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Dulce y hermosa Victoria.

Tenerla tan cerca de mi me hizo percatarme de sus pequeños rasgos. Tenía pecas, finos labios rosados, al sonreír se le formaban tiernos hoyuelos y sus ojos eran de un intenso azul. Me encantaba escuchar su voz con ese leve acento español mezclado con el inglés británico. Mechones de cabello negro ondulado caían sobre su espalda que hacía resaltar aún más su piel. Sentía que estaba con una pequeña muñeca.

Aunque su primera impresión de mi no fue del todo buena, todo había salido bien.

Cada pretendiente de ella era un hombre pulcro y perfecto, como ella, y a cada uno de ellos había rechazado. La señorita Victoria no sabía lo que buscaba, pero yo sí.

Necesitaba a alguien un poco sinvergüenza, pero encantador; alguien cínico pero honesto, alguien diferente a ella pero a la vez que fuera su igual. No quería la monotonía, quería aventura. Había nacido con la perfección en su vida diaria que, ahora eso, no era nada mas que aburrido y simple.

Ofenderla fue algo que ya tenía planeado, sé que muy en el fondo mi atrevimiento le gustó. Y no tengo la menor duda en que le hayan contado un poco sobre mí. Si de verdad se hubiera molestado me habría rechazado sin más, pero ella se quedó ahí, intrigada.

—Me parece que está usted curiosa sobre mi aparición en este baile, ¿o me equivoco? —Dije sin dejar de mirarla. La señorita Victoria sonrió, apenada.

—Bueno, no soy la única que se lo pregunta, debo aclarar. Supe que su familia nunca asiste a estos eventos.

—La gente dice muchas cosas de mi familia, señorita Victoria. Ahora mismo no puedo aclarar todas ellas, pero sí le diré que es una suerte que me la haya encontrado aquí.

—¿Suerte? —Victoria bufó, burlona— A mi parecer creo que ya me buscaba. Pero bueno, para no desacreditar sus bellas palabras, dígame, ¿por qué fue una suerte?

Solté una leve carcajada fascinado por la inteligencia de esta bella señorita, aunque no podía darle mis verdaderos motivos. Me sentí intrigado en cómo llegó a tal conclusión pero preguntar sus razones confirmarían sus sospechas, y entonces todo se complicaría.

—Me ofende que mis palabras tengan tan poco valor para usted, señorita. Supongo que está acostumbrada a que muchos caballeros la busquen y se encuentre con ellos en estos bailes. Sin embargo, supe que usted tiene poco de haberse mudado, ¿un par de meses, quizá? Por lo que no podría conocerla. Hace tiempo asistí a una de sus operas anuales que hace por caridad, ahora me la encuentro aquí y puedo decirle que quedé muy impresionado por su dulce voz. Al verla su rostro me pareció familiar, sólo pregunté y supe que usted era Lady Victoria Salazar. ¿No llama a eso suerte?

Sus ojos me miraron dubitativos, buscando un atisbo de mentira como si mis adulaciones no fueran mas que palabras vacías. Aún así, noté fascinación y curiosidad por mi relato. Supuse que no había conocido a alguien que fuera tan directo con ella y mucho menos con quien hubiera tenido un encuentro sin que ella lo notara.

—Para mi la suerte no es cuestión de aleatoriedad, mi Lord, sino que las personas se la ocasionan. Aún así, no me gustaría ser descortés por mis meras suposiciones. Me alegra escuchar que la opera haya sido de su agrado.

El baile terminó y maldije por ello. Ambos hicimos una leve reverencia.

A pesar de que la señorita Victoria no encontrara honestidad en mis palabras, actué natural. Sé que estaba dudosa, no parecía ser una chica que creía en el destino y romantizaba los encuentros casuales. En parte me resultaba interesante, y a la vez complicado. ¿Cómo podía enamorarla si el concepto de amor que he visto en otras no encajaba en ella?

Aunque encontraba frustrante cambiar un poco mis planes e iniciar un nuevo método, también era excitante imaginarla cayendo a pedazos. Esa mirada inocente y curiosa volviéndose desquiciada y enfermiza... Era algo que de momento sólo existía en mi imaginación, pero ansiaba poder vivir en carne propia su descenso.

