La chica a cargo de mí se encontraba dando los últimos arreglos a mi cabello.
No recordaba nunca haber estado así de nerviosa. En mis eventos anuales, debido a que era algo más "sencillo", no tenía tiempo de pensar en lo que pudiera salir mal. Me sentía segura, pero ahora, sentía que tenía una gran responsabilidad sobre mis hombros. No quería imaginar si algo saliera mal por mi culpa. En definitiva sería la burla y la vergüenza en mi familia, y ni de decir cómo quedaría ante la princesa.
—Se ve hermosa, señorita Victoria. Realmente hermosa —dijo una de las jóvenes que estaba arreglándome—. Seguro que hoy habrán muchos hombres enamorados de usted.
Reí.
—Creo que exageras, pero muchas gracias.
—¡Para nada! —exclamó poniéndome un poco de rubor—. Si tan solo tuviera un poco de su belleza, no seguiría soltera... ¡Ah! Me parece que ya es hora. Debe salir.
Hice un ademán de agradecimiento, tomé aire, erguí mi espalda y caminé hacia el escenario. Entre los mejores lugares para presenciar el evento, visualicé a mi padre y mi hermano, también a la familia Wembley, su Majested junto a la princesa y, para mi sorpresa, la familia Ravel junto a los Johnson, donde ninguno de ellos parecía muy feliz con mi aparición. Suspiré. No me sorprendía eso, pero sí ver a lady Elizabeth tan cercana a lord Karlo, quien parecía bastante cómodo con ella.
Busqué entre la multitud a Román sin ver rastro de él. Siendo el único con un parche, no debería ser difícil encontrarlo, pero al parecer realmente no estaba ahí. Estaba contradiciéndome a mí misma al hacerme creer que no quería verlo, cuando realmente, muy en el fondo, lo anhelaba.
—Por favor, reciban con un fuerte aplauso a nuestra bella y talentosa dama, lady Victoria, quien para abrir este grandioso evento, nos deleitará con su talento en el piano y su hermosa voz.
Todos aplaudieron tan fuerte que esto no hizo más que aumentar mis nervios. Al estar en el escenario hice una reverencia, tomé aire, nuevamente, y me senté en el banquillo pasando mis dedos por las teclas. Ante el sonido, los aplausos fueron disminuyendo hasta sesar en un silencio absoluto.
Comencé tocando algo suave y conforme fui subiendo el ritmo, empecé a cantar. Era una canción en italiano que había compuesto especialmente para el evento. De un momento a otro mis nervios desaparecieron, cerré mis ojos y canté como si estuviera sola. Me salía tan natural y me encantaba el contraste de mi voz con el piano. Tocaba algo grave, luego algo más agudo siguiendo un ritmo intenso y suave a la vez. Una combinación que provocaba un cosquilleo en el estómago, algo alegre y al mismo tiempo, algo sombrío. Sentí electricidad recorrer en todo mi cuerpo, el corazón palpitarme de prisa y esa sensación que indica que lo estoy haciendo bien.
Hice tres interpretaciones, cada una totalmente distinta. Después de esa mezcla de alegría y tristeza, toqué algo dulce, romántico y, por último, una melodía que representaba la traición y el dolor. Cuando terminé, hubo un silencio. Temía que mi interpretación, quizás, no había estado tan buena como imaginé. Para mi suerte, les encantó.
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Tríada oscura #1: El juego de Karlo Ravel
Misterio / SuspensoKarlo Ravel manipula a las chicas; las hace jugar su juego hasta que terminan muertas o enloquecidas, son sus piezas de ajedrez, como dice él. Y nadie puede culparlo porque al final, él sólo es un espectador disfrutando de su show. Le gusta retarse...