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El intervalo de tiempo para estar bajo observación había terminado. Mis heridas se habían recuperado un poco con los tratamientos pero aún tenía que seguir con algunas pomadas para mejorar la cicatrización. Mi único dolor eran mis manos, que fueron las más lastimadas.

Para mi desgracia, los primeros ojos con los que me crucé al salir, fueron los de Lady Elizabeth. Esa mirada juguetona mezclada con el brillo de la felicidad por verme salir, me hacía querer ponerle un venda. O de ser posible, una bolsa entera. Su voz no era melódica, era un sonido irritante. Ya ni siquiera toleraba respirar cerca de ella, pero había optado por mantenerla a mi lado. Ya no como el peón que me ayudaría para molestar a lady Victoria, eso ya no tenía sentido ahora que sabía la verdad, sino más bien, porque estoy seguro que le daré una utilidad. Es fácilmente manipulable, he debilitado su mente a tal punto que podría dañarla en cualquier momento. Confía plenamente en mí, ante sus ojos solo existo yo y me defiende incluso de sus "amigas", que le han aconsejado alejarse de mí. Es una pena... Para ella, que no las escuche.

—Hablé con lord Nikolas, le dije que vendría por usted y lo llevaría a casa, espero no le moleste. También he preparado unos bocadillos. Supe que sus favoritos son las galletas de avena y nuez.

Sonreí. Nikolas sabía bien que no toleraba a esta mujer y aún así le permitió venir. Ya me las cobraría de algún modo.

—Es usted una dama encantadora, lady Elizabeth. No merezco tales atenciones. Debería descansar. ¿Cómo se encuentra su tobillo?

—Perfectamente —respondió tomando mi brazo mientras caminábamos al carruaje— ¿Qué hay de sus heridas?

—Estoy bien, no se preocupe.

Abrí la puerta del carruaje e hice un ademán para que ella entrara primero. Luego, me subí y el carruaje nos llevó directo a mi domicilio. Tuve que ingeniármelas para prestar atención a su conversación tan monótona.

—Llegaste más rápido de lo que creí —dijo lord Nikolas, al instante en que entré, con una sonrisa burlesca

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—Llegaste más rápido de lo que creí —dijo lord Nikolas, al instante en que entré, con una sonrisa burlesca. Dio un trago a su copa de vino y saludó a lady Elizabeth—. Y ya que estás aquí, hermano, deberías recibir a tus visitas.

Tríada oscura #1: El juego de Karlo RavelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora