Capítulo 43: Dominar

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Apocalipsis sería una de las palabras que podría usar para describir aquel dantesco escenario.

Combates que terminaban en muerte entre los seres irritantes de brea y aquellas grandes criaturas que, aún perteneciendo a su raza, no demostraban gran parecido a ella.

— No son los más fuertes —Atinó a murmurar la cazadora mientras continuaba su lento y tambaleante andar a través de los escombros, empleando su propia voluntad en mantenerse firme y evitar atraer atenciones indeseadas— De serlo, no quedaría nada.

Megikerr se mantuvo en silencio, la fatiga de llevar sobre sus hombros al elfo inconsciente le pasaba ya factura, en más de un momento, la idea de "ocultarlo" por ahí fue tentadora, pero la mirada desconfiada y dominante de la mujer, muy a pesar de su estado físico, era intimidación suficiente para no hacerlo.

Aún si aquello no fuera suficiente, su cuestionable código moral le impedía dejar atrás a alguien cuya baja respiración fuera suficiente prueba de aún conservar la vida, aunque, juzgando por las ocasionales expresiones de sufrimiento y sutiles quejidos, el elfo no se encontraba pasándola mejor que ellos.

Las fuertes sacudidas de la tierra, anticipantes a la posterior explosión de luces en la lejanía, lograron situar el punto objetivo de su destino, en el que Kia deseaba con ferviente fuerza sus pequeños no se encontrase involucrados, dudandolo cruelmente al recordar que se trataba de sus propios hijos, valientes e imprudentes en misma medida.

Su trayectoria continuo bajo tortuosa y desesperante lentitud, obligándose a detenerse por completo cada que se encontraban próximos a uno de los combates entre los seres.

— Cuando una de esas cosas pierde, se desintegra y desaparece, son bastante parecidos —Externó el mestizo Phironex al apreciar, por incontable ocasión, el deceso de uno de los seres de brea bajo las fuertes y también decadentes mandíbulas de un abisal cuyo destino le seguía, transformándose en cenizas que eran atrapadas por el cuerpo del abisal más próximo— Como los Phironex puros.

Los Phironex más fuertes tenían la posibilidad de resurgir de sus propias cenizas, no enfrentando temor alguno ante la muerte, sin embargo, se trataba de una probabilidad de alta variación con la cual no siempre se podía asegurar una salvación. Para los mestizos y razas mixtas, aquella posibilidad era plena inexistente, completamente nula. Al contar con características y habilidades interconectadas a las de otra raza, la muerte para ellos era la universal de todos los demás; un fin inevitable e innegable.

— Fuera de su habitad desaparecen más rápido, con menos dolor al parecer —Concluyo Kia estudiando los alrededores mientras se permitía descansar unos instantes, evitando en toda medida revivir aquel amargo recuerdo de su pérdida hace varios años atrás.

¿Las cosas hubieran sido diferentes si la muerte hubiera alcanzado a la abisal sobre la tierra firme?, Probablemente si, sin embargo, el resultado terminaría siendo el mismo. Donde deba existir la muerte, siempre la habrá.

— El sauce

El bajo murmullo de voz ahogada de Géraki fue audible para los otros dos presentes

Megikerr se apresuró en finalmente dejarlo sobre el suelo, agradecido de poder desprenderse de su denominado "peso muerto".
Kia miró con escepticismo y juicio crítico cualquier posible indicio de nuevo ataque bajo posesión del enemigo.

— Cuerpo... Débil... Sauce... Liberar

— Le jodí el cerebro con el ataque —Alegó el mestizo optando por llevar su atención de nuevo al escenario de batalla, estudiando todo cuanto le fuera posible de los enemigos.

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