Capítulo 2

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Capítulo 2: 

-Hola, soy Natasha, la novia de Abel. ¿Tú quién eres? –Dijo la chica. No pude verla bien, por la oscuridad. Era de cabello negro, muy maquillada y bien vestida. No me gustó la forma altanera en que se presentó. ¿Abel tenía novia? Y nosotras nunca lo supimos. Bueno, al fin y al cabo, era su vida privada, él podía hacer y deshacer lo que quisiera. -Hola, soy Samantha, seguidora de Abel. ¡Mucho gusto! No sabía que él tenía novia, creo que nadie lo sabe… -Dije por debajo, devolviendo el trato. Abel cruzó corriendo la calle y entró en el auto. -Natasha, disculpa la espera, quería saber si mi hermano y los muchachos estaban bien. Ella es… -Dijo Abel señalándome, pero ella lo interrumpió. -Samantha, una de tus fans. –Dijo arrogante. -y… Samantha, ella es Natasha… -Dijo Abel, presentándola pero también lo interrumpí. -Tu novia… -Dije sonriendo. –Descuida Abel, ya nos presentamos. -¡Perfecto! –Dijo mirando hacia abajo. –Natasha, ¿sabes lo que sucedió? Un parlante se desprendió del escenario, y, de no haber sido por mi, Samantha habría quedado herida. –Dijo entusiasmado, pensé que ahora estaba en deuda con él, por cómo lo decía. Natasha no dijo una palabra durante el trayecto.

Al llegar al lugar de destino, Abel bajó del auto y me abrió la puerta, luego abrió la puerta de su novia. Era hermoso el lugar. Una casa en medio de un extenso terreno repleto de árboles. Al entrar, el hogar estaba lleno de gente. Me presentó a cada uno de los integrantes de la banda, a su familia, incluso a la familia de Natasha.

Todos se fueron a acostar, menos Abel, su madre y Natasha. La habitación que tenían vacía, tenía goteras en el techo, por lo que no sabían donde iba a dormir yo. -Duerme en mi cuarto –Dijo Abel y luego corrigió –Llevamos la cama a nuestro cuarto, es inmenso, vas a creer que estás sola. -No, es demasiado Abel, no creo que a tu novia le guste, no, yo puedo dormir aquí. –Dije tratando de cambiar la cara de su novia, pero ella no hizo ni el esfuerzo, estaba enfurecida. Tampoco dijo nada.

No se como fue todo, pero terminé durmiendo en la habitación de Abel Pintos. ¿Quién iba a decirlo?

Al despertar, no quise ni abrir los ojos, primero, porque desde la ventana entraba mucha luz; segundo, quería recordar aquel sueño tan hermoso en el que conocía a Abel. Era la primera vez que soñaba con él y, a decir verdad, había sido raro; ¿cómo mi cabeza iba a inventarle una novia? Era muy gracioso, pero bello a la vez. Comencé a estirarme y noté algo fuera de lo común. ¿Desde cuando mi cama estaba pegada a la pared? Abrí los ojos, no era mi habitación.

-Parece que ya despertó… -Dijo una mujer, se la oía lejos. Busqué con la mirada en la habitación para encontrar de dónde provenía la voz. Al final del cuarto, estaba Abel Pintos acostado en otra cama. Grité asustada, osea, ¿desde cuándo una se despierta y ve tal bombón en la habitación? -Tranquila, Sam. –Dijo Abel, con esa hermosa sonrisa. -Pero… Pero… ¿No estaba soñando? –Pregunté asombrada. -No sé qué soñabas, pero ya despertaste. –Respondió el flaco. -Ay, pobrecita… -Dijo Natasha, delirante, salió de la habitación y cerró la puerta con un gran golpe. -No le caigo bien, ¿verdad? –Pregunté mientras acomodaba mi cabello. -No te preocupes, ella es así siempre. –Respondió Abel, quien se levantó de la cama y caminó hacia la ventana. Para sorpresa de mis ojos, él estaba en ropa interior. -¡Qué hermosa vista! –Dijo admirando el paisaje de la mañana neuquina. -Sí… -Respondí, yo admiraba otro paisaje. Luego caí de la nube y recordé que anoche no había llamado a mi novio, y a estas horas, debía estar furioso. –Abel, ¿puedo pasar al baño? Debo hablar con mi novio… -Novio… -Se quedó mirándome unos segundos –Claro, pasa por esa puerta. –Dijo, mientras la señalaba. Tomé mi bolso y me encerré en el baño.

El baño era lujoso. Tomé mi celular y vi la hora, eran las nueve de la mañana. Busqué el número de mi novio y lo llamé.

-Hasta que me recordaste… -Dijo Matías. Sí, estaba enojado y, ahora, se pondría peor. -Hola amor, disculpa. Anoche fue una larga noche, el clima está horrible, una gran tormenta se desató, un parlante voló y casi muero… -¿Dónde estás ahora? -Estoy… no vas a creerlo. Estoy en la casa de Abel Pintos. –Dije nerviosa, no quería ponerlo irritante. -¿Cómo dijiste? –Su voz cambió, más gruesa, oh! -Sí, yo estaba por sacarme una foto con él, un parlante voló y él me salvó. Cuando quise buscar a mis amigas, ya no había nadie en el predio, por la tormenta. Entonces Abel me ofreció hospedaje, sólo es eso. -De acuerdo, avísame cuando estés por volver. Anoche me quedé hasta tarde esperándote y tengo sueño. Adiós. –Dijo, quise contestarle pero él cortó. No iba a ponerme mal por él después de la hermosa vista que tuve hace unos segundos.

Lavé mi rostro, busqué mi bolsa de maquillajes, delineé sencilla pero prolijamente mis ojos, me maquillé con un tono muy suave, nada de muchos colores, cepillé muy bien mi cabello, me miré varias veces al espejo antes de salir del baño. Al abrir la puerta, Abel estaba sentado en el suelo, pegado a ella.

Sin Luz Propia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora