Capítulo 16:
Los músicos continuaban tocando la canción, pero Abel no podía seguir.
-Disculpen. –Hablo con vos ronca y dolida. –Samantha, necesito un abrazo, ¿vienes? –Se retiró del escenario rápidamente.
Matías me miró con cara de pocos amigos pero no dijo nada. Me dirigí hacia el camarín de Abel. Allí estaba él, sentado en el sillón, con los codos en las rodillas, agarrándose la cabeza, llorando. Corrí a abrazarlo, a besarlo desesperadamente.
-Mi alma, ey, amor, estoy aquí, mírame. –Sequé sus lágrimas. –Sé que es difícil, pero te hará bien. -No puedo, no puedo… No puedo revivir esa maldita noche todos los días de mi vida, no puedo descansar sin soñarla, no puedo mirar sin verla, no puedo respirar sin olerla, no puedo. –Me abrazó más fuerte que nunca. -¿Y qué harás? Hay tantas personas allí afuera, esperándote, confundidas, tratando de atar cabos sobre lo que les has dicho, están preocupados por ti, mira la enorme familia que tienes allí, todos los que han venido y todos los que te siguen en el país entero. ¡Tú eres mi hombre, eres fuerte! –Me besó apasionadamente, había escuchado lo que necesitaba para seguir adelante, había entendido que las personas que lo seguían sólo querían verlo bien, y eso era demasiado para continuar. -¡Eres maravillosa! -Siempre estaré a tu lado. –Respondí. Ya no pensaba en mi situación antes de hablar, ahora, era real lo que sentía por Abel, era amor, no estaba confundida, lo amaba profundamente. – ¡Te amo! –Volví a darle un tierno beso. -¡Yo también te amo mi vida! –Me sumergió en un cálido abrazo, inundándome con aquel perfume tan rico que me hacía perder el equilibrio.
Salió nuevamente al escenario y yo a mi asiento.
-Alelí… Alelí era la canción preferida de Natasha. Luego de que terminara de cantarla, un gran viento comenzó a soplar y volvió la tormenta. Nos quedamos a oscuras, porque mi romanticismo no quiso tener electricidad, sólo velas. Era un viento tan fuerte, que quebró a un árbol. Natasha y Samantha estaban conversando, muy cerca del río por desgracia. –Tomó aire. –Era una rama muy grande y muy pesada. Todo pasó muy rápido, fue sólo abrir y cerrar los ojos para cambiar de escena. La rama las empujó. Samantha cayó al río, el cual venía con mucha fuerza y la arrastró, ella quedó muy herida, tiene puntos en todo el cuerpo, pero nada tan grave… -Se quedó en silencio, otra vez iba a quebrarse. Ariel dejó su guitarra y se paró al lado de Abel, le golpeó suavemente la espalda y luego colocó la mano en su hombro, protegiéndolo como hace todo hermano mayor en estos momentos. Abel se calmó un poco. –Natasha la pasó peor, tuvo un gran golpe en la cabeza por la rama y su columna quedó destruida por las rocas al caer bruscamente. Los médicos no pudieron hacer nada, Natasha murió y yo me quedé con este sentimiento tan amargo, de no haber hecho nada nunca. La hice vivir hasta el último día de su vida escondida de mi público, escondida de tantas personas espectaculares, se perdió de tantas cosas… sólo porque quise proteger nuestra privacidad. ¡No me lo voy a perdonar jamás!
-¡Fuerza Abel! –Se escuchó un grito que rompió el silencio en el público y luego todos se levantaron de sus asientos para alentarlo.
Logró encontrar la tranquilidad que buscaba frente a tan cálido aplauso de aquella enorme familia. Continuó con el recital. Cantó Alelí, sin decaer, con tanto amor hacia aquella mujer que había estado siempre a su lado. Luego cantó Tiempo, su frase “…tu alma en mi alma brillará por siempre, iluminando así el tiempo de mi existir…” tenía un nuevo significado, un nuevo sentimiento esta noche, que unía cada vez más a Abel con su público…
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