La tensión del momento era casi palpable, contadas eran las ocasiones en las que Kia debía enfrentarse a un rival tan formidable, astuto y envalentonado que tuviera la audacia de mantenerle una mirada retadora con tal firmeza a la que le fuera complicado derribar.
No por nada siempre le habían advertido de lo peligroso que resultaba entrenar a pequeños super dotados, siendo cuestión de tiempo en que ambos pequeños se posicionaran en su contra, siendo Lusyé la de porte firme y actitud dominante quien le otorgará una de sus más complicadas batallas.
— Por última vez, ustedes se quedarán aquí y no hay discusión en ello —Sentenció la mujer, colmada en su paciencia, apelando a todo su autocontrol para no liberar su estrés y cometer un daño irreversible con su hija.
— ¡Siempre que nos separamos pasan cosas malas, ¿Por qué no lo entienden?!
Para Lusyé resultaba evidente que la decisión de separarse invitaba al caos y desastre, ya lo habían afrontado antes. El que las figuras adultas, autoproclamadas como expertas, se aferraran a la idea de dividir y separar al grupo cuando ya antes aquella táctica había resultado en catástrofe.
— Es un lugar que nunca antes hemos explorado, un peligro desconocido al que no deben exponerse —Fue turno del elfo padre de mediar y terminar aquella absurda discusión, profiriendo silenciosas plegarias para que sus palabras realmente fueran suficientes para calmar la creciente energía caótica de las mujeres en su familia.
— ¡Por eso mismo tenemos que ir tambien, podremos protegernos mejor! —la paciencia de la pequeña se había agotado, prueba de ello eran sus brazos alzados y ademanes energéticos que enfatizaban cada una de sus palabras.
Rydtcher conservaba el silencio, dudoso de ambas posibilidades. Comprendía el punto de sus padres al optar dejarles en el barco, para seguridad suya más que la propia de los pequeños, sin embargo, Lusyé tenía razón al argumentar la fuerza numérica, y tal como su padre lo había señalado, un territorio desconocido requiere de un mayor número de ojos alerta.
— Lusyé —llamó la mujer, con tono cansado y rostro exasperado, masajeando el puente de su nariz— el que ustedes se queden aquí nos permitirá a nosotros movernos sin la preocupación de vigilarlos a ustedes.
En aquel estado de frustración, la mente de la cazadora mantenía una lucha más fuerte contra su propia personalidad que en formular explicaciones que fueran de satisfacción tanto para ella como para la pequeña.
— No se trata de poner en duda sus habilidades, es la cuestión de mantenerlos a salvo de todo el peligro posible —Secuenció Géraki, luchando contra su propia agobiante migraña.
— También queremos que ustedes estén a salvo —Rompió finalmente Rydtcher, atrayendo la atención sobre él— Somos familia, tenemos que protegernos entre nosotros.
Un nuevo silencio de tensión se instauró en el sitio, otorgando un poco de calma reflexiva para los presentes.
— La indicación continúa, ustedes se quedan aquí —Sentencio Kia antes de disponerse a salir del camarote.
— ¡Podemos cuidarnos nosotros mismos! —Retó nuevamente la de coletas, negada a acatar aquella orden, tomando de su cabello el broche dorado que se transformó rápidamente en su arco— ¡También podemos luchar!
Kia detuvo su andar, convirtiendo sus manos en fuertes puños mientras exhalaba con hastío.
— Lusyé, aún no controlas tus ataques, no puedes moverte cuando disparas el arco —Señaló el elfo, avanzando hasta la pequeña, tomando con su prótesis la parte alta del arco— Tus ataques precisan que alguien cuide tu entorno, dime, ¿En un ataque masivo podrás realmente ayudar?
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Onirkos
FantasyLos estragos del pasado continúan resonando cual eco en la vida de aquellos que se adentraron a las tierras desconocidas, enfrentando los males impensables y escapado en los mares de la tristeza y la perdida; el tiempo a pasado y algunas cicatrices...