Capítulo 14: Nagorna

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La llegada del amanecer auguraba, finalmente, intensiones positivas y necesarias para los miembros del grupo cuyo descanso fuera complejo ante la fuerte tormenta de la noche anterior.

La decepción y descontento ante la paga miserable fue solo enviada a un segundo término ante la nueva decisión grupal a considerar.
Aún restaba de pendiente el participar con la vigilancia nocturna; una labor que, por evidencia, no fue siquiera considerada para los dos disgustados infantes.

Los minicazadores pueden hacerlo —Retó Lúika desde su escondite en la sombra de la mujer abisal.

Sus palabras no eran sino una provocación para avivar el ambiente ya hostil y de desgano presente, permitiéndose disfrutar de la exasperación de quién se hacía ver como el adulto responsable

Ellos no irán —Reprimió con tono firme, enfrentando sus propios deseos de descansar.

La misión que había elegido resultó en una labor más compleja y desgastante de lo que jamás creyó, incrementando la dificultad al no poder hacer uso de sus habilidades mágicas y, peor aún, cuando la Banshee encontró divertido desaparecer cuando el número de cockatrice se incrementó de forma alarmante.

En aquellos momentos solamente deseaba continuar recostado en aquella cama, unirse a ella y reencarnar en un nuevo ser de calma y serenidad; algo que evidentemente no podría ser.

Su atención paseaba de los aún combatientes infantes, quienes aseguraban poder cumplir con aquella misión sin problema, y la abisal que continuaba negándose a ser participe bajo el argumento de no encontrarse cómoda sin la posibilidad de cambiar su aspecto.

Con el comienzo de la lluvia, finalmente la calma de Arkan se quebró, siendo él quien se dispusiera a abandonar el hostal enfrentándose, para su desconcierto, el rostro siempre sonriente de la Banshee invadiendo de nuevo su espacio personal.

Duerme —Una orden y tentación promulgada en el sutil cántico de una maldición que le permitió desconectarse de todo a su alrededor y sucumbir a sus deseos de descanso.

Para cuando finalmente logró despertar, se halló a si mismo, confuso, sobre una de las camas, divisando en la cama contraria a los dos infantes también sumisos en el sueño y a Zirisé acurrucada en un ovillo sobre el suelo, mostrando un rostro plácido de calma y descanso.

— Bienvenido a la tierra de los vivos —La voz de Lúika tomó inmediatamente su atención, divisándola emerger de la sombra donde acostumbraba esconderse.

— ¿Qué fue lo que sucedió? —cuestionó con rudeza, ignorando su tono de voz aún ronco por el recién despertar. Su enfado era predominante.

— Colapsaste, te recostaron y tomaron turnos para hacer la vigilancia —Su tono aburrido reflejaba su nulo interés por brindar más detalles.

Ver a todos descansar con aparente calma logró apaciguar sus sentidos alertados, sembrando una pequeña sensación de incomodidad y pena por no ser lo suficiente para lograr solucionarlo todo.

— Ellos no son tu hermano, saben trabajar por su cuenta —la voz de la Banshee llamó su atención de nuevo, desconcertándole por sus palabras— Sufres por él, te preocupa, agonizas y eso me divierte.

Su rostro se mostró ceñudo, suspirando con desgano mientras se apartaba completamente de la cama. Había descansado lo suficiente y tenían cosas por hacer. Prepararía todo hasta el despertar del resto del grupo y después acudirían donde la usuaria de magia para realizar su petición.

*

Y nos dejaron usar las armas, ¡Le di a un jabalí! —continuó su narración la pequeña de coletas recién arregladas, simulando con sus manos disparar con un arco— Luego ella bajo y se lo comió, fue asqueroso pero genial.

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