—Tendremos una cita.
—¿Tendremos? ¿Cuándo?
—No tú y yo, Chris; Darío y yo.
—¿Una cita tan pronto?
—Sí... ¿Crees que es pronto? ¿Debí hacerme de rogar?
Sonreí aun con la vista a mi alrededor. Cisne, aunque esté segura de algo, siempre acaba preguntando por si a caso alguna de nosotras ve algo que ella no.
—¿Cuantos años tiene Darío?
Medio murmuró:
—Treinta y nueve.
—Uy, no, hermana. No pierdas esta oportunidad que te aseguro que él tampoco quiere perderla. ¿Podemos hablarlo luego?
—Dile feliz cumpleaños a Girasol de mi parte, nena.
Aparté el celular de mi oreja y regresé al comedor, con mi familia reunida.
Ah, y la familia de Henrie Peterson.
No es mi cumpleaños pero es el peor regalo del mundo.
Me senté junto a mi abuela, que me dio una dosis de sus dulces sonrisas y apretó mi mano con cariño auténtico, aunque esa palabra se usa poco desde que entendí para qué eran las visitas a los hermosos jardines de la familia Peterson.
—¿La comida ha sido de su gusto? —preguntó mi madre a sus visitas.
—De mi gusto, no mucho —contestó mi abuela y tocó con la pequeña cuchara el postre poco apetitoso—. Prefiero el pae de manzana.
Sonreí por lo bajo y continué comiendo. El postre es un mousse de chocolate de leche con una recubierta de chocolate oscuro. Está muy bueno, pero mi abuela tiene un punto: es la festejada y esta mini fiesta no tiene como meta el agasajarla como ella se merece. Me prometo que más tarde se lo voy a compensar.
—Discúlpanos, Girasol —dice mamá, pero sé que no lo siente del todo—. Quisimos matar dos pájaros de un tiro.
—Pero solo mataron uno —opiné, viéndole la gracia.
Las miradas me decían infinitas cosas, como el que no estoy siendo educada, que se están por reír y una de ellas puede ser que esté orgullosa de mí. ¿Qué mas daba? Al final acaban haciendo y tomando decisiones de las que yo apenas tengo conocimiento porque ''estoy ocupada''.
—Estuvo muy rica, Violetta —dijo la madre de Henrie, la señora Ofelia—. Gracias por invitarnos en un día tan especial.
—De nada —se atreve a decir mi abuela.
Aprieto su mano para contener mi risa y pruebo un último bocado del postre.
Mi papá es pronto en intervenir y motivar otro tema de conversación que siguen entre hombres con sus escasas opiniones entre las mujeres. El café cortado está delicioso, hasta que una voz a la que estoy acostumbrada por mi escasa voluntad intenta hablarme.
—Hola, Tintín.
—Hola, Claudio.
No gruñó porque hay personas presentes pero pude oírlo en mi imaginación. Bendita imaginación.
Murmuré con cierto regocijo:
—Tan susceptible...
—¿Vas a continuar ignorándome o ya llegó la parte de nuestros encuentros donde hablamos como gente madura?
—Mira quién habla —dije burlona—. ¿No dicen que parte de la madurez viene con la edad?
—Es lo que dicen, pero qué piensas tú.
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El Encanto de saber Volar
RomanceChristina Blackmore. ¿Quién es ella? Pudo decidir ir al espacio, construir casas o escribir un libro. Para ella los límites no existían respecto a sus capacidades e hizo bien en usarlas a su antojo hasta volverse quien es hoy: una buena hija y leal...