Y sobre eso, me presentó una cuenta de cantidades vencidas y no pagadas por el alquiler, la comida, los gastos de botica, enfermera, etc., que sumaba un total de veintitrés libras, diecisiete chelines y seis peniques. Para pagarla, lo único que tenía en el mundo y ella lo sabía muy bien, eran siete guineas de mi querido Charles que por casualidad habían quedado en mi poder. Al mismo tiempo, ella quería saber cuándo podría saldar la deuda.
Me dijo "Eleanor las cosas no serían tan malas como yo imaginaba si me comportaba con sensatez" y terminó diciendo que "había traído a un caballero muy honorable a tomar el té conmigo y que me aconsejaría muy bien acerca de la mejor manera de solucionar mis problemas". Después de lo cual, y sin aguardar respuesta, salió y volvió con un honorable caballero, cuya honorable alcahueta había sido la señora Jones en esta y en otras ocasiones.
El caballero, al entrar en la habitación, me saludó con mucha cortesía; yo apenas tuve las fuerzas y la presencia de ánimo necesarias para responder con una reverencia.
Este caballero que ha sabido de sus infortunios y está dispuesto a servirla. Debe tratar de conocerle mejor; no se ponga puntillosa y cierre el trato mientras pueda.
Ante esta delicada y elocuente arenga, el caballero, viendo que yo parecía asustada y asombrada y, ya que me había recordado la situación cuando me habían vendido con el primo de la Sra. Brown... por cierto, incapaz de responder, le reprochó que dijera las cosas de una manera tan brusca, más apta para ofenderme que para inclinarme a aceptar los beneficios que me ofrecía; luego, dirigiéndose a mí me dijo que "conocía perfectamente toda mi historia y los detalles de mi desgracia, que reconocía la crueldad de mi caída, tratándose de alguien tan joven como yo... que desde hacía tiempo gustaba de mi persona y que por esa razón se había dirigido a la señora
allí presente, pero que habiendo sabido que yo estaba totalmente comprometida con otra persona había perdido toda esperanza de éxito hasta que se había enterado de mi súbito cambio de fortuna, momento en que había dado orden a mi dueña de casa para que no me faltara nada y que si no se hubiera visto obligado a viajar a La Haya a causa de sus negocios, él mismo me hubiese atendido durante mi enfermedad... que a su vuelta, que había tenido lugar el día anterior, enterado de mi curación, se sirvió de los buenos oficios de mi dueña de casa para serme presentado y que estaba tan enfadado como yo, molesto por la forma en que se había conducido, so pretexto de obtener su felicidad y que, para demostrarme cuánto desaprobaba ese procedimiento y cuán lejos estaba de aprovecharse de mi desventajosa situación y de tratar de asegurarse mi gratitud, pagaría, en ese mismo momento y en mi presencia, mi deuda y me entregaría el recibo, después de lo cual yo quedaría en libertad de rechazar o aceptar su oferta, ya que no deseaba forzar mis inclinaciones».
Mientras me exponía sus sentimientos, me aventuré a levantar la vista y observar su figura, que era la de un agradable caballero, bien hecho, de unos cuarenta años, vestido con ropas corrientes, que llevaba un enorme anillo de diamantes en uno de sus dedos; sus reflejos me deslumbraban cuando movía su mano al hablar y me dieron una idea más elevada de su importancia.Sacó su bolsa y pidiendo papel y pluma, que la señora Jones ya tenía preparados, le pagó hasta el último cuarto de penique de mi deuda, además de una generosa gratificación que le entregaría sin que yo lo supiera; tomando el recibo me forzó muy tiernamente a tomarlo y luego guiando mi mano, donde lo había puesto, me hizo guardarlo en el bolsillo.
Y sabiéndome comprada se acercó a mí y fingiendo consolarme, secó mis lágrimas con su pañuelo; luego se aventuró a besarme; por mi parte no hubo resistencia ni acatamiento.
Estaba inmóvil y me consideraba comprada por el pago que se había realizado en mi presencia; no me importaba lo que pudiese sucederle a mi desdichado cuerpo y, careciendo de vitalidad, ánimo o valor para oponer la menor resistencia, ni siquiera a causa de la modestia de mi sexo, soporté mansamente lo que el caballero deseaba.
Este, pasando insensiblemente de una a otra libertad, insinuó su mano entre mi pañoleta y mi pecho, que palpó a discreción.
Al no encontrar resistencia y descubrir que todo favorecía la consumación de sus deseos.Considerándome de acuerdo a este criterio, juzgué que estaba enteramente en su poder y soporté sus besos y sus abrazos sin luchas ni enfado; no porque me causaran placer o prevalecieran sobre la aversión de mi alma; lo que soporté fue a causa de una especie de gratitud y como algo natural, después de lo que había pasado.
Con todo, él tuvo la precaución de no intentar los extremos que me habría arrojado a una agitación violenta; ahora, seguro de la posesión, se contentó con calmarme gradualmente y aguardar, de la mano del tiempo, los frutos de la generosidad y el galanteo.En cuanto se hubo ido, sentí las consecuencias habituales de la primera zambullida en el vicio ya que mi relación amorosa con Charles nunca se me había aparecido bajo esa luz.
Instantáneamente fui arrastrada por la corriente, sin poder volver a la costa.
Mis terribles necesidades, mi gratitud y, para decir la verdad, la disipación y la diversión que comenzaba a encontrar en este conocimiento, me alejaban de los pensamientos negros y destructores que se habían apoderado de mi corazón desde que la ausencia de mi querido Charles me había abrumado.
Ahora, si pensaba en mi primer y único seductor, era con la ternura y la pena del más grande amor, envenenado por la conciencia de que ya no era digna de él.
Ahora yo era una mantenida formal, con departamento nuevo y bien alojada, con una renta suficiente e iluminada por todo el resplandor de mis ropas.
El duque de Grandchester continuaba siendo tierno y bondadoso conmigo pero, pese a eso, yo estaba lejos de ser feliz, porque, además de echar de menos a mi adorado mozalbete, cosa que, aunque con frecuencia olvidaba, volvía a mí con renovada violencia en algunos momentos de melancolía, anhelaba más compañía, más diversiones.
Organizó cenas en mi alojamiento a los que invitó a varios compañeros de parrandas y a sus amantes; de este, modo, logré tener un círculo de relaciones que pronto me arrebató los restos de vergüenza y modestia que restaban de mi educación campesina, aprendí a fingir, a aparentar, a actuar y que eran quizás, para un gusto fino, el mayor de mis encantos.
ESTÁS LEYENDO
Tú, Mi hermano
FanfictionEn todas las historias hay enseñanzas, aunque puede ser que, en algunas, nos cueste encontrar el tesoro, o cuando lo encontramos es en cantidad tan exigua que el fruto tan seco y marchito apenas compensa el esfuerzo de romper la cáscara. Si este es...