Charles entró a paso lento hasta la celda de Albert... los guardias dormían, sacó un cuchillo y lo acercó a su rostro.
Aquel hombre yacía dormido a su merced...
Pero no era William, no aquel William... no era el William de su Eleanor.
— Despierta... — susurró — es tiempo para que te vayas. He aquí un pago por tu libertad...
—¿Quien eres?
— Sólo otro hombre enamorado locamente de aquella mujer de misma sangre que tu amada. — le hizo un pequeño corte al vendaje que cubría sus brazos — gira un poco.
— Pero...
— Ahora ya sabes lo que tienes que hacer.
-.-.-.-
Albert sintió que lo llevaban fuera, tenía los ojos vendados, iba atado, y más de un hombre lo llevaba prácticamente a rastras, sabía bien que estaban armados, pero ahora podía dar batalla. Lo llevaron a un lugar junto al lago, lo sabía por el sonido de las aves y el olor que se colaba en su nariz, caminó por donde le indicaron, a veces tropezando con las rocas, iban subiendo por una escarpada pendiente, perdió la noción del tiempo, no supo por cuánto tiempo caminó, de pronto se detuvieron, le quitaron la venda bruscamente, dejando frente a él un paisaje digno de ser pintado, que en otras circunstancias le hubiese robado el aliento, el precipicio estaba a unos cuantos metros, los hombres le hicieron caminar hasta la orilla del mismo y ponerse de rodillas, Albert escuchó el arma cuando la amartillaron, y el frío cañón de acero que se hundió dolorosamente en su nuca, él abrió los ojos, y contempló sin temor alguno el horizonte — Te amo, Candy — pensó segundos antes de voltear y soltar sus cuerdas, que aquel hombre había cortado la noche anterior, fue entonces que el sonido de un disparo rasgó el ambiente del lugar.
Albert tumbó a uno de ellos después de que el arma se disparara, aquel hombre cayó por el precipicio y antes de que lo otros dos lo notaran, choco ambas cabezas entre sí, uno de ellos callo sin sentido, el otro necesitó un segundo golpe contra el piso antes de caer en un profundo y forzado sueño, entonces Albert tomo a ambos por el cuello, y los arrastró, eran grandes, pero no lo suficiente como para que no los pudiera arrastrar alguien que estaba acostumbrado a la solitaria vida de los bosques y al ejercicio físico rudo. Llegó fácilmente hasta el castillo de Graham, la puerta por la que ambos hombres lo sacaron se abrió sorprendiendo a Richard, cuya sonrisa se borró al ver al rubio entrar arrastrando su carga... este le sonrió con burla antes de dirigirse a él y sacudirse las manos de un polvo inexistente pero si de la suciedad que esos hombres llevaban consigo...
— Creo que a tus amigos se les subió demasiado pronto el sueño... — se detuvo justo frente al inglés después de cerrar la puerta.
—¿Que eres? — pregunto Richard Grandchester y no porque no lo conociera sino porque derrotar a tres matones y continuar con una salud impecable no era de un ser normal... por lo menos no uno que él hubiese conocido.
— Creí que ya te lo había contado... pero por si no entendiste quien soy...
—¡Por favor! — exclamó no permitiendo que continuara acercarse a él.
—Voy a ajustar cuentas contigo... y dejar algunos puntos en claro...
Richard elevo una ceja con arrogancia y bebió nuevamente del vaso que tenía sobre el escritorio.
— ¡Agarrenlo! — Gritó al ver que ingresaban Charles y dos hombres más.
El puño de Albert no espero a que la palabra terminara cuando se estrelló contra la mandíbula del guardia, obligándolo a caer de espaldas...el segundo lo miró algo desorientado y sintiendo que algo caliente escurría por su labio. Se puso de pie tambaleante pero fue recibido por otro golpe en el estómago que lo dejo sin aire.
—¿Que pasa... Lord? ¿te duele ver la verdad?, pues es cierto... tus guardias resultaron ser unos soldaditos de cascabel.
Las palabras no llegaron a su término, Richard lo tomo del cuello casi impidiéndole la respiración completa, Albert lo miraba con burla e zafándose del agarre que lo estaba molestando. La puerta se abrió de improviso y el duque corrió, más las manos de Albert parecían estar talladas en mármol... no logro avanzar ni un solo tablón cuando sintió la fuerza de las garras que mantenían a su ajuste ahora en su propio cuello a punto de morir.
—¡Por Los cielos William! ¿que es lo que haces? — Charles llego y lo tomo por el hombro con uno de sus brazos obligándolo a soltar a su casi víctima, lo jalo lo más posible aprovechado que el agarre que mantenía sobre su cuello le daba un poco de ventaja, Charles continuo zafando las manos de Albert que parecían estar trabadas a voluntad... después de unos segundos más de lucha lograron al fin su objetivo.
Richard Grandchester retomo el aire en grandes bocanadas mientras su asistente lo miraba angustiado y hablándole para que no perdiera el sentido. Charles se había puesto de pie jalando a Albert consigo y retirándolo un par de metros haciendo uso de toda su fuerza para controlar al rubio que seguía luchando por soltarse de su agarre y terminar con su objetivo.
—¡Contrólate William contrólate! tú no eres un vulgar asesino, además recuerda que ¡Candice te necesita libre y no tras las rejas! — le decía una y otra vez en voz que fuera escuchada por Albert pero no para los demás que solo escuchaban los murmullos. Después de un par de minutos al fin Albert parecía recobrar el control.
— Vuelve a intentar una vez más algo contra los Ardlay y esta vez ni cien hombres te salvarán — advirtió dando un par de pasos en dirección de Richard que recobraba su color normal mientras su asistente le ayudaba a beber un poco de agua.
— Lo que pase con los Grandchester no me importa... lo único por lo que he regresado es para dejar en claro unos cuantos puntos... sabes perfectamente que ahora tu futuro está en mis manos y que puedo hundirte, no acostumbro hacer este tipo de acciones pero me temo que no entenderás de otra manera, ya que es muy claro que tu interés y ambición están por encima de todo. Candice será mi esposa en muy poco tiempo... y quiero dejarlo claro, una sola palabra que salga de tus labios para dañar la reputación de mi esposa y ... no solo tu fortuna se ira por la borda... también toda tu familia se irán junto con ella y terminara sus días en la cárcel... no te tocaste el corazón para destrozar la vida de una joven inocente, yo no me lo tocare para destruirlos sin importarme quienes caigan junto a ti. No quiero que vuelvan a acercarse a ella, ni siquiera deseo saber de tu presencia en el continente americano, de lo contrario, Graham Granchester junto a sus habitantes se esfumará como la bruma al amanecer.
— ¡Candice es mi hija! — Gritó Richard tratando de detener el camino que Albert había tomado, no obstante, a pesar de haber escuchado muy bien sus palabras, Albert siguió su camino sin mirar hacia atrás.
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Tú, Mi hermano
أدب الهواةEn todas las historias hay enseñanzas, aunque puede ser que, en algunas, nos cueste encontrar el tesoro, o cuando lo encontramos es en cantidad tan exigua que el fruto tan seco y marchito apenas compensa el esfuerzo de romper la cáscara. Si este es...