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MARTES

Victoria pasaba al menos entre cuatro y cinco días a la semana fuera de su casa.

Sábados y domingos: Por lo general salía con lady Agatha, otras veces iba al mercado con Theodora pero ella se escabullía para irse por su cuenta.

Lunes y Jueves: Pocas veces salía a pasear, solía quedarse en casa.

Martes y miércoles: Se entretenía yendo a bibliotecas o comprando vestidos, de vez en cuando daba paseos junto a Theodora y en sólo tres ocasiones la vi con Vincente y una con su padre.

He frecuentado los lugares a los que ella va, finjo no verla pero sé que ella sí me ve. A veces simplemente cruzo la calle cuando ella va caminando, o sólo salgo de una tienda de la que sé que caminará por ahí, doy paseos a su hora de salida, entre otras. Con mis primeras apariciones notaba que Victoria quería que al menos la saludara. Reí por dentro. No le daría esa satisfacción.

También nos hemos visto en la casa de los Ravel, ya que Nikolas la había invitado más de una vez para trabajar en el evento de la princesa Adelaida. Sé que lo hacía apropósito, quería incomodarme, ver mi reacción y la de Victoria. Sólo le presté atención la primera vez, después seguí ignorándola y en algún punto se volvió mutuo.

Ahora, una vez que Victoria me ha visto ya varias veces habría que forzar un acercamiento que requiera de una conversación o contacto físico.

Y eso sería hoy.

El mercado estaba más tranquilo que otros días, pero seguían habiendo varios niños alrededor, muchos de ellos dispuestos a aceptar un buen dinero para comer, y era lo que necesitaba. Realmente estos sitios no me gustaban, la gente me terminaba por cansar con tantos gritos y empujones. No entendía cómo a ella le gustaban estos lugares, incluso lo disfrutaba. La vi sonreír desde esta distancia al comprarle un poco de fruta a una anciana.

Alguien como Victoria no debería estar aquí, pero no pude negar que me gustaba admirarla de este modo. Ella sobresalía sobre todo este lugar con ese sencillo vestido dorado con morado que combinaba tan dulcemente con sus ojos, todo en ella era inocencia y amabilidad; resplandecía calidez cada que veía su sonrisa, la forma en la que se inclinaba para tomar las cosas y dar el dinero e incluso cuando acomodaba su sombrero o se disculpaba cuando chocaba con alguien.

¿Cómo alguien que parece tan frágil puede ser a la vez como un ave salvaje? Porque eso era Victoria. Astuta, atrevida, inteligente y estoy casi seguro que tan buena mentirosa como yo.

—Hey, niño. ¿Sabes lo que vas a hacer? —me incliné hacia él teniéndole una bolsita de dinero— Te daré el resto al terminar si lo haces bien.

—Sí, señor.

Se veía nervioso pero decidido. Sonreí.

—No te preocupes, no te pasará nada. Sólo te daré dinero si me ayudas con esto.

Tríada oscura #1: El juego de Karlo RavelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora