Capítulo 30:
-No estés mal, mi vida, vas a hacerme sentir peor. -Lo siento, Abel, perdón. Te amo, éxitos. Ve, tu vuelo se va. –Dije tratando de aparentar estar un poco más tranquila. -Nos vemos, mi reina. Cuídate, ¡te amo! –Corrió hacia el pasillo, rumbo al avión. Me quedé sentada en la sala de espera, me dolía el vientre y me quedé allí por unos minutos. Alguien se acercó hacia mí y me pasó un pañuelo.
-¿Puedo hacerte una pregunta? –Dijo el hombre que me pasó el pañuelo, traía una cámara fotográfica colgando, supuse que nos había estado espiando. -Dime. -¿Tú eres la pareja del cantante Abel Pintos? -No voy a responderte eso. –Dije mientras secaba mis lágrimas. -Pero tengo fotos de ustedes dos, abrazados, y besándose… Es mi trabajo, lo siento si me entrometo en este momento, vi que estaban mal los dos. Pero necesito saberlo, Samantha, hemos averiguado todo de ti desde la primera foto que apareció de ambos aquí… -Insistía aquel hombre. ¿Cómo que sabían todo de mí? Era lo último que necesitaba hoy. -Entonces las fotografías responderán tus preguntas. Disculpa, debo irme. –Le devolví el pañuelo y me dirigí hacia mi auto. Coloqué las llaves y encendí el motor. Mi teléfono comenzó a sonar, era un mensaje de mi madre.
…En cuanto Abel suba al avión, necesito que vengas a casa… Fui a verla, me esperaba con algo que me quitaría el sueño.
-Escucha, sé algo por vieja y por madre. –Dijo mientras me sentaba a su lado. -¿Qué dices? –Pregunté confundida. -Estás embarazada. -¿Cómo piensas eso, mamá? -No me crees, toma. Haz la prueba. –Me entregó una prueba de embarazo. -De acuerdo, lo haré, y verás que te equivocaste.
Fui hacia el baño y realicé la prueba, dejé el dispositivo en reposo para esperar el resultado. Una sola línea era negativo, dos, positivo. Fueron los minutos más largos de mi vida, sentía que mi corazón iba a explotar mientras rogaba que diera negativo. El pequeño lapso de tiempo se terminó y, con mis manos temblorosas de nervios, sostuve el dispositivo. Allí estaba yo, viendo la realidad, era tan clara, tan marcada, tan sobresaliente la segunda línea, me decía a gritos lo que yo no quería aceptar. Sí… Estaba embarazada… Arrojé la prueba de embarazo al espejo y apoyé mi espalda en la pared para caer al suelo llorando.
-Hija, ¿qué sucede? –Preguntó mi madre, asustada, al escuchar el ruido del espejo. -Tenías razón, mamá, voy a tener un hijo. -¿Y por qué tus lágrimas, Sam? –Se sentó a mi lado y me abrazó. -Porque… no sé… no sé de quién es, mamá. –Temblaba tanto, un frío escalofrío comenzó a recorrer mi espalda. -¿Cómo dices? –Mi madre estaba sorprendida. –Escucha, no te hagas la película en tu cabecita porque te va a jugar en contra. Sabes que debes cuidarte más que nunca, todas hemos tenido complicaciones en nuestros embarazos en esta familia, hija. Sólo importa tu bienestar y el del bebé. Nada de problemas, por favor.
Pasé dos días pensando y pensando. Mi vida cambiaría para siempre. Debía decírselo a Abel, debía hacer un examen de ADN. Deseaba con el alma que mi hijo fuese de Abel. Me resultaría un gran dilema si fuese de Matías. Decidí ir al médico para estar bien segura de mi embarazo antes de comunicarle nada a Abel.
-Felicitaciones, señorita Agrelo, va a tener mellizos. –Dijo la doctora con una gran sonrisa. Aquello fue la respuesta a mis dudas, no era sólo un niño, eran dos. Debía decírselo Abel, ya no podía seguir dando vueltas. Le envié un mensaje de texto.
…Necesito hablar, Abel. Llámame cuando estés desocupado, por favor. Es urgente, mi amor…
-Hola… -Contesté el teléfono nerviosa, me llamó apenas envié el mensaje, siempre me llamaba al instante. -¿Qué sucede, Sammy? –Dijo preocupado. -Hay algo muy importante que debes saber… Pero esto no significa que tú vas a dejar de lado tus obligaciones, seguiremos como siempre… -Mi amor, ¿qué pasa? -Estoy embarazada… voy a tener mellizos… -Hizo una incómoda pausa, el silencio me carcomía. -¿Abel, estás? -Vamos… ¿Vamos a ser padres? –Dijo nervioso y se lo escuchaba contento. -Ese es el problema… ¡Dios! Cómo deseo que sean tuyos, Abel. -Oh, ya entiendo. –Su voz cambió repentinamente, estaba como decepcionado. –No importa, princesa, si no son míos, yo voy a amarlos como si lo fueran, y vamos a ser la familia más feliz del planeta.
