Capítulo 17: Fortaleza

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La adrenalina que rodeaba a los presentes resultaba ya incontenible, la tensión del momento así como el ya ensordecedor ruido de los bullidos y gritos divididos en protestas negativas y adulaciones a favor se convertían velozmente en solo ruido ambiental.

El calor del entorno solamente incrementaba cuando más interesados se unían,  curiosos o simples mirones que mostraban expresiones de desconcierto, jubilo y, otros más, determinados a enviar a lo más profundo de la infratierra su logística en finanzas para apostarlo todo; las apuestas habían cerrado hace varios minutos, más no fue impedimento para que los nuevos interesados se unieran al creciente sequito de admiradores.

Los informales y autoproclamados recaudadores se encargaban de tomar la ventaja en la situación, tomando las pagas para registrarlas en el improvisado tablero que habían creado en sobre una mesa. Los número habían cambiado drásticamente luego de los primeros encuentros, incrementando las apuestas a favor de aquella figura a quien se juzgó con malos ojos inicialmente.

Plata, oro, gemas, bisutería, armas e incluso carteles de encomienda para misiones fueron apostados, todo aquello que tuviera algún valor más alto que el cobre era bien recibido; inesperado cuando el pequeño saco de apuestas debió sustituirse por una serie de barriles ahora repletos de armamento peligroso y mortal. Pareciera no importar el desbalance y riesgo a la perdida al momento de apostar, resaltaba con mayor fuerza el morbo por conocer el final del combate que se había extendido ya por más de diez minutos.

Los rostros de cansancio, dolor y desesperación eran evidentes, alertando del fuerte desgaste y cansancio que los abrumaba con fuerza. Rostros empapados en sudor y cuerpos rígidos cuyo único movimiento se mantenía firme en evitar la derrota; un agarre firme en la mano derecha de cada uno, temblorosa y tambaleante, que se mantenía en feroz combate por no ceder a ninguna de las dos inclinaciones posibles.

Un combate de pulso que, comenzando como un simple entretenimiento, terminó por convertirse en el jubilo e interés de contables rostros curiosos.

Algo que comenzó como simple palabrería terminó por mostrar aquel escenario donde las dos figuras, de pie y posturas encorvadas, se valían de su fuerza física para evitar ceder ante la fuerza del adversario, no importando las ya notorias grietas que aquella mesa de abeto mostraba; cedería antes el objeto que aquellos dos.

La figura más alta, de corta cabellera flameante y piel en tono durazno mantenía sus ojos abiertos, filosas pupilas azules ya enrojecidas y humedecidas por el ardor del esfuerzo, sobre su frente se mostraban las venas resaltas, mismas que reflejaba su cuello; lo estaba pasando fatal, peor de lo que nunca antes hubiera imaginado.
Su fuerza de Phironex no resultaba suficiente para terminar a su favor el enfrentamiento, ni siquiera empleando su resistencia como mestizo de gigante, sus grandes músculos se mantenían tensos, ardientes y cansados, bajo aquel agarre firme que durante unos instantes bailaba a su favor y en su contra, un péndulo de desquiciante movimiento lento que pareciera jamás desvelar el final.

Creyó que sería fácil para él.

No negaba admitir que la sorpresa era ya insostenible, lo que había comenzado como una mera burla avanzó rápidamente al interés y culmino en su estado actual.

Había recibido, tal y como otros tantos como él, el aviso de la informante de renombre, una orden de informar todo avistamiento de dos infantes en compañía de un adulto. Al reconocer el nombre de la informante en cuestión, no dudo en tomar a su favor aquello para negociar un pago digno por lo que entraba a la taberna de su actual ubicación.

Contempló incluso la idea de transformar aquellos pedidos de información en una misión de escolta, ya premeditando la morbosa cantidad de la paga.

Desagradable fue su sorpresa cuando los dos pequeños, altaneros y desvergonzados, no demoraron en tratarle con inferioridad, señalándole como alguien indigno y no habilidoso para desempeñar el trabajo de toda su vida; niños a quienes anhelo partir el cuello en aquellos momentos.

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