Terry se había marchado a primera hora de la mañana siguiente a una discusión, donde unos asuntos urgentes requerían su presencia.
Según su fiel mayordomo, el señor había salido de la casa en un estado de furia contenida. Al oír que se había ido, Elisa por su lado se sintió aliviada y extrañamente decepcionada al mismo tiempo. Cobarde, pensó para sus adentros. Escapaba de nuevo, igual que había hecho cuando su proximidad después de haber hecho el amor en la biblioteca de Lakewood lo había asustado.
Empezaba a sospechar que ése era su modo de evitar tener que enfrentarse a sus emociones; simplemente huía de ellas. Al parecer, la fría despedida de ella del día anterior había tenido algún efecto sobre él. Al menos, eso esperaba.
La había hecho amarlo durante aquellos meses, a ella que estaba incluso más hambrienta de afecto que de comida. Terry había sido como un gran rayo de sol que ilumino su vida, y su mundo con un calor y una intensidad que le habían llegado al alma. Y él también lo había sentido, Elisa estaba segura.
Y eso le había asustado y había hecho que volviera a protegerse tras su escudo de hielo. Pero algún día tendría que dejar de huir y se enfrentaría a sí mismo. Aunque puede que, para entonces, ya fuera demasiado tarde para recuperar lo perdido. Ella lo había amado, lo había amado de verdad, pero no era tan tonta como para pasarse la vida deseando a un hombre que bajo el cariño, la pasión y la amistad, la despreciaba.
Ser su amante hasta que él se hartara de ella la mataría, y conseguir que se casara con ella era tan probable como que hallar la luz del sol a media noche.
Lo veía con claridad. Para él, ella siempre sería menos que una pordiosera de la calle y él un orgulloso duque. Terry se había marchado llevándose consigo una única maleta, lo que indicaba que no tardaría mucho más de una semana en regresar. Pero, claro, también se había llevado sólo una maleta con él cuando habían ido a Lakewood y luego se había quedado meses allí. Pero aquellas circunstancias no habían sido las habituales. Ella esperaba volver a verle en en dos semanas como mucho. Lo que tampoco le dejaba demasiado tiempo para decidir qué hacer. Al parecer, el castaño estaba tan convencido de que ella le obedecería ciegamente que no había considerado la posibilidad de que no se comprometiera...
— Silvia...
— Dígame Señorita Elisa...
— Alista todo Silvia nos vamos a la mansión de los Ardlay aquí en Londres y que preparen rápido el carruaje. ¡No quiero quedarme aquí ni un minuto más!
—Si, como usted diga Señorita Elisa...
Los pies le dolían de tanto caminar más de lo que podrían dolerle por el frio, desde esa mañana que abandono la casona, había estado caminando sin cesar, tratando de recordar el camino de la mansión Ardlay, nadie podía darle informes de la dirección que sabía, quiso tomar un carruaje pero ninguno se había vuelto siquiera a verla, pues a pesar de que su capa estaba bien cuidada, el vestido que asomaba bajo esta hablaba por si solo de su nueva condición social, estaba oscureciendo y las lámparas de aceite que alumbraban la calle no daban suficiente luz, cansada se sentó en la banca de un parquecillo, el estómago renegó al encontrarse vacío, tenía hambre, tenía frio y el dinero que llevaba consigo no era suficiente, quizá podría pasar una noche en un lugar decente, pero no le quedaría suficiente para comer al otro día... el duque era un miserable.
— Te pareces a la huérfana...— aseguro una voz altanera, obligándola a girarse en su dirección.
— Discúlpeme... ¿me hablo a mí?— pregunto confusa al ver a la elegante mujer que estaba frente a ella, era muy bonita y se notaba que tenía dinero.
— Señorita... el carruaje está listo — un cochero se acercó y le hablo con respeto, la dama solo hizo un movimiento con su mano enguantada y el hombre se alejó por donde vino.
— Se dice que nevara fuerte esta noche... será muy frio el resto del invierno, de hecho se cree que nevara toda la semana... eso es muy malo... no se puede disfrutar de un paseo al aire libre bajo las estrellas..., sería muy aburrido quedarse aquí, ¿no lo crees? — le pregunto sonriendo con ironía.
Candy asintió sintiendo que su corazón albergaba una muy pequeña esperanza, la mujer se veía decente... pero aun así, sintió desconfianza y se puso de pie para retirarse, ya la habían engañado una vez y de la forma más cruel.
— Buenas noches — haciendo una leve inclinación de cabeza Candice se disponía a irse.
— Espera... porque no vienes conmigo... ¿Acaso no me recuerdas huérfana? Vamos a la mansión, desde ahí puedes mandar a alguien que venga a recogerte... o si lo deseas mi cochero te llevara a donde le pidas... la nieve no tardara en caer — insistió.
— Yo... no tengo a donde ir... Elisa — dándose por vencida Candice dejo que sus hombros cayeran en una actitud de derrota, ya no tenía nada que perder.
— Lo sabía, llevas horas dando vueltas por el lugar... ¿Porque te hiciste dar por muerta huérfana?...— pregunto acercándose nuevamente y observando la mano empuñada de Candice a causa del frío, la joven no respondió y Elisa se atrevió a tocarla.
— Fui raptada y no sé cómo llegar... y ningún coche ha querido parar..., creo que estoy perdida — respondió sintiendo que sus ojos volvían a humedecerse.
— ¿Quien te secuestró?— pregunto y su ceño se frunció.
—El duque de Grandchester...— respondió sin dar más detalle.
—¿El padre de Terry?— volvió a preguntar mirándola fijamente.
—¿Lo co.. ?— sintió miedo, nadie la conocía en Londres, ella habia estado alguna vez en aquella ciudad pero en un sitio muy diferente y en condiciones bastante distintas. Nadie iba a creerle que él le había secuestrado.
—Vamos, ven conmigo, has tenido suerte hoy, no cabe duda que naciste con buena estrella— le dijo tomándola de la mano y jalándola para que la siguiera, pero Candice no accedió tan fácilmente y se soltó del agarre —... has tenido suerte que hoy decidí venir a cobrar "una deuda muy cerca de aquí" — hizo una señal con la cabeza y Candy se giró siguiendo la dirección señalaba, era una enorme casa — un amigo me debía un favor y vine a cobrárselo... desde ahí te he visto por más de dos horas... algo en ti llamo mi atención y por eso me he acercado... La tía Elroy me envió una carta, la recibí antes de salir, supongo que el muy... no se tomó la molestia de ponerte en un carruaje, sabe cuidarse las espaldas el muy ladino...
Candice la miraba extrañada, ¿era realmente Elisa?... pero entonces porque no le dijo nada, aun así, se sintió agradecida y la bendijo por aquello.
—Anda vamos... que se hace tarde y me estoy congelando tanto como seguro estas tu...— Elisa comenzó a caminar segura que esta vez Candice seguiría sus pasos y no se equivocó, aun sintiéndose un poco tímida la joven comenzó a andar detrás de ella...—por cierto, todos lamentamos tu muerte, incluso yo, tú sabes... no me gustó quedarme sin... huérfana, que bueno que estés aquí.
No obstante Elisa no era ninguna tonta con la información que le había sacado en apenas un instante ya tenía un arma para coaccionar a Terry y también miles de puntos a favor delante del tío abuelo William... Eso, si seguía con vida, porque si no... la huérfana era la heredera absoluta y ella tenía que quedar bien, ¡por supuesto que le convenía! desde cualquier punto de vista... le convenía.
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Tú, Mi hermano
أدب الهواةEn todas las historias hay enseñanzas, aunque puede ser que, en algunas, nos cueste encontrar el tesoro, o cuando lo encontramos es en cantidad tan exigua que el fruto tan seco y marchito apenas compensa el esfuerzo de romper la cáscara. Si este es...