Capítulo 11: Celeridad

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Tercer amanecer que apreciaba desde un sitio inesperado, lejos de todo aquello a lo que se había acostumbrado, testigo de un escenario, si bien, no desconocido en sus experiencias, era divisado con brillantes ojos de extrañeza. Acampar y permitirse el arrullo bajo la infinidad del cielo nocturno colmado de astros inalcanzables, sobrellevando los fríos vientos silenciosos con resguardo del fuego de una fogata improvisada eran situaciones a las que, con mayor frecuencia en los últimos tiempos, había llegado a acostumbrarse, sin embargo, todo aquello denotaba su disturbio al cambiar la única silueta familiar de compañía por la de nuevos miembros.

Dos infantes que, de manera no proporcionada, compartían un mismo espacio sobre el duro y firme suelo de tierra, con rostros de placer ante el descanso, no afectados por cambiar la suavidad de una cama por la rigidez del nuevo sitio. Lusyé, con su característico dormir, mostraría su cuerpo extendido en plenitud, utilizando el pecho de su hermano como espacio para descansar su cabeza, por su parte, Rydtcher conservaría su postura original de descanso, permitiendo una de sus manos proteger su propia cabeza mientras la mano restante reposaría tranquila sobre la cabeza de su hermana; siempre pendiente de su estado aun encontrándose ambos dominados por el sueño.

Un par de metros lejos, sobre las ramas altas de unos árboles cercanos, Lúika se encontraría danzando en compañía de una numerosa colonia de murciélagos que habían decidido transitar por el lugar, en búsqueda de alimento, terminando en cautiverio de la Banshee que había encontrado diversión en atormentarlos con la sonoridad de sus lamentos; deleitada por perturbar los sentidos de animales indefensos, una prueba más de la crueldad que le identificaba.

La mujer era sencillamente cruel por naturaleza y placer.

Era una realidad a la que debió enfrentar, con premura, luego de su abrupto despertar, días atrás, al ser liberado de la capsula metálica.

Su mente se encontró afligida, confundida y mareada. Había enfrentando la desesperación al saberse cautivo y, posteriormente, invadido por el pánico al reconocer su presencia dentro de un nuevo limbo, ignorando inicialmente la presencia de otras personas a su alrededor; por instantes, su infierno personal pareció resurgir de lo más profundo y oculto de su interior para dominarlo nuevamente. Impotencia y negación a enfrentar aquel escenario al que había sido sometido durante años.

El llamado de sus estudiantes, externos o incluso la propia voz del Brell no funcionaban para liberarlo del bloqueo en el que había caído, olvidando por completo lo que había presenciado antes de ser tomado.

Un nuevo destello y la silueta familiar de Kai fueron el punto critico de su cordura, incrementando la ansiedad y desesperación, consumiéndose por sus propios miedos hasta reconocer el estado, igualmente afectado, de su hermano. Divisar en él su mismo sentir de derrota y afectación pareció ser el estimulo necesario para permitirse un poco de falsa fortaleza, suficiente para emprender veloz carrera en un intento por alcanzarle, llamando su nombre y gritando lo que había presenciado hasta ahogarse con sus propias palabras cuando el cuerpo de Vipmon, tal y como llegó, comenzó a desvanecerse.

Sus gritos, perdidos en la ola de otros gritos de confusión y temor, fueron infructuosos, al igual que su carrera por intentar alcanzar la figura ahora ausente.

Tienes que tranquilizarte, tu alteración los afecta a ellos también —advirtió Brell, con un murmuro para no ser escuchado por otros, tan pronto alcanzo al consternado que no apartaba su mirada del sitio.

Se ha ido —Respondió, aun luchando por entender lo que sucedía mientras controlaba su propio alterado sentir.

Arkan, escucha con atención —Las manos de Brell se encargarían de tomar su rostro para asegurar tener su total atención— Vipmon es alguien fuerte, encontrará la manera de mantenerse a salvo, nuestro trabajo es calmar a todos los que están aquí.

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