Capítulo 32:
-Lo siento tanto, mi amor, lo juro. ¡Cómo desearía que esto no hubiese sido así! Yo quería que tú fueses el padre de los bebés, mi amor, lo siento, lo siento. –Repetía todo el tiempo. -Lo sé, Sammy, lo sé. También sé que te sientes tan desilusionada como yo. Es sólo que… -Hizo una pausa para respirar hondo. –Es sólo que algo en mí me decía que tenía una posibilidad, algo en mí me decía que eran míos. -Lo siento, Abel, lo siento… -No me pidas disculpas, no es tu culpa. Además, yo ya los amo y quiero ser parte de sus vidas. Me habría encantado que esos dos peques, meses después de salir de tu vientre, me dijeran papá… -Continuábamos llorando, lo que anhelábamos con tanto amor, con tanta pasión, no sucedió.
¿Qué haría ahora? Iba a casarme con Abel e iba a tener dos hijos con Matías. A partir de ese momento comencé a preguntarme ¿en qué momento fue que se descarriló así de tanto mi vida? Quizás, si yo hubiese dejado a Matías el día que regresé de Neuquén junto a Abel… Habría sido todo igual, él me habría amenazado nuevamente, y estaríamos en esta misma situación… Abel… No tendría que haberlo involucrado en este sufrimiento. Eso es… Por más que él diga que no es mi culpa, en el fondo, soy culpable.
-Claro que si tengo la culpa. Te enredé en mis problemas. Si yo no hubiese llorado frente a ti el día que nos conocimos… nada habría pasado y estarías tranquilo junto a tu esposa, ella no habría muerto y tú no tendrías que soportar a Matías. –Se quedó callado. -¿Piensas que Matías es un problema para mí? Matías no es nadie. –lo escuché tan serio que se me erizó la piel, otra vez sentí el escalofrío por mi espalda. –Y no empieces con el “qué habría pasado si…” porque eso no te sirve de nada. Todo pasa por algo, si no, no habría sucedido. Si no estuviese escrito en nuestros destinos el encontrarnos, ni nos habríamos conocido y yo no te amaría hasta doler, como lo hago. -Pero, Abel… -¡Te desconozco, Samantha! Sabes que yo siempre me acerco a los cómplices cada vez que puedo, y tú me llamaste la atención. No puedes hacer nada en contra de eso. -Lo siento, ¿de acuerdo? Lo siento, hay tantas cosas en mi cabeza, lo siento. -Está bien, ahora tengo que cortar, debo solucionar unos asuntos. Luego hablamos.
Nuestra charla terminó mal… Tan mal, que ya llevábamos cinco días sin hablar. Por la tarde, cuando desperté de la siesta, encontré a Matías en la cocina.
-¿Qué haces aquí? –Estaba realmente furiosa de verlo instalado en mi casa. -Voy a vivir contigo, Sam. -Estás completamente loco, Matías. Lo nuestro se acabó, yo voy a casarme con Abel. -Lo sé, mira, vamos a ser padres, y yo quiero estar presente desde el primer momento. No voy a entrometerme en tu vida, ni en tu relación con Pintos. -No te creo nada, y lo sabes. -No, es enserio. Yo voy a usar la habitación de arriba, no voy a entrometerme en tus asuntos. Piénsalo por los bebés.
Era algo muy extraño lo que Matías venía a proponerme. Él venía con algo escondido, sí, estaba más que segura, traía oculto algo muy malo y no tardó en salir a la luz.
Mi teléfono comenzó a sonar, desperté y miré la pantalla despacio, aún tenía los ojos muy cerrados. Eran las 8:47 del día 25 de junio, tenía un mensaje de texto de mi madre.
…¿Cómo es eso de que vas a casarte con Matías? Entiendo que él sea el padre, pero tú estás yendo demasiado lejos, Samantha. Te habías prometido a Abel, debiste pensar en cómo habría él de sentirse al enterarse de tu traición…