Capítulo 55

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Capítulo 55:

-¡No te das una idea de cuánto te hemos extrañado, hija! Hay que llamar a Abel, se va a poner tan contento. –Dijo mi madre, marcando el número de Abel en su teléfono pero yo se lo quité. -Mamá, no lo llames. ¡Por favor! -Pero, hija, él debe saberlo. -Y lo sabrá, pero no así.

En ese momento entró el doctor a examinarme. Se puso muy contento al verme en movimiento tan rápido.

-Vamos a estar controlando la evolución de esto durante un tiempo, y pronto estarás en casa con tus hijos y esposo.

Reí al escuchar aquella palabra luego de recordar todo lo que había pasado, pero ya no me pondría mal por nada. Ahora todo era diferente y no dejaría que los recuerdos me torturasen.

Logré conseguir que mi madre no le avisara a nadie en la familia ni a Abel de que yo ya había despertado. El sábado por la siesta quiso llamarlo y me costó mucho detenerla.

-¿Por qué no quieres que él lo sepa? -Porque quiero que me vea, no quiero que sea todo virtual, mamá. Voy a decirte algo y espero que estés de mi lado. -Dime… -El médico no va a darme de alta pronto, pero yo me siento espectacularmente genial. -¡Hija! –Dijo como retándome. -Mamá, necesito conocer a mis hijos, necesito que estén con su mamá de una vez. Tú misma me contabas siempre, cuando era pequeña, la desesperación que tenías cuando despertaste y que corriste desde el hospital a casa para poder estar conmigo, con tu hija recién nacida. ¡Pues yo necesito de mis hijos y de Abel! -Entiendo, mi niña. ¿Y qué tienes en mente? -Esta noche nos iremos de aquí, iremos al aeropuerto y llegaremos mañana a Jujuy, para poder ver el primer recital de Abel, para él era muy emotivo que los bebés tuviesen su primer show y quiero que estemos todos juntos, apoyándolo… como él lo hizo conmigo durante estos tres meses.

Ella fue a su casa para preparar las maletas y luego fue a sacar los pasajes al aeropuerto. Llegó a las ocho y media al hospital y me llevó ropa para cambiarme, para que las enfermeras no se diesen cuenta de que yo me estaba escapando.

-Debemos salir rápidamente. El vuelo sale a las diez de la noche hacia Buenos Aires y allí tendremos que pasar la noche, porque el vuelo a Jujuy sale a las 7 de la mañana desde Buenos Aires.

Rápidamente, como ella dijo, y sin que nadie nos viera, logramos salir del hospital y llegar al aeropuerto a tiempo. Cuando estábamos entregando nuestros pasajes, mi madre recibió una llamada.

-Es el doctor. Tendremos problemas. –Dijo con una sonrisa traviesa. Se alejó un poco de mí para poder hablar tranquila. Fue una conversación corta. –Dice el doctor que te cuides porque ellos no se responsabilizarán si te pasa algo, aún no estás dada de alta. Él entiende tu situación y nos está dando una mano ya que te conoce de toda la vida. Dijo que cuando regresemos, debes hacerte algunos controles para que pueda darte de alta.

Al fin todo salía perfectamente bien. Subimos al avión y en casi dos horas llegamos a Buenos Aires. Nos dirigimos a un hotel cercano al aeropuerto y pasamos allí la noche. No podía creer que estaba a horas de poder conocer a mis hijos, de abrazarlos y nunca jamás despegarme de ellos.

Despertamos a las 5 de la madrugada, ya que el avión a Jujuy despegaría a las 7 de la mañana. Desayunamos y en poco tiempo estábamos en el aeropuerto. Antes de subir al avión, decidí hacer un llamado para no llegar sin avisar a Jujuy. Le pedí el teléfono prestado a mamá y llamé a Ariel con identidad privada.

-¿Quién llama a las 7 de la mañana con identidad privada? –Dijo enojado, se notaba que estaba durmiendo y lo había despertado. -Lo siento, pero quería asegurarme de que no estuvieses con Abel… -¿¡Samantha!? ¿Eres tú? –Dijo sorprendido. -Sí, Ari, soy yo. ¡Desperté! -¡Pero qué linda noticia, cuñada! ¿Cómo estás? -Estoy bien, necesito pedirte un favor… -Sí, dime. -Necesito que te levantes y vayas al aeropuerto de Jujuy a buscarme, estoy por subir al avión y llego en dos horas y media. -¿Cómo? ¿Estás por viajar? ¿Te dieron de alta? -No, me escapé… -Dije entre risas pero él no me creyó. -De acuerdo, Sammy, nos vemos en un rato. -¡Muchas gracias, Ari! Pero por favor, no le digas nada a Abel, quiero darle la sorpresa.

El viaje fue el más largo de mi vida y tan sólo eran casi dos horas y media, pero la ansiedad que todo esto me provocaba hacía que tiempo pasara tan lento…

Al llegar al aeropuerto, nos llevamos una gran sorpresa. Estaba Ariel con Solange esperándonos, pero no estaban solamente ellos. Estaban Susi, Raúl y los chicos de la banda. Corrí sin pensar en nada, y los abracé a todos. Los había extrañado tanto, todos estaban tan contentos por verme bien. Ahora sólo faltaba conocer a mis gorditos, llenarlos de besos, y volver a los brazos de Abel.

Sin Luz Propia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora