Cap. 35:
Mis pequeños tenían ya tres meses de gestación, mi soledad se veía un poco consolada con las dos vidas que llevaba en mi vientre. Pensar en ellos, en tenerlos algún día entre mis brazos era una alegría a mi corazón, una caricia a mi alma. Como ya definitivamente me había instalado en la casa de mi madre, decidí vender mi departamento, en el cual yo no estaba viviendo y no tenía por qué darle casa a Matías, debían ser completamente al revés las cosas, pero era lo que había. Fui al departamento a buscar lo que quedaba de mi ropa y para decirle a Matías que debía irse en un par de semanas porque yo ya lo había vendido. Al entrar, lo vi con alguien que me llamó la atención porque lo conocía de algún lado, pero no recordaba de dónde.
-Samantha, te presento a mi amigo Germán García. –Recordaba aquel nombre también, se me vino algo a la mente. -Mucho gusto, soy Samantha. -El gusto es mío. –Respondió educadamente Germán. -Matías, voy a llevarme las últimas cosas que quedan en mi habitación. –Me dirigí hacia el cuarto y me escondí detrás de la puerta para escuchar su conversación. -No me recuerda… -Dijo Germán. -No, al parecer, de tantos nervios que ella tenía, no recuerda ni el rostro del Dr. García. Tengo suerte de que sea tan despistada. –Eso era, logré recordar de dónde lo conocía. Era el doctor que me realizó… el examen de ADN. ¿Qué demonios? ¡Son amigos! Entonces… Matías se aprovechó de mi situación para quedar bien parado. ¡Y le salió tan bien el plan al desgraciado! Tomé el bolso y salí de la habitación. Me acerqué a él y le arranqué unos cuantos cabellos, con eso bastaría para realizar una nueva prueba de ADN.
-¿Qué haces? –Se pasó la mano por la cabeza. - Descuida, no haré brujería. –Se quedó mirándome desconcertado. -Escucha, tienes hasta fin de mes para irte de aquí, yo no tengo por qué darte casa si tú tienes demasiado dinero. Vendí el departamento, es hora de acabar con esto. -Sammy, ¿podemos hablarlo luego? –Preguntó avergonzado. -No hay nada de qué hablar. –Reí irónicamente. –Adiós, Matías. –Dije y luego me dirigí a Germán. –Un placer haberlo encontrado nuevamente, Dr. García. –Se quedaron mirándome sorprendidos.
Al salir del departamento corrí al hospital donde trabajaba la madre de mi amiga Florencia.
-Clara, necesito que me lleves con algún médico de confianza para realizar una prueba de paternidad. –Le pedí a la madre de mi amiga. -De acuerdo, voy a derivarte con la doctora Sara Medina. –Mientras caminábamos hacia el consultorio, me hizo una pregunta. – ¿Te casarás finalmente con Matías, Sammy? -Oh, no, no lo haré. Jamás iba a hacerlo, fue una trampa suya para alejarme de… Abel… -Y lo consiguió… Siento mucha pena por ti, cariño. Pero todo va a mejorar...
La Dra. Medina me atendió rápidamente.
-Hoy es… -Miró el calendario. –lunes 12 de agosto, tendrás tus resultados luego del 22, tardará diez días, pero te daré el verdadero resultado. –Dijo luego de oír mi problema. La doctora me transmitía seguridad, y los nervios aparecieron nuevamente. Pero en mi interior sabía el resultado, la verdad, y siempre lo supe, sólo que, como siempre, Matías había logrado engañarme.
Por suerte, esta vez lo tomé un poco más tranquila. Nada me quitaba de la cabeza a Abel, sentía tanta angustia, hacía un mes y medio que ya no estaba si quiera a la distancia. Recordé aquel beso en el aeropuerto la última vez que lo vi. En ese momento algo muy fuerte me decía que era el último beso, algo me decía que lo besara con tanta pasión para guardarlo en mi memoria. Si tan sólo ese día hubiese sabido todo esto, con mucha firmeza me habría ido con él.
…No empieces con el “qué habría pasado si…” porque eso no sirve de nada. Todo pasa por algo, si no, no habría sucedido. Si no estuviese escrito en nuestros destinos el encontrarnos, ni nos habríamos conocido y yo no te amaría hasta doler, como lo hago…
Aquellas palabras quemaban mi mente, resonaban en mi cabeza, le dolía amarme. Lo extrañaba tanto, mi vida había dado un gran giro. Había vendido mi departamento, había renunciado a mi trabajo, forzadamente me alejé de la familia Pintos, sólo me quedaban mis hijos, eran lo único que le daba un sentido a esta amarga vida.
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