Capítulo 8

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Capítulo 8:

El velorio comenzó a las ocho de la mañana, y el entierro sería a la una de la tarde. Acompañé a Abel a la sala velatoria pero la entrada era prohibida para mí. No entendía por qué, yo no había hecho nada.

-Samantha no tiene la culpa. –Dijo Abel a la madre de Natasha. -No la quiero aquí dentro, respeta mi pérdida. –Dijo ella. –Tampoco la quiero en casa, váyanse. –Finalizó. Abel sacó sus llaves del auto y nos subimos en él.

-Abel, yo puedo quedarme aquí, en el auto, tú ve, necesitas estar allí. –Dije -Volveré dentro de un rato. Ahora iremos a buscar tus cosas y te llevaré a un hotel, debes descansar bien. Esta tarde, luego del entierro, yo dormiré unas horas y comenzaremos el viaje. –Dijo Abel.

Al llegar a la casa de Natasha, tomé mis cosas y Abel me dio una pequeña caja.

-Toma, quiero que la lleves contigo. –Dijo mientras me la entregaba. Yo la abrí, allí había collares, pulseras, aros, muy lujosos, hermosos, pero eran de Natasha. -No puedo, son de ella. –Dije y traté de devolvérselos. -Necesito que tú los tengas, son todos obsequios que yo le hice, y después del mal gesto que su madre tuvo conmigo al prohibirte la entrada, te los doy a ti, no quiero que ella se los quede. –Dijo sin aceptar la caja.

Salimos de la casa y nos dirigimos hacia la ciudad. Paró en una casa de celulares y se bajó del auto.

-Espérame aquí. –Dijo y desapareció. A los quince minutos regresó. Subió al auto y me entregó una bolsa. La abrí, había un teléfono celular. –Anota mi número y llámame. –Dijo, abrí la caja, saqué el celular y anoté su número, lo llamé para que quedara mi número registrado en el suyo. –Ahora sí, vamos al hotel. Ya tienes como llamarme en caso de emergencia. –Dijo sonriendo. Me llevó a un hotel cinco estrellas. Muy lujoso, pero me enfadé. -Abel, no hace falta que me traigas a un lugar así. Yo trabajo con el turismo y sé las tarifas de todo, no voy a dejar que gastes tanto en mí. –Dije y se sorprendió. -Cuando yo regrese, quiero que me cuentes esa historia de tu trabajo, me intriga. –Dijo sonriendo, me encantaba la forma en que me cambiaba de tema, pero mi cara no cambió. –Amor, aquí tienes spa, tienes piscina, tienes gimnasio, tienes cómodas habitaciones, servicio a la habitación las 24 horas, seguridad, de todo, puedes disfrutar y estar a salvo durante el tiempo que yo no esté a tu lado, después de lo de anoche, no quiero apartarme de ti. –Dijo con esa mirada tierna que me enloquecía

Me quedé en el hotel y decidí disfrutar de sus servicios. Me hicieron un fascinante masaje, que dejó mi cuerpo como nuevo después de lo ocurrido anoche. Luego fui al gimnasio para hacer mi ejercicio de todos los días y luego fui a almorzar al restaurante.

Comenzó a sonar mi celular nuevo. Era número desconocido, sólo podía ser él, nadie más tenía mi nuevo número.

-¡Mi alma! –Dije y no respondió. -¿Estás allí? –Pregunté. -¿Puedes repetirlo, por favor? –Dijo contento. -Mi alma… -Dije nuevamente. -¡Gracias! Me robaste una sonrisa. ¿Cómo estás?-Preguntó. -Me alegro. –Respondí. –Muy bien, fui al spa, que por cierto, es un lugar de los dioses, luego me ejercité un poco y ahora estoy por almorzar. ¿Tú cómo te encuentras? -Bien, tratando de luchar con todo esto. Estoy yendo al hotel, ya acabó todo. –Dijo con un triste suspiro. -Okey, entonces te espero para almorzar juntos, estoy en el restaurante.

Almorzamos juntos y luego nos dirigimos a la habitación. Mientras él hacía una llamada, yo me tomé una ducha rápida, luego se bañó él. La habitación tenía sólo una cama matrimonial, se notaba que la había pedido así sin que yo opinara. Para sorpresa mía, el señor salió del baño con una toalla que le cubría de la cintura para abajo. Yo ya me había puesto algo cómodo para descansar un rato.

-¿Por qué sales así del baño? –Dije tapándome los ojos con las manos pero abriendo los dedos para poder verlo. Yo me encontraba en la ventana mirando hacia fuera. Él se acercó hacia mí y, sin decir una sola palabra, me tomó muy fuerte por la cintura y comenzó a besarme apasionadamente. Él era como una droga que recién comenzaba a probar, pero que ya me había hecho adicta. Toqué su espalda húmeda aún por el agua del baño, recorriéndola hasta llegar a la toalla. Me alzó y situé mis piernas alrededor de su cintura. Caí sobre la cama y él encima de mí. Nuestro beso se interrumpió cuando él me sacó la remera, me contempló varios segundos, yo no me había puesto mi ropa interior.

Miré sus ojos deseosos, y quité la toalla de su lugar. Él se volvió a recostar sobre mí. Sus manos recorrían todo mi cuerpo, yo no aguantaba más.

Sin Luz Propia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora