Capítulo 45:
…Me sentía muy cansada, no tenía fuerzas ni para pestañear. Presentí que ya estaba en el hospital debido al ruido de tantas máquinas y por el silencio humano que había. Al fin un poco de paz para nosotros tres.
…Sentí que la puerta se abría, era el doctor. Se puso a hablar con mi madre, noté que ella ya estaba adentro de la habitación, conmigo.
-Está estable, ya no tiene más pérdidas. Vamos a darle un tiempo, aquí estará bien, quédese tranquila, sra. Agrelo. -Muchas gracias, doctor.
…Trataba de abrir mis ojos, pero no podía, tenía tanto sueño. Tampoco podía mover mis brazos, ni las piernas, ni hablar. El cansancio me consumía, pero el doctor había dicho que estaba bien, que ya no tenía pérdidas. Eso significaba que los tres estábamos bien y me ponía contenta.
…Notaba que aún no había llegado Abel. Lo necesitaba, necesitaba su presencia, no quería pasar por esto sola. No estaba sola, tenía a mamá y a Solange, pero lo necesitaba a él. Pelear no me hacía nada bien, si tan sólo pudiese quedarse allí, a mi lado, sin decir nada…Me daría tanto apoyo. Estaba cayendo en sueño otra vez cuando escuché que el teléfono de mi madre estaba sonando.
-Solange, ¿qué sucede, hija?... De acuerdo, los espero.
…¿Dónde estaba Solange?
…El cansancio era más fuerte que yo y me quedé dormida, no sé por cuánto tiempo. Desperté al oír voces en la habitación.
-Laura, ya estamos aquí. –Dijo Solange. -Bien, necesito que me esperen unos minutos. Aprovecho que ustedes están aquí para salir y hablar con el doctor. –Decía rápidamente mi madre. –Abel, cuando regrese, vamos a conversar. –Noté que mi madre había salido por el pequeño golpe en la puerta.
…¿Abel? ¿Abel ya estaba aquí? Traté de mover mis manos, de abrir los ojos, de hablar, pero era inútil, me sentía pesada, estaba inmóvil como una estatua.
-¿Cómo está? –Escuché la voz de Abel. Lo extrañaba tanto. -Aún no despierta, como te dije, cuando vuelva Laura le preguntaremos qué ha dicho el médico. –Sentí que alguien se sentaba a mi lado y me apretaba la mano. Sentí esa dulzura en su mano, en sus dedos, era él. Y luego acariciaba mi crecido vientre. -¡Qué bella pancita, no puedo creer aún que voy a ser papá! ¿Sabes si Sammy ya les puso nombre? -El varón se llama Federico y la nena, Alma. Ahora, si quieres saber el por qué de esos nombres, tendrás que esperar a que despierte. -Seis meses ya… ¡Es increíble! -Sí Abel, seis interminables meses…
…Eso era lo que yo quería, ni que hubiese leído mi mente. Tenerlo a mi lado, sin discutir, sin pelear, sin creer cosas que no eran. Luego de un largo rato, mi madre volvió a la habitación.
-Disculpe, Laura, por haber viajado recién hoy. Tuve… ciertos problemas… -Se disculpaba Abel. No comprendí a qué se refería con “haber viajado recién hoy”, ¿qué fecha era? Pero sí entendí a la perfección el motivo de sus problemas, como era de costumbre estos últimos tiempos, el problema debía ser ella, sin lugar a dudas. -No te preocupes, Abel. Lo importante es que estás aquí, acompañándola. No sabes la suerte que hemos tenido. Los médicos lograron parar con la hemorragia, pero perdió demasiada sangre. De todas formas, los bebés están bien. -¿Y ella? -No lo sabemos, los doctores están pendientes de ella todo el día igual, hasta ahora, está estable. -¿Cuándo despertará? Necesito tanto hablar con ella… -Es lo mismo, Abel, no lo sabemos. No hay un gran diagnóstico para las personas en estado de coma, puede estar así algunos días, meses, años… incluso no despertar jamás. A mí me pasó, quedé en coma cuando estaba embarazada, estuve muy mal, perdí al hermanito de Samantha… yo iba a tener mellizos, como ella, pero no pude. También le pasó a mi madre, cuando estaba embarazada de mí… La diferencia entre nosotras es que ella jamás despertó, nunca la conocí…
…Un momento, yo… ¿en coma? No podía ser, si yo estoy despierta, los oigo, ¡por favor, escúchenme! Quise hablar, moverme, algo para demostrar que no estaba en coma, pero no pude hacer nada. Sentía en mi pecho a mi corazón latir con tanta velocidad al escuchar que podía estar en coma.
-No me diga eso, Laura. ¿Cuánto tiempo lleva así Samantha? –Preguntó Abel. -4 días, desde el domingo en la madrugada cuando regresaron de Buenos Aires.
…¿Qué? ¿Llevaba 4 días en coma? No, si yo los escucho, mírenme, los escucho. ¿Por qué no puedo moverme? ¿Por qué no puedo hablar o abrir mis ojos? ¿Qué me sucede? ¿Y si las cosas son como mamá le contaba a Abel? No quiero perder a Federico, no quiero perder a Alma, tampoco quiero que mis hijos crezcan sin una mamá ni que los críe Paola. ¡NO! ¿Qué es esto que siento en mi pecho? ¿Por qué la máquina suena de esa manera?
-Doctor, pierdo el pulso. –Gritaba una enfermera. -¡Desfibrilador! -Doctor, ¿qué sucede? –Gritaba mi madre. -¡Samantha! ¿Doctor, qué le está pasando? –Preguntaba Abel. -Necesito que se retiren, debemos trabajar. Por favor, abandonen la habitación. -¡Doctor, la perdemos!