—Vamos a lo que nos ocupa hoy. ¿Qué más hay qué firmar? ¿O hay alguna junta por atender?
— Nada, William. Ya todo firmaste. Y las juntas las programé para a partir de la próxima semana. Pensé que era mejor que ésta te concretaras en empaparte y actualizarte de las cosas que han sucedido en las empresas, el clan y las posibles inversiones, y así puedas tener un panorama claro para luego tomar alguna resolución. Pero si gustas empezar a hacerlo desde ya , reacomodo tu agenda sin ningún problema.
— ¡No! Me parece perfecto así como lo hiciste — vió su reloj y añadió, — son apenas las 3 de la tarde... Candy llegará hasta las 6 a la estación. Me quedaré un instante más a revisar esos estados de cuenta del Banco, y me voy en un rato. Te encargo, por favor, el auto que te pedí... dile al chofer que no me espere; quiero darle la sorpresa a Candy yéndola a recibir yo mismo.
— ¿Estados de Cuenta? Mejor anímate a leer la situación sentimental de una Candy adolescente escrita en ese Diario... y despreocúpate por la del Banco. En verdad está en muy buenos momentos...
— ¡George! ¿Qué no acabas de ver cómo me impactó sus curiosidades? Aún no sé cómo voy a llegar a la estación de trenes y verla a los ojos sin delatarme... tengo qué borrar de mi mente de forma selectiva eso que leí... ¿Y ahora quieres que lea aún más? ¿Que hurgue más en su corazón ahí expuesto?
— A ver, estimado William, ¡cómo iba yo a saber que empezarías a leer sabrá Dios en qué página ese Diario! La gente normal solemos empezar a leer por el principio — ambos rieron. — Además, te recuerdo que eso que está ahí registrado es el corazón expuesto de una joven de si acaso 15 años, y que las vivencias ahí narradas corresponden a hace ¡cinco años! O sea que entérate; pero no te concentres demasiado en eso, pues la señorita Candy hoy es una mujer adulta, madura y con intereses muy distintos... y me refiero a casi "todo aspecto" de su vida... Así que si acaso lees algo muy favorable acerca de ti en ese Diario, ni te la creas tanto, ¡eh! — concluyó George burlonamente, y se encaminó a salir de nuevo de la oficina principal.
— ¡Parece mentira, lo que te oigo decir! ¡Cómo han cambiado las cosas! — le dijo en voz alta para asegurarse de que escuchara antes de cruzar la puerta, y ambos se rieron.
— Y las personas, muchacho, la personas también cambiamos. Vamos, hombre, solo quiero relajar un poco tu recién regreso a la realidad... Pero como siempre te digo: esa es mi opinión y sugerencia, la decisión es tuya... — salió y cerró la puerta tras de sí.
No tenía idea de qué más podría hallar en ese, ahora, bendito Diario. Pero tal como solía hacerlo su dueña, leerlo le había causado un carrusel de emociones en un mismo día.
Albert solía ser un hombre totalmente seguro de sí mismo; pero tratándose de Candice White ... sus emociones eran una ruleta. Finalmente, era un joven enamorado, que por ciertas razones no podía dar rienda suelta a sus deseos.No, aún...
Como podría decirle a George o a alguien lo que había encontrado en aquel diario...
"Así, mi corazón latiendo con fuerza ante su proposición dictó mi respuesta, después de una breve pausa, de que aceptaría su ofrecimiento y escaparía con él de la forma que más le complaciera y que estaba a su entera disposición, para bien o para mal..."
Albert Recordaba cada párrafo leído...
"Pero nunca la amorosa juventud se preocupó de poner en una persona más cosas que pudieran justificar que una chica perdiera la cabeza y le hiciera desafiar todas las consecuencias con tal de seguir a un galán.
Porque además de todas las perfecciones de la belleza masculina que se reunían en su persona, tenía un aire de pulcritud y gentileza, una cierta elegancia en el porte de su cabeza, que lo distinguían aún más; sus ojos eran vivaces y llenos de expresión; todo su aspecto conllevaba algo que era al mismo tiempo dulce y lleno de autoridad."Los sentimientos que Candy expresó en esas letras...
"Nuestro pequeño plan consistía en que a la mañana siguiente me levantaría a las siete (cosa que pude prometer de inmediato porque sabia donde encontrar la llave de la puerta de la calle) y él me esperaría al final de la misma con un coche..."
Su inocencia...
