Desde la fiesta de los Kavanagh, había escuchado todo tipo de rumores. Desde los exagerados que decían haber visto un beso público entre lady Victoria y yo mientras la cargaba, hasta los falsos que decían que lady Victoria abofeteó a lady Elizabeth.
En lo que a mi reputación concernía, no había mucho de qué quejarme. Expresiones como "mujeriego", "mentiroso" y "maldito" eran parte ya de mi cotidianidad. Nada nuevo que pudiera afectarme en gran medida. Hasta donde sabía, mucha gente se había puesto de lado de la señorita Victoria, incluyendo mi familia, por lo que dudo que haya salido afectada.
Después de consolarla un poco en ese pequeño bosquecillo y de haber limpiado sus lágrimas, la acompañé a su casa. Claro que para ello tuve que pedir el carruaje de los Kavanagh, porque para entonces, la fiesta se había acabado y todos se habían ido. No hice gran esfuerzo para convencerlo, si bien yo no era del agrado de lord William, era lo suficientemente hombre para admitir que no podía dejar que la señorita Victoria caminara hasta su casa a esas horas, incluso si era yo quien la acompañaba. Su caballerosidad y madurez para dejar de lado nuestras diferencias, me hizo respetarlo un poco. Aunque en su mirada veía cuánto detestaba la situación. Y claro, dejarme a mí y que él fuera con ella, no era lo mejor, pues conllevaría a tener problemas con el resto de nuestras familias.
Mientras esperaba a ese hombre, Naero, mi mente divagó en la situación en que me encontraba. Los días anteriores habían sido ajetreados que no había tenido mucho tiempo en meditar lo que estaba pasando. Por un lado, el robo (o pérdida de mi llave) seguía siendo una gran preocupación que me estaba quitando el sueño. Mi primer pensamiento fue que alguien me la había robado, pero ¿quién? La noche anterior antes de que desapareciera, recordaba que aún estaba en mi cuello, por lo que haberla perdido me parecía poco probable. A esas horas, los únicos dentro de la casa eran Nikolas y Martin. Con Nikolas tenía cientos de razones por las que me robaría esa llave, pero ninguna vencía a la única razón por la que no lo haría: su autodestrucción. Sabía que esa llave me llevaría a mi ruina si ese cuaderno se hace público, pero él estaba consciente que no caería solo. Él se iría conmigo, y dudo que en estos momentos quisiera caer, justo cuando su único objetivo es llegar hasta la princesa Adelaida. Por otro lado, Martin, no sabía de la existencia del diario y mucho menos a qué correspondía esa llave. Era un total ignorante que lo único que hacía era entregarme la correspondencia. Entonces, ¿alguien habrá entrado y robado la llave? De ser así, no tenía más sospechosos, ni siquiera fuera de los que habitaban en esta casa. Para robar la llave tendrían que conocer sobre mi diario, deberían tener una razón para hacerlo. Además de que mi sueño era tan ligero que podía escuchar las pisadas frente a mi puerta. ¿Y si realmente la perdí? ¿Quizás se me cayó sin que me diera cuenta? De ser así, ¿mi recuerdo de tener la llave en mi cuello está mal? ¿Lo estaré confundiendo con algún otro? Es poco probable que llegue a mezclar recuerdos e incluso olvidar cosas.
Sí perdí la llave, entonces el descuido y mi memoria es la culpable. Y sino, si fue robada intencionalmente, entonces hay alguien detrás de mí que sabe mi secreto. ¿Alguna amante despechada? No, todas están muertas. ¿Algún familiar en busca de venganza? Ninguna, unos fueron asesinados, otros nunca aparecieron y los que quedaron, me tenían en tan alta estima que ni siquiera se atrevían a pensar que yo era el culpable.
He de admitir que desconocer el paradero de esta llave me tenía con una angustia insoportable. ¿Y si alguien la había encontrado? O peor aún, ¿alguien que conocía sobre esto la tenía, y estaba esperando el momento para usarla? ¿Era, quizás, una forma de darme una advertencia? Al menos, de momento, el baúl que contenía ese diario estaba a salvo, intacto. Era tal mi desconfianza sobre este asunto que no tuve más remedio que esconderlo en otro lugar: enterrado entre las plantas del jardín. Si realmente alguien entró a mi habitación, tener el diario ahí era arriesgado.
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Tríada oscura #1: El juego de Karlo Ravel
Mystery / ThrillerKarlo Ravel manipula a las chicas; las hace jugar su juego hasta que terminan muertas o enloquecidas, son sus piezas de ajedrez, como dice él. Y nadie puede culparlo porque al final, él sólo es un espectador disfrutando de su show. Le gusta retarse...