Guerra y pasión I

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El ocaso ya se encontraba presenté cuando Charly abrió la puerta del depto de Yeimy con la tarjeta qué Erick le había dado.
En su corazón no le cabia tanta felicidad  saber qué Erick lo perdono y sobre todo lo estaba ayudando con su mamá, por fin tendría un compañero para sus hazañas y alguien a quién pueda convencer a su madre cuando se mande alguna cagada, por qué sino la cagaba no sería Charly ¿no?, parecía sueños cumplidos.
Le estaba inmensamente agradecido también qué eligió irse para lo de su princesa para poder dejarlos solos a los dos dándole una oportunidad qué no podía desaprovechar. "Charly no te mandes ninguna cagada, ahora menos qué nunca", se lo repetía mentalmente como si de un mantra se tratara. Aún no caí en cuenta de la larga y tendida charla qué tuvieron con Erick hace un rato atrás, desde qué se enteró qué era su hijo nunca paso suficiente tiempo con el, en realidad nunca le dedicó el tiempo para escucharlo o conocerlo. Charly detuvo sus pasos y hundió sus hombros al darse cuanta qué en realidad no había tenido la voluntad de ser el padre qué él necesitaba cuando supo la verdad y a pesar de haber estado a su lado físicamente casi toda su vida, nunca estuvo para apoyarlo o escucharlo cuando recurría a el como su hermano mayor cuando se peleaba con la basura de Manin o cuando necesitaba un consejo de el. Recuerda varias veces qué su ama siempre le decía qué Erick lo admiraba, lo tenía como su ejemplo a seguir por eso el también se dedicó a la música queriendo ser como el. ¿Pero el qué hacía a cambio? lo trataba como la escoria de la familia, como el huérfano del clan Cruz, cuando por sus venas corría la misma sangre de el.
Un nudo se formó en la garganta al darse cuenta todo el daño qué le había causado por su egoísmo idiota.
"Perdón hijo mío, perdón por ser tan imbécil y no darme cuenta qué te tuve siempre a mi lado". Ahora podía comprender por qué lo ha rechazado todo este tiempo, lo a querido alejar de su vida y la de su madre. No podía culparlo, el en su lugar haría lo mismo, es más se llenaría la jeta de piñas si fuera el. Suspirando profundo volvió a recordar la tarde de hoy y ese momento, ese momento por el cual tanto había rogado en la soledad de su celda, se pasaba las noches enteras en desvelo imaginando lo qué sería la vida al lado de Yeimy y sus hijos, la familia qué pensó nunca más recuperar.
Le agradeció a la vida por fin darle la oportunidad de intentar ser el padre qué nunca fue para el, el padre qué necesita. Estando ahí para el, escuchándolo, aconsejando, aprendiendo sus gustos, qué le pasaba a su hijo, sus miedos, sus dolores y esperaba, rogaba a Dios poder estar ahí siempre a su lado tratando de remediar todo el dolor qué le causo una vez en el pasado.

Caminó al interior del departamento y comenzó a observar el lugar donde había algunas cajas sin vaciar en el pasillo de entrada, obviamente supuso qué eran cosas de Yeimy qué no tuvo tiempo de desembalar aún.
Siguió caminando despacio al no saber qué podía encontrar, hasta toparse con un living amueblado con sillones amplios color gris y una pequeña mesa ratona de vidrio en el centro. Este daba a un balcón qué tenía amplios ventanales corredizos, dando un vista a la ciudad que ya mostraba las luces de los edificios prenderse a lo lejano. Siguió observando y entro por otro pasillo a su derecha, por el cual pudo ver varias puertas a ambos lados. Siguió hasta llegar al cuarto de Yeimy, eso suponía. Se quedó recostado con los brazos cruzados sobre su pecho en el umbral de la puerta observando el cuarto desde ahí.
Parecía qué si cruzaba ese umbral estaría rompiendo algún tipo de intimidad con Yeimy, se sentía un intruso en aquella habitación no sabía por qué, pero ese era su sentimiento.
Si era sincero se moría de ganas cruzar ese umbral, de conocerla un poco más saber qué tenía guardado en su cuarto, su santuario. Obviamente se dió cuenta qué no había nadie en el departamento, por qué si no ya se hubiera comido un chancletaso a lo Yeimy Montoya.

Movió la cabeza riéndose, acordándose de aquella vez qué fue a verla a la casa de Juancho cuando le contó lo del contrato con la DEA y como ella le había tirado la chancleta por la cabeza.
Muy Yeimy.
Volvió a reír más fuerte está vez causando una leve punzada  en la herida ya casi cicatrizada del roce de bala, llevo su mano a su costado haciendo una mueca de dolor  y tomando aire profundamente comenzó a calmarse, aún dolía según los movimientos que hacía, pero no era nada serio.
Cuando se estabilizó, volvió sobre sus pasos para volver al living y esperarla ahí, pero la curiosidad era más grande, así que a pocos pasos se dió la vuelta y volvió sobre lo.caminado, se paró en el umbral del cuarto de Yeimy y suspirando profundo antes de entrar miro para todos lados cerciorandose que nadie lo viera, como si estuviera lleno de personas el lugar y en la puerta dijo.

"Tenías que ser tu"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora