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Una discusión entre mi padre y mi hermano fue lo que me despertó más temprano de lo habitual.

Caminaba de un lado a otro mordiéndome las uñas, nerviosa. Theodora me trajo el desayuno pero tuve que rechazarlo, no tenía apetito con mi cabeza llena de preocupaciones. ¿Estarían discutiendo sobre mi futuro? ¿O habrá sido debido a mi baile con Karlo Ravel? Recuerdo que después de que Vicente nos interrumpiera, ni mi padre ni él me quitaron la mirada de encima, como si estuvieran vigilándome.

Ah, el baile.

El ambiente se había vuelto un poco tenso y no entendía porqué. Vicente no parecía que tuviera problema con que yo hablara con él o con alguno otro. Supuse que lord Martz debió decirle algo para que cambiara de opinión. Aunque fui terca e imprudente al querer saber lo que sucedía, nadie me decía nada. Detestaba quedar fuera del asunto cuando era algo que también me concernía.

Recordé las palabras de lord Karlo, él predijo que esto pasaría, que escucharía cosas de su familia. ¿Habrá imaginado la magnitud del problema en el momento en que se me acercó? ¿Fue consciente de su imprudencia o como un tonto se dejó llevar? Me resistía a creer que fuera tan desconsiderado y que apropósito haya querido ponerme en boca de todos, ¿qué ganaba él con eso?

Tampoco lo consideraba tan poco inteligente como para no pensar en las consecuencias sabiendo cuánto me perjudicaría. Pero, ¿tan mala era su reputación? Y de ser así, ¿por qué tenía tras de él a tantas familias siguiéndolo por todo el baile?

A estas alturas no sabía en qué posición estaba. ¿Tenía un propósito oculto acercarse a mí? ¿O realmente no se dio cuenta de sus acciones?

El señor Karlo Ravel me interesaba, he de admitir. En el momento en que cruzamos miradas me di cuenta que no era como el resto. Sus ojos avellanas tenían un brillo burlesco, divertido. No pretendía ser agradable para mi, tampoco estaba dispuesto a darme lo que quisiera y mi primera impresión sobre él fue la de un hombre sinvergüenza. ¿Cómo algo así podía captar tanto mi atención? ¿Cómo podía permanecer en mi mente, intacto y ansiando saber de él? No estaba segura si lo veía como un objeto que quisiera analizar o como una opción para desposarme.

Mi padre, seguido de Vicente, entraron a mi habitación. Me sobresalté.

—Victoria, debemos hablar.

Lo miré manteniéndome erguida, dispuesta a oponerme a sus decisiones de mi vida. Vicente me lanzó una mirada y negó como diciéndome un «no lo hagas». Eso no hizo más que preocuparme por lo que habían hablado, porque sabía que se trataba de mí

—Déjanos solos, Vicente —ordenó. Mi hermano asintió y antes de salir se quedó frente a la puerta, como si quisiera decir algo pero al final se interrumpió.

Tríada oscura #1: El juego de Karlo RavelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora