Capítulo 40

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Capítulo 40:

El jueves 3 de octubre debía ir a realizarme la ecografía que me diría el sexo de mis hijos. Pasamos toda la mañana con Sol buscando nombres para cada uno, haciendo que pasara rápidamente el tiempo y llegara la hora de ir al médico.

Por fin, el momento había llegado, había ido en compañía de mi madre y de Sol.

-Mira, Sam, mira esa imagen. ¿No son dos gorditos hermosos? –Dijo Solange, para el momento, yo ya tenía las lágrimas en mis mejillas. Estaban como tratando de tomarse de las manos, amándose desde pequeños. -Bueno, Samantha, este que está aquí –dijo el doctor señalando en la pantalla. –es un varón. -¡Un nietito, qué alegría! –Decía mi madre. -¡Es mi bello Federico! –Dije sonriendo. -Y… el otro bebé es… ¡una nena! -¿Cómo se llamará? –Preguntaba desesperada mamá. -Se llamará Alma. –Dije acariciando mi vientre.

Había elegido aquellos dos nombres por un motivo, llevaba el amor de Abel y todo lo que habíamos vivido en lo más profundo de mí ser, nada ni nadie lo arrancaría de mi corazón, de mi alma y de mi cabeza.

El domingo 6, Sol tuvo que regresar a Buenos Aires, debía volver con sus hijas y con su esposo. Luego de haber pasado varios hermosos días con ella, ahora estaba ansiosa por esperar al día 8 de octubre, cuando sería lanzado al mercado el nuevo disco de Abel.

El martes 8 salí muy temprano de casa, quería ser una de las primeras en tener el disco. Al tenerlo ya en mis manos, subí a mi auto, puse el CD en el stereo e hice aquello que más me gustaba, recorrer la ruta sin rumbo alguno, escuchando su música.

Ya desde el inicio del disco noté que algo de lo que decían Solange y Ariel era cierto. La primera canción, Aquí te espero, sonaba tan bien.

…Más allá de todo lo que pasó, las heridas y el dolor…lo difícil que será el sentarme a esperar que los días pasen y que quieras escuchar…Nada se termina por un error, podemos tratarnos bien, aceptarnos y aprender…Nada está perdido para el amor podemos tratarnos bien en el alma y en la piel… Siempre aquí te voy a esperar, siempre aquí te espero…

Luego pasó la canción Ya estuve aquí…

Vi las marcas sobre la pared de nuestra historia que no acaba, que no tiene despedida, eres parte de mi vida y lo fuiste en el ayer…

Tanto amor fue una de las que hizo que mis lágrimas saltaran desesperadamente…

Ha llegado tu recuerdo a desarmar mis horas…aprendí que en el silencio habita la verdad…Sólo vivir no me vale la pena, si la vivo a solas, ya no sé qué decir…Si pudiéramos haber partido en dos esta soledad y el peso del dolor, y si fuimos tú y yo…Todo por igual, debería estar compartido el ardor de este frío… ¿Cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal? No sé cómo encontrar un rincón en el mar para ahogar la mitad del olvido… ¿Cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal?

No sabía por qué, pero lo sentía como un mensaje. La número siete me provocó lo mismo, El mar. Cada vez tenía más ganas de viajar a verlo y abrazarlo, y nunca más alejarme de él.

No soy quien soy si no te tengo…Creo en las manos de Dios y no en este absurdo dolor…Mirar el mar ya no sirve, no me da la calma…Vivo del último beso que guardo en el alma…Nunca sabrás lo que duele tu nombre…No pierdo la fe y te sigo esperando…Y esta soledad que me sigue abrazando se queda aquí, no se quiere ir…Y no se qué hacer ni qué decir, Amor, aquí sin ti, no sé, no sé vivir…

La siguiente canción hizo que un frío escalofrío recorriera mi piel. Aquel sonido lo reconocía, él me había cantado aquella canción, dijo que la había hecho pensando en mí. Estacioné el auto a la orilla de la ruta rápidamente, el silencio del ambiente hacía que mis oídos trajeran a mi memoria tantos recuerdos de aquella última vez, sentía un dolor tan grande mientras me acordaba de tantas cosas al escuchar…

Sin Luz Propia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora