Capítulo 44: Una oportunidad

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En aquel basto y eterno firmamento sobre los cielos, toda nube y bloqueo natural hacia la luna y las estrellas era inexistente; una noche perfecta en la que los únicos protagonistas debieran mostrarse con total esplendor.

Aquello era lo que los más atentos y apreciables de la noche considerarían. Viajeros que empleaban las estrellas para seguir su camino cuando los mapas no resultaban claros. Pupilos de la magia y corrientes de energía, consultando por predicciones y visiones hacia el futuro próximo. Cazadores y guerreros que rememoraban sus grandes hazañas de antaño en las que el inmutable cielo siempre fue testigo. Aldeanos y familias que se reunían solamente para apreciar la belleza de la noche antes de dar por terminado el día e ir a descansar.

Diversos espectadores, con intenciones diferentes, fueron invadidos por el pánico y desconcierto cuando aquel manto de oscuridad fue rasgado y una brillante y creciente ramificación de grietas se abrió camino para consumirlo todo.

Gritos de terror y desesperación cuando lo desconocido se hizo presente, motivando la angustia cuando unos cuantos se vieron a si mismos comenzar a perder su fuerza y su propia presencia física para no ser más que partículas de polvo luminoso.

Madres abrazando a sus hijos mientras estos miraban sin comprender porque desaparecían, aliados gritando por fuerza cuando sus acompañantes se desvanecian ante sus ojos. Practicantes de la magia que miraban con terrible derrota e impotencia como lo desconocido los dominaba por completo.

Las grietas se extendieron por todas partes, tomando sus víctimas impotentes sin prisa alguna.

El nuevo comienzo precisa de eliminar lo ya existente.

— El onirkos se presenta finalmente —Alabó el Acracel mostrando una sonrisa en su rostro, incapaz de apartar la mirada de aquellas grietas interminables que consumían los cielos— Todo gracias a ti.

El golpe solido que lo llevó con dureza a impactar contra el suelo no logró ser suficiente para eliminar su expresión de satisfacción; nada podía arruinar su gesto de victoria ahora que su cometido se encontraba cumplido.

Los golpes, físicos y cargados de violenta energía, desgarraron su piel, quebraron su cuerpo y amenazaron con arrebatarle la vida; más no eran suficientes.

Los puños de Vipmon ardían con gran fuerza, no solo la energía, ahora inestable, que lo embriagaba eran motivo de ello, sus nudillos cubiertos de la sangre de su víctima temblaban ante el cansancio y dolor, negados a detenerse hasta acabar con todo.

Su respirar, agitado, violento y errático brindaba la suficiente energía para continuar atacando el cuerpo de aquel cuya expresión sonriente no se defendía.

— No puedes cambiar lo que se ha hecho

Sus golpes finalmente se detuvieron, abrazándose a si mismo en negación, mirando con terror aquel agrietado cielo que continuaba extendiéndose.

Había fallado, había causado aquello que se suponía debía evitar.

Mirando su alrededor, su atención finalmente recayó en aquel arco metálico que antes había dejado en el olvido debido a su violenta necesidad de atacar.

Quizá, aún pudiera hacer algo.

*

— ¿¡Rydtcher!? —La voz temblorosa de Lusyé no encontraba explicación alguna a lo que sus ojos presenciaban.

Su tan anhelado momento de reencuentro con su familia fue violentamente eclipsado por el estruendo que precedió aquella luz y grietas en el cielo, solo para que, momentos después, pudiera ser testigo del aspecto cada vez más intangible de su hermano.

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