"De este tenor fueron mis reflexiones de todo el día; cada minuto de él me pareció una pequeña eternidad. ¡Con cuánta frecuencia miré el reloj! Si hasta sentí la tentación de adelantar sus tediosas agujas, ¡como si eso hubiese hecho pasar el tiempo! Si las de la casa me hubiesen observado, habrían sospechado algo extraordinario a causa de la turbación que no podía evitar"
Su ilusión...
"Las fluctuaciones de mi mente durante todo el día produjeron un efecto bueno: a causa de la pura fatiga dormí tolerablemente bien hasta las cinco de la mañana cuando me levanté y habiéndome vestido aguardé, bajo la doble tortura del miedo y la impaciencia, que llegara el momento señalado.
Abrí la puerta con mucha cautela; el amor que me daba fuerzas, me protegió también y ahora, a salvo en la calle, vi a mi nuevo ángel guardián aguardando junto a la puerta ya abierta de un coche. No sé como llegué hasta él; supongo que volé, porque en un instante estaba en el coche, con él a mi lado"
Los planes de aquella Candy de 15 años...
"Mis ojos se llenaron instantáneamente de lágrimas, pero lágrimas del más delicioso placer; encontrarme en brazos de ese bello joven era un embeleso en el que nadaba mi pequeño corazón. El pasado y el futuro no me preocupaban. El presente era todo lo que mis sentidos podían soportar, sin desfallecer. Sin contar los más tiernos abrazos, las expresiones más tranquilizadoras que pretendían, por su parte, asegurarme de su amor y de que nunca me daría razones para arrepentirme del audaz paso que había dado al confiarme enteramente a su honor y su generosidad"
Su audacia...
"En un instante, porque el tiempo había quedado aniquilado para mí, llegamos a una fonda de Chelsea, que brindaba su hospitalidad a las parejas en busca de placer, donde un desayuno con chocolate había sido preparado para nosotros"
Su locura...
"Y sin esperar respuesta, cosa que me alivió mucho, me condujo hasta una alcoba fresca y luminosa donde la observación de perspectivas estaba fuera le lugar, salvo por las de una cama, cuyo aspecto fue lo que inclinó a Charles a tomar seguramente la habitación.
Charles aseguró el pasador de la puerta y luego corrió, me tomó en sus brazos y levantándome del suelo con sus labios pegados a los míos me llevó, temblorosa, jadeando, desfalleciente, a causa de los suaves temores y los tiernos deseos, hasta la cama donde su impaciencia no le permitió desvestirme más allá de soltar mi pañoleta y mi vestido y desatar mi corsé"—¡No!
La ansiedad lo invadía y la rabia cada vez se apoderaba de él. Esta vez lo iba a escuchar, si bien aun no era su novia, en ese tiempo si era su tutor, eso no le daba derecho a ella a hacer lo que se le viniera en gana y por si no lo comprendía él todavía seguía siendo parte de su vida de una u otra forma y ella debía aceptarlo. Ya basta con las niñerías de esta mujer, mas le valía tener una buena explicación por su falta.
Se levantó de su escritorio con el tiempo Justo para ir por ella a la estación...
Y cuando se estaba olvidando de su enojo... vio a Candy en el piso con Terry Grandchester.
—¡Que diablos!
Albert la miro por encima del hombro de Terry, los azul cielo de Albert parecían ónice cegados por la furia, él la recorrió y se percató de todos los detalles de su aspecto; Candy tembló al verse reflejada en la mirada de Albert y cualquier intento de conversación con Terry se ahogo frente al frenético cielo que la estudiaba. Estaba desaliñada y de una forma no muy apropiada para su situación; con la blusa medio abierta mostrando su blanco cuello y el principio de sus senos. Estaba con todo su cabello despeinado... como si acabara de levantarse.
Bueno después del choque con Terry...
Las facciones del rubio se endurecieron al observarla con más detenimiento. Miro con mortificante lentitud a Terry, quien gozaba con la imagen de su amigo anonadado, tenía una expresión peculiar con los labios ligeramente sonrientes.
Candy no sabia que decirle. Después de todo no había hecho nada malo. ¿Oh si? Levanto el rostro al percatarse que él esperaba a que hablara. Lo abrazó fuertemente mirándolo a los ojos al ver su camisa arremangada.
— ¡Vamos! — le dijo con labios apretados. — Voy a llevarte a casa. ¡Ahora!
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Tú, Mi hermano
FanficEn todas las historias hay enseñanzas, aunque puede ser que, en algunas, nos cueste encontrar el tesoro, o cuando lo encontramos es en cantidad tan exigua que el fruto tan seco y marchito apenas compensa el esfuerzo de romper la cáscara. Si este es...