Han pasado un par de días desde lo del baile y no he sabido nada de Victoria. Siempre me adelanto a las circunstancias, trato de predecir las consecuencias de lo que hago y digo, sin embargo, esta es una de las pocas ocasiones en las que no sé qué pasa.
Si su padre me vio como el mejor candidato para su hija, entonces la habrá obligado a seguir en contacto conmigo, por lo tanto habría respondido ya mis cartas; en caso contrario, me habrían prohibido buscarla o escribirme para alejarme de ella.
No he recibido ningún correo, ni de reclamo ni de aceptación. ¿A qué podría deberse su comportamiento? ¿Me estará ignorando apropósito porque no le parecí lo suficientemente interesante? Parece poco probable, en su mirada me di cuenta que quería seguir nuestra conversación. Quizás debería ir a verla, aunque eso me parece demasiado. Mejor será esperar, pero estando aquí solo pensando en ella es una agonía. Necesito una distracción.
Tomé mi abrigo junto con un sombrero y una bufanda para cubrir parcialmente mi rostro. Salí a grandes zancadas antes que Nar, Nikolas o mi padre pudiesen verme. No estaba de humor para dar explicaciones. Cuando estuve a punto de salir uno de los sirvientes de la casa, Edgar, me detuvo.
—¿Gusta que le prepare el carruaje, señor?
—No, gracias —Gruñí sin mirarlo—. Si alguien pregunta por mí, di que no me has visto. ¿Quedó claro?
—Sí, señor —Respondió con una reverencia.
Caminé hasta el burdel con la mirada al suelo evitando hacer cualquier tipo de contacto visual para que no me reconocieran. Venirme en carruaje llamaría la atención, algo que me metería en problemas. Si quería conquistar mujeres tan difíciles como la señorita Victoria, tenía que tener un historial limpio. Y más aún siendo el hijo del Conde. Hasta el momento, para mi suerte, nadie sabía de mis idas al burdel. De hecho, tenía un par de meses sin venir.
Una vez que estuve frente a la entrada sentí el olor a alcohol mezclado con comida. Las risas y parloteos invadían el lugar, algo que era tan molesto. No lo soportaba. Muchas mujeres estaban sentadas en las piernas de algunos hombres ya borrachos, otros se besaban desenfrenadamente y algunas servían de meseras.
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Tríada oscura #1: El juego de Karlo Ravel
Mystery / ThrillerKarlo Ravel manipula a las chicas; las hace jugar su juego hasta que terminan muertas o enloquecidas, son sus piezas de ajedrez, como dice él. Y nadie puede culparlo porque al final, él sólo es un espectador disfrutando de su show. Le gusta retarse...