Capítulo 24: La tierra de los vivos

14 3 0
                                    

Gritos, furia, miedo, confusión, sorpresa, miedo e incluso llanto fueron algunas de las reacciones que tomaron su turno para dominar a cada uno de los presentes.

Estremecimiento de la tierra misma en respuesta al encarecido combate que lideraba la mujer cuyo límite había logrado ser sobrepasado con gran magnitud, manteniendo únicamente una fracción de su cordura para evitar el uso de sus fieles armas contra aquel varón que luchaba con toda su fuerza y temor por evitar caer víctima de los daños; uno de sus grandes miedos finalmente se veía cumplido.

Lo que había comenzado como un enfrentamiento de dos no demoró en permitir el acceso a un tercero cuyo bando no era claro, compartía la amargura de la mujer contra el aterrorizado hombre, anhelando también descargar su furia ante los silencios otorgados en su contra, sin embargo, también compartía culpas que lo señalaban como enemigo para la cazadora.

—¡La idiotez e imprudencia corre por sus venas! —Sentenció con firmeza al lograr atinar un golpe directo al estómago de Arkan, observándolo caer con fuerza sobre sus rodillas mientras sostenía el área afectada.

— ¡Matarlo a golpes no arreglará nada! —Compartiendo el descontento y maniobrando evasiones peligrosas para evitar los incontrolados ataques de la mujer, Vipmon se esforzaba por evitar más daño a su hermano y para si mismo— ¡Esta no es la solución correcta!

— ¡Si ambos dejarán de guardar secretos nada de esto hubiera pasado! —Una fuerte patada fue capaz de arrojar la corcesca varios metros lejos, secuenciada a un giro veloz para una segunda patada que arrojó al suelo al segundo varón— ¡El silencio es el inicio de todos los problemas!

Ambos hombres, de cuerpo cansado y respiración agitada, lucharon por levantarse del suelo, empleando las fuerzas restantes para evitar la nueva ronda de ataques de la cazadora.

— ¡Uno de ustedes callando cosas importantes y el otro actuando sin consultar! —Los reclamos continuaron, aún cuando su propia respiración se volvió errática.

Finalmente todas aquellas cargas y reclamos que había mantenido bajo control explotaron en una necesitada adrenalina y fuerza de ataque incontrolable cuyo objetivo era los dos irritantes hermanos que se aferraban a la esperanza de su calma.

Algo poco probable por causa de los últimos hechos ocurridos.

Un par de metros alejados, otro par de hermanos se mantenían con el rostro fijo en el suelo, escuchando los sermones y exigencias de explicación por parte de su figura paterna.

— ¿Desde hace cuánto tiempo es que Lusyé puede usar esa habilidad? —su tono, firme y carente del acostumbrado carisma al que los pequeños se encontraban acostumbrados, logró estremecer a los infantes.

Para Géraki los miedos solo habían incrementado, la inseguridad y el pesar de verse como una figura adulta en la que sus hijos desconfiaban a tal punto de no contarle sobre las habilidades ocultas de uno de ellos lograba herirlo mental y moralmente.

¿En qué había fallado para que sus pequeños no encontrarán seguridad de contarle aquellas cosas?

Su anterior sensación de seguridad de ser el guardián y protector de la familia fue quebrada ante la revelación de secretos por parte de aquellos a quienes suponía defender.

— Ha aprendido a controlarlo, no es peligroso —defendió Rydtcher, sosteniendo la mano de su hermana que se encontraba consumida por sus propios pensamientos.

— No he preguntado eso —Recriminó el adulto, frunciendo el ceño ante la ausencia de respuesta de su pequeña— Lusyé, necesito que me cuentes la verdad

Rydtcher observó a su hermana por unos instantes, incrementando la fuerza en el agarre de su mano.

— Siempre —Logró murmurar sin enfrentar la nueva mirada de desconcierto en su padre, comenzando una lucha contra sí misma por contener los crecientes deseos de llorar.

OnirkosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora