Epílogo.

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Dos años después...

Miré mi pulcro y muy bien planchado delantal blanco que estaba tendido en la cama esperando a que me lo pusiera. En él estaba bordado con hilo dorado mi nombre: Doctora en oncología Alaska Black.

A pesar de que ya habían pasado 2 años de que me había graduado y especializado, aún sentía que todo esto era un sueño.

Aún sentía que no era doctora.

Aún sentía que no ayudaba a las personas.

Aún me sentía como una niña en el colegio.

Pero no era así. Y lo sabía porque había sacado las conclusiones por mí misma.

No era que aún no sentía que no era doctora, era que aún sentía que no lo sabía todo, que faltaban cosas por ver y por aprender.

No era que aún no sentía que no estaba ayudando a las personas, era que aún no sentía que había ayudado a mucha gente.

Y por último, no era que aún me sentía como una niña en el colegio, era que sentía que no tenía la experiencia suficiente.

Sonreí orgullosa de lo que estaba logrando.

Mire la hora en el reloj de mano que utilizaba siempre, y deduje que si no salía en estos instantes, llegaría por lo menos 5 minutos tarde.

Me puse el delantal, tome las llaves del auto y salí del departamento.

Cuando ya estaba a dos cuadras de llegar, una sensación de nerviosismo me invadió por completo, ¿qué me pasa?, me pregunte, y entonces lo recordé. Hoy tenía mi primera crujía. Después de dos años, mi jefa había decidido que estaba lista y preparada y me encomendó esta misión.

La misión se llama Paz. Es una pequeña niña de tan sólo 10 años que tiene cáncer. Durante estos últimos meses he hablado mucho con ella y hasta podría decir que me he hecho su amiga.

Cada día me dice un sueño que tiene. Aún recuerdo el primero: Viajar a Disney World. Y recuerdo el último que me dijo, el sueño de ayer: Escribir un libro. Esta pequeña me recuerda mucho a mí a su edad. También quería viajar a Disney, viajar a París, pero sobre todo escribir un libro, sobre mí, sobre otra persona, sobre un pájaro, sobre una hoja, que se publicara, que no se publicara, no me importaba, yo solo quería escribir algo.

Ayer, en nuestra última conversación le dije: - Prometo que podrás cumplir todos tus sueños...

Y ella con los azules ojos soñadores que tiene me dijo: - Se que lo lograré porque dejaré mi vida en tus manos. Confió en ti.

Esa frase estuvo en mi cabeza toda la noche y no podía evitar llorar cuando la recordaba. Ya era su quinta operación y temían que el tumor siguiera creciendo y acabara con su corta vida en un parpadeo. Todos decían que tenía solo un 7% de que viviera unos cuantos años más, y eso es lo que realmente me hacía llorar, que si sanaba solo estaría unos cuantos años más bien..., ¿y luego qué?, se enfermaría nuevamente y tal vez moriría.

Apenas entré al hospital, la secretaría se acercó a mí y muy rápido me dijo: - Hoy tiene la operación con Paz Mora a las 3 p.m. Antes de eso no tiene nada más. - Asentí. - Suerte. - Me dijo y luego se perdió entre la multitud de personas con blancos delantales.

El pelirrojo y yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora