Capítulo 49

49 4 0
                                    

Capítulo 49:

<<ABEL>>

Me puse una vestimenta especial para evitar que entrasen en la sala gérmenes, ya que los bebés que se encontraban internados eran muy pequeños y estaban propensos a obtener alguna enfermedad.

-Este de aquí es su hijo, ¿han decidido el nombre del pequeño? –Preguntó el doctor. -Sí… -Recordé que Solange me había contado que Samantha ya los había escogido. –Él se llama Federico. El doctor anotó el nombre de mi hijo en una ficha que se encontraba en la cuna. -De acuerdo, sus hijos nacieron de 32 semanas, necesitamos tenerlos aquí durante un mes para brindarles el cuidado que ellos necesitan. Federico pesa 1,502 Kg. y mide 41 cm. Debe llegar, como mínimo a los 2,500 kg. –Lo veía ahí en su cunita y se me llenaban los ojos de lágrimas, aún no podía creer que era papá y que ese almita tan pequeñita era mi hijito. Era tan hermoso, quería abrazarlo, tenerlo entre mis brazos. -Es… simplemente maravilloso. -Sí, lo es, todos lo son, tan tranquilos, durmiendo, sin tener idea de lo que sucede afuera. Bueno, ahora voy a presentarte a tu hija. Ven. –Lo seguí, nos paramos frente a una cuna de color rosa. -¡Hola mi princesa! –Dije y apoyé mi mano en el vidrio de la incubadora. Ella estaba allí, durmiendo como un ángel. –Su nombre es Alma, doctor. -Muy bien, Alma pesa 1,357 Kg. y mide 39,7 cm.

Les tomé una foto a cada uno para mostrársela a mi familia. Eran dos bebés hermosos. Pensaba y pensaba, hacía un año atrás no tenía pensado tener hijos y ahora tenía mellizos. Comprendí que mi vida había dado un gran giro y que, por más triunfos y derrotas, todo cambiaba para bien.

Los días pasaban, y mis niños crecían tan saludables. Pero la situación de Samantha me aturdía. Estaba allí, en la cama, inmóvil, ya no movía ni sus dedos y me torturaba pensar que ella estaba empeorando y que, algún día, podría llegar a perderla.

Desde que llegué al hospital hacía más de un mes, lo único que hice fue quedarme con ella y no apartarme de su lado. Es que comprendí que no podíamos estar separados, ambos éramos fuertes, pero sólo si estábamos juntos, complementándonos. Y sabía que así la ayudaría a salir adelante.

-Ya conocí a nuestros hijos, mi amor. –le dije al oído a Samantha cuando me permitieron verla. –Son hermosos, dos pequeños ángeles, tan tranquilos. –Comencé a llorar desconsoladamente. -¡Te necesito aquí, Samantha! ¡Te necesitamos con nosotros! No sé cómo seguir sin ti, todo esto es tan nuevo… voy a ser un gran padre para los pequeños, pero te necesito aquí en mis brazos para ser el hombre que fui en algún momento…

Sin Luz Propia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora