Capítulo 25

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Cami.

Seguía respirando, eso era una buena señal, me limpié las lágrimas con el dorso de mi mano y en medio del caos me vino a la mente una persona, saqué el teléfono de mi bolsillo. No me importaba si Ian se molestaba conmigo por contarle a Daniel, no iba a permitir que esto continuara.

—No. —balbuceó.

Giré mi cabeza para verlo aun con los ojos cerrados.

— ¿Ian? —dejé el teléfono a un lado para tomar su cara. —Abre los ojos.

Lo intentó, pero hizo una mueca por el dolor, lo ayudé a incorporarse y logró sentarse.

—No lo llames. —abrió un solo ojo. —Estoy bien.

—No. —dije más molesta de lo que pretendía. —No estás bien, me has sacado un susto de muerte... por un momento... dios, eres un imbécil.

Levantó su mano y se quedó mirando unos segundos sus nudillos sangrientos.

—Esto no puede continuar, no te vas a ir de aquí hasta que hables con Daniel. —me levanté. —Iremos al hospital.

—No. —hizo acopio de toda su fuerza para ponerse de pie. —Lo prometiste.

Apreté la mandíbula y me acerqué.

—Te prometí que no le diría nada hasta que tú lo hicieras y no lo has hecho. —su boca formó una línea. — ¿Sabes lo asustada que estaba? No, no tienes ni una puta idea porque eres un egoísta que solo piensas en ti y en tu maldito dolor.

Sus ojos se clavaron en los míos y no de una manera amable.

—Tú más que nadie debería comprenderme.

— ¿Por qué? ¿Por qué mi padre murió? ¿Es eso? —inquirí molesta. — ¿Me viste alguna vez metiéndome esa mierda? ¿Llorando y lidiando con mi dolor de manera estúpida?

Vale, el dolor estaba hablando por mí en este momento.

—Bueno, si hablamos de estupideces la tuya encabeza la lista. —se acercó. —Te refugiaste en una relación toxica, estabas tan necesitada de amor que aceptabas cualquier muestra por mínima que fuera.

Lo miré sintiendo algo parecido a un golpe en mi pecho.

—No... no es cierto.

— ¿No lo es? —levantó una de sus cejas. —Porque como yo lo veo así fue, rogando por la atención de ese imbécil permitiendo que te tratara como una basura, seguramente a tu padre le habría encantado ver eso.

Apreté las manos clavándome las uñas con fuerza.

—No tienes ni un poco de respeto. —pasé a su lado para ir a la mesilla de noche y tirar el resto del polvo con mi mano.

— ¡Cami! —gritó empujándome hacia un lado. — ¡Que carajos!

— ¡Aquí no! —grité. —No en mi puta casa.

Apretó la mandíbula y me miró con tanto odio que por un momento lo desconocí, él jamás... nunca me había mirado de esa manera.

—No te atrevas a tomar mis cosas o...

— ¿O qué?

Ambos nos dimos la vuelta para ver a Daniel de pie en la puerta de la habitación, su mirada pasaba de Ian a mí.

— ¿Qué le vas a hacer si vuelve a meterse con tus cosas? —volvió a preguntar con un tono más duro que antes.

Ian no respondió sin embargó desvió la mirada hacia otro lado.

¡Nosotros! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora