El dolor que reinaba sobre su cuerpo resultaba indescriptible, el más pequeño de los movimientos desataría el infierno sobre cada fibra de su ser; el simple hecho de respirar y mantener la conciencia resultaba en una condena insufrible.
Su visión era deplorable, ojos irritados e imposibles de enfocar y reconocer el resto de elementos de su lúgubre entornó, incapaz de divisar más allá de la gruesa cortina de humo negro y partículas de polvo que le arrebataban constantemente la oportunidad de apreciar algo.
Valiéndose únicamente de su sentido auditivo para mantener la consciencia y fuerza que aun poseía, estremeciéndose tan pronto aquel pitido eterno desapareció para dar camino a las burlescas y desagradables carcajadas de una voz familiar.
— ¡Enfréntame!
Explosiones, temblores y nuevos brillos destellantes decoraron el oscuro escenario, dispersando las cortinas de humo para levantar una vez más el polvo y la tierra que afligieron sus pulmones junto a su complejo respirar.
Se obligo a cerrar los ojos con fuerza, tomando mayores y más fuertes bocanadas de aire, abandonando las alertas de su cerebro ante el dolor para ordenarse abandonar el suelo y recobrar el porte erguido. Movimientos lentos, tortuosos, sin energías que solo incrementaban la sensación de mareo ante la pérdida de sangre por causa de todas aquellas heridas mortales sobre su ser, piernas, brazos, y aquella que surcaba su estómago, desprendiendo en ritmo alarmante el escape de liquido vital que se filtraba por aquella improvisada barrera de contención que presionaba con su mano izquierda.
La consciencia misma como elemento que amenazaba con abandonarle en conjunto al ultimo suspiro de vitalidad, solo unidas a su existencia a través de su coraje y fortaleza de no aceptar la derrota, aun cuando esta fuera inminente.
Una nueva explosión lo nublo todo, permitiendo a sus odios distinguir el sonido de un objeto cayendo e impactando con fuerza contra el suelo, secuenciado a las imborrables carcajadas burlescas de quien se mantenía en posición firme sobre los oscuros y demenciales cielos del lugar
— ¡Enfréntame!
La orden fue pronunciada con el mismo tono de arrogancia y diversión.
Fuertes ráfagas de viento serían las causantes de disipar toda la neblina y oscuridad, permitiendo finalmente a sus irritados ojos apreciar el entorno.
Algo que deseaba no haber hecho.
La tierra, alguna vez fértil, se mostró inundada por cuerpos inertes, algunos convertidos en solo pilas de carne, sangre y hueso que se encargaron de atrofiar su olfato con los más horrendos y nauseabundos olores. Grietas, las marcas de impacto y actual zona de descanso de los caídos que habían intentado dar la batalla en contra de quien ahora mantenía el silencio. La ultima fisura en el suelo, aquella de mayor tamaño y cuyo rastro de tierra y polvo aun se encontrará en descenso desvelaba la familiar figura masculina de piel porcelana y cabellera, ahora desarreglada, castaña, brindándole una revelación silenciosa cuando la, alguna vez blanca, gabardina se convertía en pequeñas partículas de luz hasta desvanecerse por completo, confirmando la caída de su ahora difunto portador.
Su mirada, ahora impedida por las lagrimas del dolor y la desesperación, permaneció fija en aquella figura, anhelando con sus restantes fuerzas que se levantará una vez más, que no se uniera al destino de la criatura abisal cuyo cuerpo cercenado reposaba a un par de metros de distancia, carente de todo rastro de vida.
— ¡ENFRENTAME!
El llamado retumbo con gran fuerza por el nuevo cementerio, despertando los temblores de miedo y negación de los que tanto había escapado, obligándole a levantar la mirada para enfrentar, finalmente, al ser responsable de todo aquello.
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Onirkos
FantasyLos estragos del pasado continúan resonando cual eco en la vida de aquellos que se adentraron a las tierras desconocidas, enfrentando los males impensables y escapado en los mares de la tristeza y la perdida; el tiempo a pasado y algunas cicatrices...