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Habían pasado unos días desde la última vez que vi a Victoria

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Habían pasado unos días desde la última vez que vi a Victoria. Le mandé cartas y algunos regalos, recibí pocas respuestas con simples agradecimientos y disculpas por no poder recibirme. Me intrigaba saber cómo estaba pero preguntar por ella sería un error, además de que ninguna de mis opciones eran buenas. Su hermano me odia, su padre la forzaría a recibirme y su amiga, Agatha (según recuerdo) no me recibiría.

Con Victoria debía caminar con cuidado, pensar dos veces mis palabras y analizar dos veces mis acciones. Seguro ella no es una mujer a la que le gusten que alguien quiera conocerla por la fuerza. Debía esperar, ser paciente y estar atento cuando estuviera dispuesta a hablarme.

—Te ves ansioso, hermano.

Aparto la vista de la ventana y veo a Nikolas mostrando una arrogante sonrisa. Esa expresión no indica nada bueno.

—¿Tan difícil te resulta tocar antes de entrar?

Nikolas se encogió de hombros. Estaba muy bien vestido que no me sorprendería si era sólo para quedarse en casa. Todo el tiempo usaba trajes perfectamente planchados y limpios. Sujetaba su cabello hacia atrás y de vez en cuando llevaba sombreros. Era todo un obsesionado con el orden y limpieza.

—Si no me lo recordaras tan seguido, quizás lo haría.

Se sentó frente a mí y comenzó a acomodar algunos papeles mal puestos, lápices y libros. Suspiré.

—¿Qué pasa? ¿Se te ofrece algo?

—No realmente. Olvidé mencionarte algo importante que pasó hace días.

—Si era tan importante, ¿por qué no me lo dijiste?

—Bueno, importante para ti. A mí me da igual —hizo una pausa y acomodó unos libros en el estante—. Tenía otras cosas en mente, me disculpo —me sonrió y volvió a sentarse—. Vi a la señorita Victoria, tuvo un desmayo. Por lo que pude notar fue debido a una conmoción.

—¿Qué? —inquirí desconcertado. Si Nikolas me contaba esto, es porque no era un desmayo común— ¿Y qué fue lo que pasó? ¿Está bien?

—Se veía bastante nerviosa, estaba pálida y era muy obvio que trataba de ocultarlo. Me atrevo a suponer que ella vio a alguien, recuerdo que su atención estaba puesta al otro lado de la calle. No vi nada extraño, excepto por un hombre que parecía estar huyendo. Quizás llevaba prisa, quizás pasó algo o quizás...

—No —interrumpí sabiendo a lo que se refería. Nikolas rio.

—O quizás se conocían —zanjó en un tono burlesco. Lo miré con fastidio.

Nikolas tenía pocos pasatiempos y uno de ellos era perturbar la tranquilidad ajena. Le gustaba crear problemas en los que él salía ileso obteniendo una ganancia. Siempre había sido muy hábil para manipular cualquier situación a su conveniencia y seguir teniendo su reputación intacta. En mi caso esto lo hacía por mera diversión. No era la primera vez que se entrometía y me complicaba las cosas.

Tríada oscura #1: El juego de Karlo RavelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora