Capítulo 38

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Cami.

Di un salto para bajarme del auto.

— ¿A dónde vas? —preguntó él.

Me di la vuelta y regresé a la casa, solo quería buscar mis cosas y largarme, no estaba pensando con claridad, no quería culpar al alcohol, pero me asustaba pensar cosas como esas. ¿Yo? ¿Enamorada de André? No, definitivamente no.

—Cami. —Luci me encontró justo cuando estaba tomando mi bolso. — ¿Qué haces? ¿Te vas?

—Si, no puedo quedarme, pero ha sido muy divertido. —le di un beso en la mejilla y crucé el mar de personas que no paraban de bailar.

Cuando salí de la casa me di cuenta de que aún había universitarios arribando al lugar, no podía creer que esta casa no estallara con la cantidad de personas que estaban en esa loca fiesta, ya había tenido suficiente por hoy.

— ¡Hey!

Alguien me tomó del brazo y me hizo detenerme.

— ¿A dónde vas? —André se veía confundido y yo lo estaba más porque había corrido para alcanzarme, nos encontrábamos a metros de la hermandad, pero aun podía escuchar la música. — ¿Todo está bien? ¿He dicho algo o...?

—No, es solo que estoy cansada, quiero ir a casa.

Me soltó y metió sus manos en sus bolsillos delanteros, quise marcharme de inmediato, poner toda la distancia posible entre nosotros, pero sus ojos azules me miraban fijamente, como si quisiera descifrar en que estaba pensando.

—Estas huyendo... de mí.

— ¿Qué? No, claro que no.

—Te has puesto tensa cuando estábamos sobre el auto y...

—André. —lo detuve. —Estas imaginando cosas.

Me di la vuelta y continue mi camino.

—Cami. —volvió a llamarme.

Me detuve y me giré sobre mis tacones.

—Creo que no podemos seguir viéndonos. —me mordí el labio. —Esto no es bueno para ninguno de los dos.

— ¡Cami! —gritó, pero continue andando, mis ojos se llenaron de lágrimas, no me giré para verlo, no pude.

Caminé lo más rápido posible al auto y me coloqué el cinturón de seguridad, tomé el volante con ambas manos y reprimí las ganas de soltar todo, quise llorar, gritar, culparme por haber terminado una amistad que me había ofrecido todo, pero esto tenía que parar, no lo amaba, pero si lo quería, era mi amigo.

Logré tranquilizarme después de unos minutos y conduje a casa, aún seguía soportando las lágrimas, pero me dije a mi misma que era lo correcto, no podía seguir cerca de él si sabía que estaba confundiendo mis sentimientos. Cuando llegué al departamento lo encontré completamente en silencio, lo cual no era una sorpresa ya que era pasada la medianoche, me quité los tacones y los dejé a un lado de la puerta, caminé descalza hacia la mesa donde coloqué mis cosas, después comencé a andar hacia la habitación, Daniel estaba dormido, la luz de la luna me dejaba ver su cabello negro que cubría sus ojos, me quité con cuidado el vestido tratando de hacer el menor ruido posible para reemplazarlo por una de sus camisetas, me subí a la cama y me cubrí con la manta, me acurruqué a su espalda, él se dio la vuelta y me abrazó.

—Hey. —besó mi frente. — ¿Cómo estuvo la fiesta? ¿La pasaste bien?

Su voz sonaba somnolienta, era claro que aún estaba dormido, pero había notado mi presencia a pesar de que trate pasar desapercibida.

¡Nosotros! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora