Capítulo 39:
Pasé más de una semana y media llorando, pensando en lo que vendría ahora. En criar a mis hijos sola, en vivir oculta porque él ya tenía otro amor. Sin esperarlo, recibí un llamado desde Buenos Aires.
-¿Hola? –Pregunté. -Sammy, soy Sol, la esposa de Ariel. Él me contó lo que habían hablado y quise llamarte, sabes que cuentas con nosotros. No me parece apropiado que tengas que esconderlo más. -No lo escondo, Sol. He llamado miles de veces a Abel pero, simplemente, él no contesta. Y, luego de lo que vi… sinceramente… no sé qué es mejor. -Oh, te enteraste. Lo siento mucho, Sammy, a nosotros también nos tomó por sorpresa. -¿Quién es ella? –Pregunté desanimada. -Es una fanática, vive aquí, en Buenos Aires. Se llama Paola Rodríguez… -No puedo creerlo, Sol. Lo juro… -En ese momento llegó a mi mente el nombre Paola y, por algún motivo, la relacioné con el día de la fiesta de despedida de soltero de Matías. ¿Sería ella quien contrató a la chica? -Nosotros tampoco, Sammy. Y si vieras cómo es, vividora, mal pensada, hace cosas malas, pero él no lo ve debido a su deseo de olvidarte. -Los extraño tanto, Sol. No sé qué hacer, cada vez me derrumbo más. No sé qué habría sido de mí si no estuviese embarazada, mi pancita mantiene la alegría en mí. -Ey, arriba el ánimo, sé que es difícil para ti, pero se solucionará. Aún no sabemos si es serio lo de ellos, la hemos visto solamente dos veces. –Su voz sonaba tan tierna, hacía tanto que alguien no me hablaba así, pasé a ser la mala de la película de un día para el otro. –Escucha, tengo ganas de ir a visitarte, de acariciar esa pancita, a mis sobrinos. ¿Tienes tiempo para mí? -Seguro, estoy libre todos los días, el médico no me deja hacer muchas actividades. -De acuerdo, el viernes 27 estaré llegando.
Era emocionante volver a ver a Sol, hacía tanto tiempo que no los veía, que no estaba con ellos. Me hizo realmente bien su llamado y saber que vendría a verme en 4 días. El día viernes llegó rápidamente. La recibimos en casa de mi madre, ya que era una casa inmensamente grande y allí sólo vivíamos nosotras dos. Sol dejó sus cosas en la habitación que mi madre había preparado y luego compartimos una charla.
-¿Cómo está él? –Dije sin querer nombrarlo, no quería comenzar con el tema de las lágrimas. -Está… bien… o algo así. A decir verdad, él ya no es el mismo, pero es temporal, lo sé. Está pasando por un momento de reencontrarse consigo mismo. Cree que vivió lo que vivió por confiar demasiado en algunas personas. -En mí… -Interrumpí. –Pero yo no tengo la culpa, Sol, fue todo un malentendido. -Lo sé, Sam, Ariel me contó todo. Por esto estoy aquí, porque quiero ayudar a que tú y Abel sean felices. –La miré a los ojos y sonreí con tristeza. -¿Hace cuánto la conoce? –Pregunté, necesitaba saberlo. -Ella lo buscó el 10 de mayo en el hotel, luego del recital en el Luna, para sacarse foto. Después, no sabemos cómo, pero supo que entre ustedes ya no había nada, y se empecinó en estar cerca de él… -Y como él vio una posibilidad de olvidarme, la aceptó… ¿Es eso? -Sí, Sam… Pero, por más que Abel no quiera admitirlo, vemos que es inútil, que aún te guarda en lo más profundo de su ser. Estamos todos realmente muy tristes con todo esto. ¿Tienes una idea de lo que es no verlo sonreír? Ariel está muy preocupado, y creo que es por eso que me contó la charla de ustedes.
Estaba tan confundida con todo lo que sucedía. Ellos me decían que todavía sentía algo por mí, pero todo se contradecía al momento en que mis llamados eran ignorados. Algo sucedía y sólo él lo sabía.