Capítulo 31

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Capítulo 31:

Debía realizarme una prueba de ADN, no podía perder más tiempo. Esto sería una importante decisión en mi camino. Si Abel era el padre de mis hijos, Matías ya no tendría lugar en mi vida, de lo contrario, estaría ligada a él para siempre, por más que me casase con Abel.

Ya habían pasado los primeros ocho días del mes de junio y tan solo cuatro días desde que me enteré de que iba a ser mamá, pero mis nervios hacían que estos pocos días pareciesen una eternidad. Cité a Matías a mi casa, para hablarle de lo que sucedía.

-¿Cuánto tiempo llevas de embarazo? –Preguntó luego de que le diera mi noticia. -4 semanas. -Es decir que son míos… -Dijo desafiante. Esperaba con ansias escuchar mi retruco para tratarme mal. -Es decir que tendrían que ser de Abel, pero tengo la duda porque tú abusaste de mí. -Mañana iremos a la clínica y me haré una prueba de paternidad con los fetos. -No los llames así, son mis hijos. –Matías siempre encontraba la forma de quedar como un completo idiota.

Al otro día nos hicimos la prueba de ADN. Nos dijeron que debíamos esperar diez días para los resultados. Dios, ¡qué manera de vivir nerviosa! No eran cinco minutos de espera como la prueba de embarazo, eran diez malditos días.

Durante ese tiempo de espera, recibí llamados de todos los Pintos. Sus padres, sus hermanos, sus cuñadas. Todos felices porque, quizás, Abel sería padre, y si no lo era, mis hijos ya tenían los brazos abiertos en aquella cálida familia.

Como había dicho mi madre, debía cuidarme durante estos nueve meses. Contraté a unos vecinos que trabajaban con mudanzas para que hicieran unos cambios en mi casa. Yo necesitaba tener mi habitación en el piso de abajo, para no tener que subir y bajar escaleras. Pero las cosas de Matías aún estaban allí. Por lo que les pedí que todo lo que se encontrara en ese cuarto, lo llevaran al de arriba, y bajaran mi cama, mi ropero, mis armarios, todo. No quería estar rodeada de las cosas de Matías, ni dormir en aquella cama que había sido usada para causarme daño, me daba asco pensar en estar recostada en eso.

Abel estaba tan ilusionado con ser papá, a sus 29 años él creía que era la hora. Él quería ser padre desde hacía algunos años, sólo que con Natasha no le agradaba la idea, por lo que siempre se cuidó y fue cauteloso con ella.

Los diez días pasaron agonizantemente lentos. Era 19 de junio y había llegado la hora de saber realmente quién era el padre de mis hijos.

-Mi amor, ¿ya sabes el resultado del examen? –Preguntó Abel al responder mi llamado. -No, Matías me envió un mensaje de texto, diciendo que ya lo había retirado y que estaba en camino para mostrármelo. –Escuché el ruido de las llaves de Matías al abrir la puerta. –No cortes, quiero que tú sepas el resultado junto conmigo. –Dije y coloqué el teléfono en la mesa, con la pantalla hacia abajo para que Matías no viese que Abel iba a escuchar.

-¿Y? ¿Qué dicen? –Pregunté a penas entró. -¿Tan nerviosa estás, Sammy? –Se burlaba de mí. -No des tantas vueltas, por favor. Empiezo a sentirme mal, Matías. -De acuerdo, dio positivo. -¿Qué? –Le quité los resultados de la mano para comprobarlo con mis propios ojos. Era cierto, decía positivo. Matías era el padre de mis hijos. Me descompuse y corrí hacia el lavatorio de la cocina, pero no tuve náuseas. Comencé a llorar y Matías se me acercó. -¿Por qué lloras? Ponte contenta, ya sabes quien es el padre de tus hijos. Yo. Siempre debí ser yo.

Tomé el celular de encima de la mesa y me encerré en mi pieza en silencio. Coloqué el teléfono en mi oreja y podía escuchar a Abel llorar.

Sin Luz Propia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora