mejillas, imaginando lo que Candy sintió cuando recibió esas cartas por respuesta, en sus momentos de necesidad, cuando lo que quería era que su hermano la apoyara, y la consolara.
—Daniel... ella está loca, es maquiavélica... una hipócrita, cualquier juez...
—Cierto, y si eso quieres te apoyaré. –
—Pero tendremos problemas en los negocios, ¿cierto? Y arruinaremos el futuro de Candy.
—Es una posibilidad, pero como te dije estoy dispuesto a apoyarte en lo que sea que tú decidas.
—Quiero verla sufrir...
—Comenzaré por no llevarla la fiesta en honor a Lady Rose mañana.
No solo no le compraré un vestido, la haré usar el que yo quiera. – le dijo enigmáticamente. Mientras se ponía de pie. Terry leyó ira asesina en sus ojos.—Daniel... -
—¿Sí?
—Recuerda que es tu prometida.
—Está bien... no te preocupes, sólo prométeme que tienes un plan. –
—Haremos que pague, eso te lo puedo prometer. –
—Gracias. –
¿Te quedas?
—No, tengo muchas cosas que pensar.
Daniel Ratz lo observó desde su ventana, caminaba con las manos en los bolsillos, pensativamente, él sabía de sobra, que no solo estaba furioso, sino destrozado, había creído que Elisa era una mujer caprichosa y mimada, pero no que fuera la arpía de cascos ligeros que el le había preparado.
Estaba x salir cuando su madre se asomó en él estudio.
—Hijo lamento interrumpirte pero te buscan.
Ahora no, voy de salida no estoy para nadie.
—Pero.... Es que dicen que es de vida o muerte me dijeron que son los detectives privados que contrataste.
—Diles que les doy cinco minutos hazlos pasar por favor.
—Enseguida.
—Señores como les dijo la duquesa, que sea breve voy de salida.
—La tenemos Duque de Ratz...
-.-.-.-.-.-
Un sorprendido mayordomo corrió a abrirle la puerta cuando vio que tenía la intención de marcharse. En seguida, ella se encontró caminando hacia la fresca humedad de una noche de primavera. A pesar del delicado vestido de seda, que dejaba al descubierto la mayor parte de los brazos y el escote, no notaba el frío que le estaba poniendo la piel de gallina. Avanzó, sin fijarse en que cada vez había menos gente ni en que ésta cambiaba de aspecto, ni tampoco en los piropos y las miradas lascivas que recibía una joven que iba sola por la calle cuando ya había caído la noche y no llevaba ni capa ni chal para cubrirse. Finalmente, sin ni siquiera saber que había llegado allí, se halló de regreso en su antiguo hogar con los empleados que habían sido su compañía diaria en su vida anterior. Pero tampoco se fijó en ellos. No hasta que notó que una mano le agarraba el brazo, con los dedos apretándole con suficiente fuerza como para hacerle daño. El dolor atravesó la niebla que la envolvía, y al mirar a su alrededor vio un ancho rostro que le sonreía con perversidad desde debajo de una mata de pelo grasiento.
—Eh, Elisa, querida. ¿No t'habrás olvidao del viejo Mick, verdad? —dijo el hombre. Y entonces, ella salió de su trance. Pero ya era demasiado tarde.
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Tú, Mi hermano
FanfictionEn todas las historias hay enseñanzas, aunque puede ser que, en algunas, nos cueste encontrar el tesoro, o cuando lo encontramos es en cantidad tan exigua que el fruto tan seco y marchito apenas compensa el esfuerzo de romper la cáscara. Si este es...