La señorita Victoria Salazar era más inteligente de lo que aparentaba, sus debilidades estaban muy ocultas y para llegar a ellas debía pensarlo bien. Hasta el momento sólo sabía que la curiosidad era una de ellas, y eso era algo que yo podía controlar.

Me encantaba el contraste de su cálida mirada y la frialdad de sus palabras. Sin duda, este era uno de mis mejores juegos y el jaque mate sería inolvidable.

—Gracias por su compañía, Lady Salazar. Fue una conversación agradable —le extendí mi brazo—. Permítame acompañarla.

—Agradezco su tiempo, Lord Karlo —respondió tomándolo—. Y me disculpo si en algún punto fui descortés.

—Su descortesía significa que lee demasiado, por eso se dice que las mujeres tienden a ser rebeldes. Los libros dan ideas y la debilidad de la mujer sucumbe a ellas.

Ante mi comentario, la señorita Victoria se apartó de mi brazo y me miró con el ceño fruncido.

—¿De verdad lo cree? Nunca pensé que usted tuviera tales ideas.

Sonreí.

—No lo hago. Repetí lo que la sociedad piensa, por mi parte creo que una mujer con ideas siempre es fascinante —Hice una pausa y di un paso hacia ella. Ni siquiera se inmutó, se mantuvo firme con la barbilla alzada dispuesta contradecirme y defender su postura—. No se equivoque sobre quién soy y cómo pienso, señorita Victoria. Si la suerte lo permite, sabrá que la sociedad y la familia Ravel son mundos diferentes. Después de nuestro encuentro en mi ausencia escuchará cosas de las cuales no podré refutar, quedará en su criterio creerlas. Confío en su inteligencia, y ya me platicará cuando nos veamos —Entre la multitud vi que se acercaba el mismo hombre de hace unos minutos, si no me equivoco, era su hermano: Vicente Salazar. Tenía una mirada amenazadora y fría como si intentara echarme lejos de ella. Supuse que le debieron contar cosas de mi, y como era de esperarse, no le gustaron en lo absoluto. Antes de que llegara regresé mi atención a la señorita Victoria—. Me parece que nuestro encuentro acaba aquí. Fue todo un placer.

—¿Qué quiere de...?

—Acompáñame, Victoria —interrumpió su hermano poniendo las manos sobre sus hombros y arrastrándola lejos de mí. Ni siquiera le dio oportunidad de despedirse.

 Ella volteó a mirarme, preguntándose a qué me refería. Su intento por zafarse de lord Vicente fue en vano. Yo le sonreí y fingí una mirada preocupada. No la dejé de ver hasta que ella desapareció de mi vista.

Quise soltar una carcajada, por dentro estaba extasiado. Había despertado una enorme curiosidad en ella y estaba seguro que pensaría mi en los próximos días. La intromisión de su hermano fue el impulso para aumentar el misterio de lo que soy. 

Mi familia y yo tenemos cierta fama... No muy buena. Y seguro eso le gustará, porque se sale de lo común. Si su padre no es un ambicioso, no le importará y la forzarán a estar conmigo; si es todo lo contrario y le preocupa su bienestar, ni como el hijo del Duque Harold tendría la más leve oportunidad, pero Victoria es una mujer fuerte y detesta no tomar sus propias decisiones. Si no estoy equivocado, la oposición de su familia de seguir conviviendo conmigo le causará una sed de rebeldía que ella misma se dejará caer en mis manos, y yo estaré ahí para sostenerla.

Una buena chica tan acostumbrada a lo perfecto conocerá lo prohibido y peligroso estando conmigo. Tendrá miedo, pero después sabrá que esto es lo que necesita. 



¡Gracias por leer! Me emociona compartirles cómo jugarán. Y ya saben, en los juegos, siempre alguien pierde y otro gana.

Lo interesante será saber cómo pierden.

Tríada oscura #1: El juego de Karlo RavelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora