Capítulo 38: Suplicio

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Mentiría al decir que aquel espacio de angustiante blancura no removía el terror más profundo dentro de su ser, no causando diferencia alguna el tener conciencia del incontable par de ojos que lo miraban con atención bajo un silencio de asombro, inquietud y desesperanza.

— ¡¿Vipmon?!

Una lejana voz familiar fue perceptible en sus oídos, sacudiendo levemente su cuerpo sin lograr plenamente el despertar de sus sentidos, algo complicado considerando que su vista fija en el vacío del entorno dominaba también su paralizada mente.

Una carrera apresurada y una sacudida desesperada en sus hombros le arrancó por completo del trance en el que se encontraba, apartando finalmente su atención del panorama blanquecino para reencontrarse con aquellos familiares ojos que hacía ya largo tiempo no había logrado divisar.

Su mente comenzó a trabajar de forma frenética, removiendo una gran complejidad emocional donde el instinto de querer atacar y destruir cualquier cosa era casi tan equiparable a la necesidad de llorar y maldecir todo lo existente, ¿Cuántas veces más tendría que enfrentar la amarga y desolada sensación de derrota al saberse atrapado dentro de un limbo?, ¿Era acaso su destino reencontrarse siempre dentro de la jaula distante del desquiciado en turno?, ¿Un recordatorio mortal e inquietante sobre lo frágil y temporal que era su existencia misma?; cual fuera la respuesta lo detestaría sin lugar a dudas.

La sacudida cada vez más violenta de su cuerpo lo obligó a gruñir y liberar un brusco manotazo para alejar a la presencia cercana de si mismo, tomando algunos pasos de distancia mientras regulaba su respiración agitada; no estaba feliz del reencuentro.

— ¿Qué ha sucedido en el exterior?

La cada vez mayor atención de los rostros presentes, conocidos y desconocidos, funcionó para plantar en su cuerpo el sentimiento de agobio e inquietud, ¿Tantas personas habían sido capturadas?, ¿Durante todo ese tiempo todos los presentes han permanecido dentro de aquel espacio confinado?

— Un gran desastre —Fueron sus únicas palabras, incapaz de sobrellevar las nuevas sensaciones de mareo y dolor dentro de su cabeza— Una catástrofe que debíamos impedir y todo resultó fatal.

Su presencia en aquel limbo era solo una demostración de su fracaso, del gran fallo que resultó el plan.

— Tienes que tranquilizarte, un ataque de ansiedad es lo peor que puede sucederte en estos momentos —Palabras en tono bajo y comprensivo que, lejos de brindarle la calma que realmente necesitaba, acrecentaron su incomodidad y desesperación.

¿Cómo podría tranquilizarse luego de ser capturado sin oportunidad de defenderse?, cuando menos la gran mayoría de los presentes, aun sin conocerles, podía asegurar que lucharon por su libertad, pero, ¿él?, solo bastó una mínima distracción para que las cadenas lo tomaran y llevarán a ese sitio.

— Tenemos que salir de aquí —Se quejó, apartándose del varón contrario que intentaba calmarle.

Su atención viajo al incontable número de presencias que lo miraban con atención, encontrando pena al enfrentar las miradas desesperanzadas de quienes fueron sus alumnos, así como de otros rostros familiares e incluso otros más que no fue de su agrado apreciar. Mucho potencial que, para su propio desconcierto, se mantenía cabizbajo y en sumisión.

— ¿Por qué se han rendido ya?, ¡¿Por qué no están buscando la manera de escapar?! —Su atención cayó de nueva cuenta sobre el hombre contrario, encontrando aun mayor confusión en la expresión afligida que mostraba.

— Todos han aportado ideas, hemos realizado incontables intentos ya por buscar una manera de escapar —Explico a la par que su rostro se ensombrecía— pero este no es un limbo común —Con un movimiento de cabeza, señaló un sitio apartado donde algunas figuras dormidas eran apreciables— El exterior drena la energía, aquí dentro se drena la vida misma, usar fuerza solo acelera ese proceso hasta una muerte inminente.

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