Capítulo 47:
…Estaba inmersa en una gran tristeza, el no poder llorar, desquitarme, me ponía peor… No sabía qué pasaría conmigo y con mis hijos, aunque ellos estarían bien porque los médicos eran muy responsables. Me daba miedo no despertar jamás, no poder ver crecer a mis niños, no ser parte de su vida, no disfrutarlos…no volver a hablarle a Abel, no volver a besar sus labios, a acariciar su piel, no volver a ser suya…No quería pasar mi eternidad postrada en esta cama, conectada a qué se yo cuántas máquinas…
…Cada vez que pensaba en aquello mi corazón me delataba y caía en un profundo sueño para “despertar” luego de varios días…
…Luego de escuchar varias conversaciones entre mi madre y la madre de Abel, deduje que ya había comenzado el mes de diciembre y estábamos en el día 13. Había estado inconsciente durante muchos días, ya que la última fecha que recordaba era de noviembre…
…Aquella noche fue cuando mi miedo salió a la luz. Debido a mi inmensa tristeza y a mi cabeza que no paraba de pensar desesperadamente, tratando de despertar, otra escena igual a las supuestas anteriores sucedió…
…Pero esta vez era más grave porque sentía un espantoso dolor en mi vientre, y no podía decir nada, tenía tantas ganas de gritar y me era imposible. Estaba agonizando, y nadie en la habitación lo sabía…
-Hola mi amor, ya vine a cuidarte. –Dijo Abel mientras me daba un dulce beso en la frente. – ¿Qué es esto? ¡Hay sangre en su cama! –Sentí que levantó la sábana. –Laura, mamá, ¡Samantha está perdiendo sangre! ¿Cómo no lo notaron? -¡Doctor! ¡Enfermera! ¡Auxilio! –Salió gritando mi madre.
…¿Sangre? ¿Qué pasaba con mis hijos? ¿Qué pasaba conmigo?
-Tiene la presión muy alta. –Escuché que hablaba el doctor. –Enfermera, prepare la sala de parto, vamos a realizar la cesárea ya, antes de que ellos tres corran más riesgos. -¿Qué? Doctor, ¿qué sucede con Samantha? ¿Mis hijos van a nacer hoy?
…¿Mis hijos iban a nacer hoy? Y yo estaba así, ¿no iba a poder abrazarlos? ¿Es que, acaso, todo lo que yo había soñado, se perdería y quedaría en la nada? El dolor aumentaba y perdía mis fuerzas para mantenerme “despierta”, hasta que dejé de oírlos y el silencio regresó para hacerme compañía…
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