Varios meses atrás...
Candy circulaba por el tren, copa de Champagne en mano, vestido de cóctel, la moda de la época le sentaba de maravilla, un vestido color tinto, ajustado perfectamente a cada una de sus curvas, Albert se había retirado por negocios por un breve momento, Candy caminaba en dirección a su vagón sonriendo a los conocidos, deteniéndose de vez en cuando con amistades, de pronto, alguien la tomó del brazo, para detener su avance, antes de que ella pudiese girar, el aroma y la presencia de la mujer que la detuvo golpearon sus sentidos, el altanero acento americano con modulada pronunciación y sensual voz susurró en sus oídos.
— Espero, mi querida hijita, que pueda concederme una charla, no es una pregunta, en realidad, ni tu hermano, ni su esposo están cerca, y una escena sería inconveniente.
Su estómago se revolvió, su piel se erizó, la garganta se le cerraba y le costaba respirar, pero una vez, años atrás, se había jurado, "nunca más".
Se había preparado para este momento por muchos años, ella ya no era la misma, Candy ya no le tenía miedo a esa mujer que una vez había acabado con su vida. Ahora ella tenía como enfrentarla y jamás permitiría que esa miserable acabara con todo lo que le había costado una vida atesorar y recuperar, tomó aire lentamente, cuadró los hombros y se preparó mentalmente para la batalla.
-.-.-.-.-
—¿10 hombres Richard? – el rubio miró desafiante al hombre que tenía frente a él, calculando sus mejores posibilidades, el hecho que hubiera enviado tantos hombres por él y que aún ahora que lo habían privado de la libertad tuviera con él el pequeño contingente de hombres hablaba del claro temor que el duque sentía.
—William... no tengo porque darte explicaciones...
Richard observó al rubio impecablemente vestido, sentado con calma frente a él, ni por un segundo se había amilanado ante la presencia de los hombres, le habían reportado que había luchado, y en realidad la peor parte se la habían llevado los que habían ido a secuestrarlo, solo habían logrado llevarlo con ellos después de que apuntaron un arma a su cabeza... tanta felicidad le había regresado al ahora oscuro William Andrew las ganas de vivir. Su sangre hervía tan solo de verlo ahí, calmado, sentado como si estuviera en control, como si no supiera que los 10 hombres presentes en la sala estaban armados. Quería verlo perder el control, quería ver dolor y temor en sus ojos, sonrió con esa sonrisa socarrona que ponía a su hijo de mal humor.
—¿Sabías que tu preciosa prometida gime como una puta cada vez que la tomo? – la línea de la quijada de Albert se endureció, pero no se movió ni un centímetro de su lugar.
—¿Cuánto dinero quieres Richard?
—Jajajajaja, claro, eres asquerosamente rico, William Albert Ardlay... y crees que puedes comprar lo que sea, pero, no quiero migajas...lo quiero todo.
—¿Todo mi dinero? Puedes tenerlo, mi fortuna personal, por supuesto, el dinero del consorcio está fuera de mi alcance.
—Tu fortuna personal... después de que te has dedicado a arruinarme una y otra vez. No Willliam, quiero más que eso. ¡Tú me arrebataste a lo que más amaba en la vida! no puedes imaginar lo que era tenerla a mi lado, tratando de complacerla y ver que su mirada se perdía pensando en ti mi querido William, o verla suspirar por los rincones por el maldito que juraba ser solo un amigo, cuando en realidad era un maldito, que quería cogérsela.
Albert lo veía tranquilamente desde su lugar en la silla, por supuesto que hervía por dentro, pero era un hombre inteligente, que sabía bien que estaba siendo provocado a propósito.
—Dime cuál es tu precio Richard, y pagaré, ¿qué quieres un éxito en Broadway para Eleanor? ¿una nueva propiedad?
—Lo que quiero lo obtendré por mí mismo... claro, quiero el dinero, pero no solo el tuyo... sino el de los Grandchester.
—¿También secuestrarás a tu hijo?
—No, a Terry lo necesito con vida...pero no has entendido, William, no se trata solo de dinero, quiero ver de qué es ella capaz, ¿cuánto crees que sufrirá? ¿Cuánto tardará en olvidarte? ¿Qué está dispuesta a hacer por recuperarte?
—Las negociaciones son conmigo Richard, no tienes porqué meterla en esto.
—William, mi querido William, tal vez deba decirte que estás aquí porque ella me lo pidió, ¿acaso no sabes que disfruta pasar tiempo conmigo? Ya estaba harta de ti y me pidió ayuda para deshacerse de ti, porque quiere rehacer su vida con un verdadero hombre, conmigo.
—Estás tan enfermo que te has creído tus propias mentiras Richard. – le dijo Albert con indiferencia que hizo que la sangre del duque hirviera. Y por supuesto, reaccionó, tiró un derechazo que Albert pudo esquivar con facilidad. Lo cual por supuesto lo enfureció más.
—Tienes suerte de que los caballeros aquí presentes piensen que vales más vivo y en buenas condiciones que muerto, al menos por ahora, pero, ya me encargaré yo de borrarte ese gesto socarrón del rostro, no solo te voy a dejar en la calle, haré sufrir a la querida prometida por tu ausencia por un tiempo, porqué sé que eso te hará sufrir a ti, veamos que tal funciona, y después, después le daré esperanzas, solo para destruirlas, y tú te revolcaras de dolor, no solo por verla mal, sino porque te voy a destrozar, pero te mantendré con vida por un tiempo, por el puro y simple placer de verte pagar cada una de tus deudas conmigo, y al final, al final ella será mía, mi mujer, mi esposa, la madre de mis hijos, los herederos de todo...
—Tienes un heredero.
—Quitar al bastardito del camino es sencillo.
—No te atrevas a tocarla, porque sabes de sobra que te lo haré pagar, mejor déjate de dramas y fija tu precio.
Richard hizo una seña a sus hombres más corpulentos, que levantaron a Albert de la silla y lo inmovilizaron no sin esfuerzo hasta que un tercero intervino y enterró el frío cañón de su arma en la nuca del patriarca de los Ardlay. Richard descargó un par de fuertes puñetazos en el rostro del rubio, rompiendo una de sus cejas y haciendo sangrar su boca.
—Bien, tomen la foto y envíenla.
Albert no emitió sonido alguno, solo llevó su puño a los labios para limpiar la sangre.
—No, primero la foto. — hizo la seña correspondiente y lo obligaron a ver al frente y estarse quieto para la foto, después cortaron un mechón de cabello. – llévenselo, con eso tengo por ahora, piensa en mí mientras me revuelco con la hermosa señora Ardlay, siempre me he preguntado cómo se verán un par de moretones en esa preciosa piel de alabastro.
—¡Maldito! mátame si es lo que quieres, pero a ella no te atrevas a tocarla.
—No puedes hacer nada al respecto, por supuesto. – hizo una seña más y llevaron a Albert prácticamente a rastras fuera del lugar.
—Uno de los matones se acercó a Richard una vez que se fueron.
—Mi jefe quiere su dinero
—Lo tendrá, pero a mi manera y en mi tiempo. – le respondió altaneramente.
—Recuerda que no es un hombre paciente.
—Pero, si ambicioso, recuérdale lo que podré hacer por él si tomo el control de dos de las fortunas más grandes del mundo-
—Solo por eso sigues con vida.
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Tú, Mi hermano
FanfictionEn todas las historias hay enseñanzas, aunque puede ser que, en algunas, nos cueste encontrar el tesoro, o cuando lo encontramos es en cantidad tan exigua que el fruto tan seco y marchito apenas compensa el esfuerzo de romper la cáscara. Si este es...