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Habían pasado un par de días y la gente seguía conmocionada por lo sucedido. Muchas personas resultaron heridas y otras pocas habían muerto. No podía imaginar en lo preocupada que debía estar la princesa Adelaida, por lo que había acordado una reunión mañana a primera hora. Me sentía con el deber de ayudarla cuanto pudiera.

Mis heridas no dolían, pero aún tenía las cicatrices que por suerte podía cubrir con guantes. Muchas personas habían venido a verme, a preguntar cómo estaba y a felicitarme por mi presentación. También, desde entonces, he recibido muchos más regalos de caballeros para cortejarme, que tuve que rechazar porque no tenía interés.

Ahora me encontraba en mi habitación respondiendo a algunas cartas, pero no podía concentrarme del todo. Ese incendio... Me seguía inquietando. Había escuchado todo tipo de rumores, uno de ellos es que había sido provocado, que algunos vieron a hombres incendiando varias partes del lugar; otras que fue un simple accidente de una lámpara mal puesta.

Sea como fuese, estuve a punto de morir ahí. Alguien me había encerrado, estaba segura. No había modo que la puerta se hubiese atascado. La única persona en la que podía pensar capaz de querer verme muerta, era lady Elizabeth, pero carecía del intelecto para orquestar todo ese desastre solo por mí. Desafortunadamente no había manera en que encontrara quién me encerró, lo que sí me parecía un poco extraño es que lord Karlo haya logrado salvarme a tiempo.

Tríada oscura #1: El juego de Karlo RavelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora